Ene
Pasos por el camino de la paz
0 comentariosLos conflictos y las guerras existen desde que el mundo es mundo. Los conflictos tienen su sede en el corazón del hombre. Por desgracia, antes o después, todos sucumbimos a la tentación de hacer el mal y de rechazar al prójimo. ¿Por qué, si estamos hechos para vivir en comunión y, siempre, de una u otra forma, necesitamos de los demás? Los seres humanos, como sujetos finitos, tenemos una tendencia al egoísmo y a la autorreferencialidad que sólo con dificultad somos capaces de desenmascarar como falsa y como arraigada ilusión, por no hablar de superarla. Este egoísmo que, en ocasiones, se traduce en envidia, nos quita la paz. Pero si no logramos la armonía interior, la paz del corazón, nunca lograremos una paz auténtica y duradera entre las personas y los pueblos. Sólo los pacíficos y pacificados pueden ser pacificadores.
Al final de su vida, consciente de que lo iban a matar, Jesús se despide de sus mejores amigos y les deja en herencia tres grandes dones, íntimamente relacionados: el amor, la alegría y la paz: “os dejo la paz, mi paz os doy”; pero con una aclaración importante: “no os la doy como la da el mundo” (Jn 14,17). La paz que ofrece el mundo es la de los vencedores que acallan a sus enemigos. La paz de Jesús es fruto del amor, que perdona las ofensas, respeta al diferente y le ama en su diferencia. Los cristianos deberíamos hace de cada día un día mundial de la paz. Para ello nada mejor que acoger esta profecía inspirada por el Espíritu Santo que anuncia que el niño nacido en Belén “guiará nuestros pasos por el camino de la paz” (Lc 1,79).