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No es lo mismo origen que comienzo del universo
5 comentariosSegún la ciencia, el ser humano es el resultado de una evolución, que estamos en condiciones de datar. Comenzó hace 13.800 millones de años con la aparición de la energía y de la materia, y culminó con la aparición de la vida hace unos cinco mil millones de años. A partir de esta aparición, pasando por los anímales mamíferos superiores, llegamos hace cuatro millones de años a unos primeros homínidos, y más recientemente a los humanos.
Esta respuesta que ofrece la ciencia, es susceptible de nuevas preguntas: este comienzo de la evolución, ¿a qué fue debido, por qué ocurrió, tuvo alguna causa? Lo que relata la ciencia es un comienzo, parte de una fecha (más o menos aproximada, pero una fecha). Sin embargo, la gran pregunta no es solamente cuándo comenzó la evolución, sino por qué motivo comenzó y por qué motivo ha evolucionado así.
Estas dos preguntas: ¿cuándo comenzó la evolución?, y ¿por qué motivo comenzó?, nos orientan a una interesante distinción entre origen y comienzo. Los comienzos tienen una fecha, un primer momento. El origen no tiene fecha, es una causa más allá de toda fecha. Preguntar por el origen es preguntar por la razón última. El concepto teológico de creación está estrechamente relacionado con la pregunta por el origen y no tanto con la pregunta por el comienzo. El origen hace posible una realidad, pero no tiene porqué interferir en su desarrollo. Y no interfiere porque se sitúa a otro nivel. Eso es exactamente la creación: el don de un mundo en el que las cosas y nosotros podemos ser.
Por este motivo, el Creador no manipula la realidad. Lo que hace es sostener el ser y posibilitar su desarrollo. El acto creador no deja huellas o vestigios en las cosas, porque es la razón de toda realidad. Es un Misterio que, en cuanto tal, no puede ser descrito. Un Misterio que sólo podemos atisbar por sus efectos. La creación no hace que las cosas sean así o asa; hace que las cosas existan en vez de que no existan de ningún modo. La creación es la razón desconocida y misteriosa por la que hay algo en vez de nada. Por eso el acto creador deja que el mundo funcione según sus propias leyes científicas, que las cosas se comporten conforme a su naturaleza, y no según decretos arbitrarios o caprichosos de Dios.
Al distinguir entre origen y comienzo, comprendemos que la creación hay que vincularla al origen, al hecho mismo de que exista lo real. Dios es el origen de una naturaleza que, una vez aparecida en la existencia, tiene un comienzo y un desarrollo, tiene un tiempo que puede medirse. Dios es el dador de vida, pero de una vida que tiene su propia autonomía. Una autonomía auténtica. Dios no manipula su creación. Dios es la Razón que hace posible la existencia y que la mantiene en el ser.
En suma, podemos entender el mundo como una maravillosa creación de Dios, y también como resultado de millones de años de evolución. Creación es un término teológico para indicar que todo lo que existe tiene, en última instancia, su razón de ser en el designio amoroso de Dios. Evolución se refiere a nuestra forma actual de comprender cómo ha creado Dios la diversidad biológica. Ambas consideraciones son necesarias para hacer justicia a la fe y para hacer justicia a la ciencia.