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¿Qué pasa en el corazón humano?
3 comentarios“De dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad” (Mc 7, 22-23).
Estas palabras de Jesús siempre han sido actuales. Desgraciadamente hoy lo son más que nunca. Podríamos hablar de Afganistán y de la perversa ideología talibán. Sería posible encontrar paralelos de fanatismo ciego, religioso y laico, en el pasado (¿hace falta nombrar a la inquisición?) y en otros lugares (¡se podrían nombrar tantos!). ¿Tan difícil es dejar en paz al que no me gusta? Si, además, el que no me gusta no me hace nada, sino que huye de mí, ¿por qué ir a buscarle para dañarle? Más cerca de nosotros, en nuestro país, tenemos el caso reciente de un padre que, supuestamente (digo supuestamente, porque me parece que no ha sido juzgado) ha matado a un bebé, a su hijo de dos años, para hacer daño a su mujer. Eso se llama técnicamente violencia vicaria. Realmente eso es odio y falta de corazón.
Hay casos menos extremosos en las familias, en los grupos, en las comunidades. Deseamos que el otro desaparezca de nuestra vista. Pero como el corazón del que odia es insaciable, no le basta con que desaparezca de su vista, tiene que hacerle daño mientras está lejos de su vista. ¿Tan difícil es respetar al otro? Respetar es un mínimo. A veces ni eso. Más difícil es ponerse en la piel del otro. Pero ese es el buen camino para tender puentes, perdonar, reconciliar los opuestos. Hay también dureza de corazón en estos familiares del enfermo que buscan “acabar cuanto antes”, entre otras cosas, para hacerse cuanto antes con la herencia.
Eso sí, como nadie se atreve a confesar que actúa en función del odio y del rencor, tenemos la desfachatez de decir que actuamos buscando el bien (el bien de las mujeres o de las niñas en el caso de los talibanes, el bien del anciano en estado terminal), o que el otro se lo merecía (es “un tal” o “no hace más que enredar”) y, si se lo merecía, entonces bien está lo que le hemos dado o lo que le hemos hecho
El egoísmo humano, ese es el gran pecado. Cuando ese egoísmo llega a algunos de los extremos a los que antes me he referido se hace insoportable. Los casos extremos, que nos conmueven, deberían hacernos pensar en los casos menos extremos que a todos nos tientan. El egoísmo humano, ¿será un defecto de fábrica inevitable? O se nos fabrica con ese “defecto” o no se nos fabrica. Pero eso no quita que el “defecto” pueda ser sanado. Ahí está la gracia de Dios, ahí está el amor que puede cambiar el corazón. Ya se lo advirtió Yahvé al primer colérico de la historia: “¿por qué andas irritado y por qué se ha abatido tu rostro? ¿No es cierto que si obras bien podrás alzarlo? Más, si no obras bien, a la puerta está el pecado, acechando como fiera que te codicia, y a quién tienes que dominar” (Gen 4,7).