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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

23
Sep
2012

Neotenia, ¿imperfección o posibilidad?

1 comentarios

La comparación del ser humano con sus primos, los chimpancés, ha dado lugar a la noción de neotenia. La forma del cerebro del humano recién nacido es igual a la del feto de un chimpancé. Mientras el chimpancé nace acabado, el humano nace sin desarrollar. El recién nacido carece de recursos, no es capaz de sobrevivir por sí solo. Es un inadaptado, un ser inacabado. Está abierto a la novedad. Este dato biológico podría relacionarse con la lectura que hacían algunos rabinos del texto del Génesis: Dios, tras haber creado al hombre, no dice que “era bueno”. Esto indica, según estos maestros, que mientras el ganado y todo lo otro estaba terminado después de haber sido creado, el hombre no estaba terminado.

De todo esto podemos deducir varias cosas interesantes sobre el ser humano y el ser cristiano. Si el humano nace desadaptado, ¿cómo se adapta, cómo acaba de formarse, cómo accede a su identidad? Gracias a la relación con sus padres y a la relación con el entorno humano. La relación es constitutiva de su ser. El ser humano se constituye por sus relaciones y, en primer lugar, por los elementos que estructuran su grupo humano. No es posible, pues, contraponer naturaleza y cultura, ya que la cultura es natural al humano. Si esto es así, entonces la visión del mundo en la que uno crece tiene una influencia decisiva en la conformación de la personalidad. Tenemos ahí un elemento que nos permite entender la transmisión del pecado original: Adán no transmite el bien que debería haber transmitido; lo que transmite a sus descendientes es una mala mediación humana, cultural y religiosa.

Podemos hacer otra deducción: si el hombre es un sistema abierto, tiene capacidad para una evolución cuyos límites no están fijados. La lectura rabínica de la creación, que antes he ofrecido, concluye así: el hombre mismo, guiado por la Palabra de Dios, puede y debe desarrollar su naturaleza en el curso de la historia. Si el hombre ha sido creado inacabado y es él quien debe acabarse, completarse y hacerse a sí mismo, eso significa que, además de la responsabilidad del entorno, en su hacerse cuenta también su propia responsabilidad. Somos humanos, pero debemos hacernos humanos, y conquistar cada día eso que somos. Somos responsables de nuestro desarrollo. ¿Hasta dónde podemos llegar? La fe cristiana dice que podemos llegar hasta Dios. El ser humano es capaz de divinidad. Curiosamente, en lo que puede parecer biológicamente una imperfección está la grandeza de lo humano, su capacidad de ser más, su posibilidad de divinizarse.

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Martín Gelabert
24 de septiembre de 2012 a las 11:52

Por su interés reproduzco estas abservaciones que he recibido de un buen amigo, en mi correo privado. Creo que cuento con su permiso para hacerlo:

El recurso a la neotenia es ingenioso. El concepto no lo creó Gould, que fue quien lo aplicó al hombre, sino que tiene una larga historia en zoología, en concreto en biología del desarrollo. Gould hizo mucho bien, en otro orden, con su doctrina sobre el doble magisterio y la disputa con Dawkins. Aparte de sus aportaciones personales a la teoría de la evolución con su propuesta de los equilibrios puntuados.
La neotenia te lleva a la cuestión del sistema abierto. Sistemas abiertos no son sólo los hombres, sino todos los organismo, toda forma de vida en realidad. También los ecosistemas son sistemas abiertos. La fuerza de las tesis de Prigogine radica justamente en su desarrollo termodinámico de los skisgtemas abiertos o lejos del equilibrio.
Y hablando de sistema abierto dices que la evolución no tiene límites. Fue Gould quien embridó (puso límites) a la evolución. Se evoluciona desde cierto estado hacia otro estado que viene condicionado por las posibilidades del primero. Esta evolución condicionada del organismo, por ejemplo, o de una especie, fue el tema que Gould le asignó al español Pere Alberch, prematuramente desaparecido.

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