Abr
Pastor que es puerta
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En los domingos anteriores de este tiempo de Pascua la liturgia se ha centrado en las apariciones de Jesús resucitado a los suyos, con el fin de dejar claro que Jesucristo está vivo en medio de su Iglesia. En el cuarto domingo la liturgia añade un matiz interesante: Jesús no sólo vive, sino que cuida de los suyos.
En el evangelio que se lee en la liturgia del próximo domingo aparece una curiosa identificación: el Pastor al que siguen las ovejas se proclama a sí mismo la Puerta por donde entran las ovejas. Las ovejas solo siguen al pastor que les merece confianza y les da seguridad. El hecho de que el pastor las conozca y llame a cada una por su nombre es indicativo de la confianza que hay entre pastor y ovejas. Por eso entran sin miedo por aquella puerta, pues saben que da acceso a buenos lugares, a espacios acogedores. Son dos imágenes que nos orientan a la bondad, amor y misericordia de Cristo.
En el Nuevo Testamento muchas de las calificaciones que se dan a Cristo se atribuyen también a los que son de Cristo: Cristo es la luz, los creyentes son la luz del mundo (Mt 5,14); Cristo es la Verdad, los creyentes son de la verdad (1 Jn 2,4); Cristo es el camino, los creyentes son los que siguen el camino (Hech 9,2); Cristo es el agua viva, de los creyentes manan ríos de agua viva (Jn 7,38). La imagen de Cristo como Pastor invita a los creyentes a ser pastores. Todos pastores, todos guardianes de los hermanos, todos cuidadores los unos de los otros. La imagen de la puerta ha sido empleada por el Papa Francisco al referirse a una Iglesia de puertas abiertas, en la que se puede entrar y salir libremente. Pero sobre todo en la que apetezca entrar.
Si la Iglesia se convierte en un fortín en el que solo caben unos pocos elegidos, en el que solo los puros pueden estar, es imposible entrar. Pero si la Iglesia no es un lugar acogedor, un lugar apetecible donde se ofrecen espacios de amor y de alegría, por muy abiertas que estén las puertas, tampoco entrará nadie. Las puertas deben estar abiertas no sólo para que puedan entrar los de fuera, sino también para que salgan los de dentro; para que los que han descubierto lo bueno que es el Señor salgan a anunciarlo a aquellos que no se han enterado o tienen ideas equivocadas sobre este Señor. La Iglesia, como el buen pastor, como una buena madre, está siempre dispuesta a acoger, comprender, perdonar.
Para el buen Pastor, y para la Iglesia que debe representarle, importan más las personas que las ideas. Si sólo nos fijamos en las ideas, podemos terminar condenando. Si nos fijamos en las personas podemos comprender. El que comprende sabe decir las palabras adecuadas para ayudar. Por otra parte, la Iglesia no es una aduana en la que se entra con dificultad, sino un espacio de puertas abiertas en el que se entra sin dificultad. Como las puertas están abiertas siempre es posible salir, pero si el espacio eclesial resulta acogedor, todos querrán permanecer dentro y, si salen, será para volver acompañados de otros a los que se ha invitado a entrar.