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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

20
Ago
2024

Padres creyentes, hijos indiferentes

7 comentarios
paisajetierramar

Hay padres creyentes que han dado un buen testimonio de su fe ante sus hijos, con palabras y obras. En ocasiones los hijos no parece que, en este tema religioso, hagan mucho caso a sus padres. Posiblemente respetan a sus padres, pero no manifiestan interés por la religión, no practican, están alejados de la Iglesia. De padres creyentes salen hijos ateos, indiferentes o no religiosos. Cuando esto ocurre hay padres, con muy buena voluntad, que aman a sus hijos y rezan por ellos, que se preguntan cómo es posible que sus hijos no abracen la fe: ¿qué hemos hecho mal?, ¿dónde hemos fallado?

De entrada, esta pregunta está mal planteada. Seguramente no lo han hecho mal, han hecho lo que han podido, y lo que han hecho ha estado bien. ¿Entonces dónde está el problema? Una respuesta fácil es decir que el caso contrario también se da: de padres ateos o contrarios a la religión salen hijos religiosos. Aunque esta constatación sea cierta conviene ir al fondo del problema. Primero para tranquilizar a los padres que han hecho lo que han podido y después para comprender que para que nazca la fe no bastan las buenas palabras y los buenos ejemplos.

Para que nazca la fe se requieren dos cosas: una, el anuncio del evangelio. La fe no nace por generación espontánea, es el resultado de un anuncio, es la consecuencia de una buena presentación de Jesucristo. Para que el anuncio sea correcto se requiere una predicación elocuente y unos buenos signos de la fe. En el caso de los padres, la predicación consiste en educar en la fe a sus hijos y los signos en darles ejemplo de vida y práctica cristiana. Pero esto solo no basta para que nazca la fe.

Para que nazca la fe se requiere, además de una predicación y un testimonio elocuente, convencido y convincente, que este anuncio sea acogido por el destinatario, en nuestro caso por los hijos. El anuncio es responsabilidad de la Iglesia, de los padres. La acogida es libre y es responsabilidad del destinatario de la predicación, es responsabilidad de los hijos. En la acogida entra en juego la libertad del oyente. La libertad puede estar condicionada por muchas cosas, pero en definitiva quién tiene que dar el paso de la acogida es el propio receptor, aquel al que va destinada la predicación. Y ahí los padres creyentes ya no tienen ninguna responsabilidad. La acogida, si bien requiere de un buen anuncio y un buen testimonio, es un asunto entre Dios y cada uno.

Una cosa más: nunca sabemos cuando nuestras palabras y ejemplos darán fruto. A lo mejor no dan fruto tan aprisa como nos gustaría. Quizás lo den en el momento más inesperado. La labor de los buenos padres es educar a sus hijos en la fe. Ahí termina su labor. Quizás, al principio, estén un poco tristes o defraudados porque sus hijos no responden como a ellos les gustaría. Hay que seguir rezando, porque quizás, un día se lleven la sorpresa de ver como sus hijos se integran en la Iglesia. Y si no se llevan esta buena sorpresa, no tienen que culpabilizarse, sino amar a sus hijos tal como son, porque Dios les ama así.

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Hermano
20 de agosto de 2024 a las 13:22

Solo si te amo te espero…
Solamente abrazando lo incierto
se es un padre verdadero,
que durmiendo o despierto
sabe ser un buen compañero
de lo que brota en el desierto.

Juan Bosco
21 de agosto de 2024 a las 01:57

¡Gracias P. Gelabert, por clarificar esto!

Mercedes
21 de agosto de 2024 a las 10:14

Fray Martín , gracias por este comentario tan consolador .
Rezo por mis hijas , todos los días y confío que en un futuro , sea posible su conversión .. aunque yo ya no lo vea .

Carlos
21 de agosto de 2024 a las 15:38

Preciosa reflexión. Muchas gracias.

María Elena
22 de agosto de 2024 a las 02:45

No ha de olvidarse el ejemplo de Santa Mónica y San Agustín: el rezo perseverante de una madre por su hijo produjo su fruto....

Chiquet
22 de agosto de 2024 a las 09:41

La esperanza siempre está ahí. Si un padre daría más posibilidades al hijo, el Padre, que mira por si su hijo pródigo vuelve a casa, más. Quizá el juicio último sobre el amor sea sobre el valor que le dimos; a aquel que sentimos en la casa del Padre (y de los padres). Quizá el purgatorio tenga puertas muy grandes … ?tendrá puertas?.
Quizá nos salve ese amor que padres, hermanos, … o alguien nos mostró.

juan garcia
24 de agosto de 2024 a las 20:32

Que la fe es un asunto entre el Señor y el creyente, como indica fray Martin, nos lo confirman los creyentes hijos de ateos y los ateos hijos de creyentes. Somos libres para aceptar el mensaje del evangelio o rechazarlos. Pero los cristianos,por el contrario, no somos libres para dar testimonio de la verdad de Jesús. Se nos pedirá cuenta de nuestra responsabilidad religiosa de ser testigos fieles.

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