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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

15
Jul
2020

Oración: duración y distracciones

6 comentarios
iglesiastacatalina

En un reciente post escribía: “para la oración vale eso de que el sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado. La oración ha sido hecha para nosotros, para hacernos bien, para que nos sintamos a gusto y cómodos”. Y añadía que el criterio de la buena oración, no es el tiempo que dura, sino el que suscite devoción y ayude a cumplir en la vida la voluntad de Dios.

Tomás de Aquino, ante la pregunta de si debe ser larga la oración, ofrece un criterio similar al que acabo de indicar: la oración, dice, debe durar “tanto cuanto haga falta para excitar el deseo interior”. Es erróneo, por tanto, pensar que una oración es más meritoria si dura más. De hecho, pudiera ocurrir, como constata Tomás de Aquino, que prolongar excesivamente la oración, produzca hastío o aburrimiento. Cuando esto ocurre dice de forma tajante el santo doctor: “no se la debe alargar más”. Y esto vale tanto para la oración privada, como para las oraciones públicas o litúrgicas. Por ejemplo, unas moniciones interminables o una homilía larga resultan pesadas y llegan a exasperar.

Hay otra pregunta muy actual que Santo Tomás se plantea, y es la de si las distracciones durante la oración empañan el mérito de la misma. Yo mismo me he encontrado con personas buenas y piadosas que me han planteado esta pregunta, e incluso se han acusado de distracciones durante la oración, dando por supuesto que tales distracciones son pecado (venial naturalmente). El santo de Aquino, con mucha sabiduría humana, reconoce que “el espíritu humano, por su natural flaqueza, no puede permanecer largo tiempo en las alturas”. Y añade con sabiduría teológica, que no es necesario que, en la oración, “la atención se mantenga de principio a fin”, puesto que “la virtualidad de la intención inicial con que alguien se acerca a orar, hace meritoria la oración entera”.

Lo que cuenta en la oración es la buena intención del orante. Si la oración es un coloquio de amor, es lógico que en ella, como en todo coloquio, haya altibajos, momentos más vivos y otros más apagados. Lo importante es otra cosa: sencillamente estar. Estar, aunque sea en silencio, sin nada que decir. Estar y dejarse inspirar por el amado.

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J. García
15 de julio de 2020 a las 15:36

El "estar"en la presencia del Señor, unidos como el sarmiento a la vid, y un hágase tu voluntad en tiempos pandémicos, puede ser un estar orante..

Carlos
15 de julio de 2020 a las 18:53

Gracias Fray Martin, muy interesante. Cuando nos fijamos en el Evangelio en el que Jesús dice que el Padre sabe todo lo que necesitamos antes de que se lo pidamos, entonces nos preguntamos: ¿Para que entonces orar?

Oramos porque a nosotros los hombres se nos olvida "Dios" con los afanes diarios, porque necesitamos reconocer su presencia y la veracidad de su Palabra en nuestras vidas en cada segundo, para acordarnos de nuestro compromiso con el Evangelio y de que estamos siendo amados.

Cuando yo le pido a Dios: <<dame paciencia>>, estoy reconociendolo como la fuente de este don, de que lo necesito para vivirlo y de que debo colaborar con la gracia que ya recibo para aprovechar las ocasiones del ejercicio en orden a convertirme en un hombre paciente.

Ciertamente, la oración es para nosotros, Dios no las necesita.

María
16 de julio de 2020 a las 13:48

me ocurre que a la oración, en ocasiones, no puedo ir más que "a estar", no de forma pasiva sino a que Él me mire y yo le mire

Francisco
18 de julio de 2020 a las 18:56

Me gustó mucho el artículo. Sobre todo porque me ayuda a despejar dudas acerca de mi forma de orar.
Me siento tranquilo, gracias .

Hormias
18 de julio de 2020 a las 21:44

Sabio sto Tomás. Lo breve si breve...

Trinidad soriano
21 de julio de 2020 a las 04:24

Lo importante de la oración es con que amor la ofrecemos a nuestro DIOS no el tiempo, sino el ferbor de el ALMA

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