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Santiago del Cura o el arte de pensar la fe
2 comentariosEl pasado 15 de agosto, día de la Asunción de la Virgen María, falleció un gran teólogo, Santiago del Cura Elena. Había sido profesor de la Facultad de Teología de Burgos y de la Universidad Pontificia de Salamanca. Fue miembro de la Comisión teológica internacional. Era académico de número de la Real Academia de Doctores de España. Sus méritos teológicos y académicos son indiscutibles. Sus escritos versan sobre historia del dogma y de la teología, sobre teología del ministerio ordenado, teología ecuménica y cuestiones de actualidad. Hay dos tipos de escritos que merecen ser resaltados: los dedicados a la escatología y, por encima de todo, sus publicaciones sobre el Misterio de Dios. Recientemente se publicó una miscelánea en homenaje a su labor teológica, en la que tuve el honor de colaborar, titulada: “Deus semper maior. Teología en el horizonte de su verdad siempre más grande”.
Con el riesgo que conlleva toda simplificación voy a resumir en dos las líneas de fuerza de su pensamiento: Por una parte, Dios como tema central y unificante; por otra, un esfuerzo de comunicar la fe sabiendo dar razón de la misma, especialmente en esta época de secularización e increencia. Ambas líneas están estrechamente relacionadas, porque el Dios cristiano es un Dios de los hombres y para los hombres y, por tanto, tiene que poder ser acogido en la circunstancia vital y cultural de cada persona. El discurso sobre Dios nunca puede prescindir de su destinatario, que es la humanidad, pero no una humanidad en abstracto, sino cada ser humano en su concreta situación. De ahí la pertinencia de la pregunta: ¿cómo hablar de Dios en una época paradójica, de increencia y secularización, por un lado, y de cierto redescubrimiento espiritual, por otro?
Más aún, ¿cómo hablar del Dios cristiano en una época de diálogo interreligioso, cómo decir el monoteísmo trinitario de forma comprensible para los fieles de otras religiones monoteístas? La originalidad del Dios cristiano está en que es único, pero no solitario, es el Dios de la comunión. Mirando a Jesucristo es como el teólogo y todo cristiano puede descubrir a este Dios de comunión. Más aún, con la paradoja de la Encarnación, el cristiano descubre a un Dios que, en cierto modo se ha unido con todo hombre y que desborda en humanidad a todos los seres humanos, mostrando así un nuevo modo de ser humano.
Sirvan estas líneas como recuerdo a tan ilustre teólogo, excelente persona y buen compañero. Después de lo mucho que él ha pensado, escrito y hablado sobre el Dios de Jesucristo, ahora tendrá la oportunidad de comprobar ese lema con el que los editores han querido titular el libro-homenaje en el que han colaborado muchos amigos y compañeros de toda Europa, entre ellos una decena de obispos: “Dios siempre mayor”.