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Ser humano es responder a la llamada
2 comentariosLa palabra es plenamente humana; es una característica que nos distingue del resto de los animales. Ella es reflejo y motor de la humanización. Reflejo porque muestra la diferencia irreductible del humano con los otros animales. Y motor, porque la palabra produce y transmite cultura, y la cultura nos sitúa en relación a los demás y contribuye a la plena realización de lo humano. Para conocer a otro hay que escucharle; para ser conocido hay que hablar.
La palabra no es sólo un instrumento para intercambiar información. De hecho, los animales también emiten sonidos que ofrecen información a sus congéneres. La palabra es mucho más que un sonido. Indica relación con otro, es llamada y escucha. El humano es un ser que responde. Esta capacidad de escuchar y responder le hace responsable, no sólo en sentido moral y jurídico, sino más radicalmente aún, en sentido ontológico. La responsabilidad forma parte de nuestra estructura y de nuestra identidad. Ser humano es responder a la llamada de otro. Este otro tiene, en principio, el rostro de los padres y, por extensión, el rostro de todos aquellos con los que el niño se encuentra.
Pero “el otro” puede ser también el Dios de la Alianza. No se trata, pues, de un Dios solitario, encerrado en sí mismo, que no necesita de nada ni de nadie. Es un Dios que sale de sí mismo para hablar al ser humano y establecer con él, por medio de su palabra, una alianza de amor. Este Dios no es un señor dominador que, desde lo alto de su cielo, todo lo gobierna y dirige, sin que nada escape a su voluntad, sino un Dios respetuoso con el orden de la naturaleza y con las personas; un Dios que llama e invita, creando así un espacio de libertad. Y cuanto mejor se responde a su llamada, más crece la libertad. La cercanía de Dios, lejos de oprimir, libera. Es un Dios que nos llama a ser humanos, solidarios, responsables con nosotros y con los demás.
El Dios de la fe cristiana no es el del deísmo ni el del teísmo, no es un dios que un día puso en marcha el mundo y se alejó. El nuestro es un Dios personal, que se expresa en una relación de alianza. Este término, relación, es tan rico, que se emplea para expresar no sólo la alianza de Dios con el hombre, sino la vida misma de Dios. Dios se relaciona consigo mismo porque la Palabra forma parte de su ser más íntimo. Una Palabra que es el principio y el fin de toda vida.