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Martín de Porres, el perro y el gato
12 comentariosMartín, hijo del español Juan de Porres y de la panameña de raza negra Ana Velázquez, fue bautizado en Lima el mismo día de su nacimiento. Falleció en Lima, a los 60 años, el 3 de noviembre de 1639, lo que explica que su fiesta se celebre el 3 de noviembre, día de su entrada en el cielo. Ignoro el motivo por el que se le impuso el nombre de Martín. Este es el nombre del considerado primer confesor de la Iglesia, San Martín de Tours, o sea, el primer santo en ser venerado con culto litúrgico sin ser mártir.
Martín de Porres tampoco fue mártir, aunque sí fue religioso como el de Tours. Y ambos fueron dos ejemplos de cercanía a pobres y necesitados. El empeño que ponía Martín de Porres en socorrer a los enfermos, en procurar comida, vestido y medicinas a los pobres, su ayuda a los agricultores, negros y mulatos que por aquel tiempo eran tratados como esclavos de la más baja condición, le valió, por parte del pueblo, el apelativo de “Martín de la caridad”, como recordó Juan XXIII en la homilía de la canonización.
En las imágenes de los santos suelen aparecer símbolos que recuerdan atributos de su vida, como una cruz, una iglesia en la mano, un libro de teología, una biblia o una custodia. Los símbolos que aparecen en las pinturas de Martín de Porres son más humildes. Fundamentalmente estos tres: frascos de remedios, como buen enfermero que era; una escoba, como humilde servidor del convento; y un perro, un gato y un ratón, que recuerda uno de sus prodigios más raros y más sonados, a saber: el que los tres comieran en el mismo plato. Y es que, cuando uno reparte amor, logra unir y reconciliar lo que parece más opuesto.
Los títulos de las dos grandes encíclicas de Francisco, Laudato si’, sobre la ecología integral; y Fratelli tutti, sobre la fraternidad universal, están inspirados en la vida de san Francisco de Asís. Ambos aspectos, el cuidado de la naturaleza y el cuidado de los hermanos, también son propios de Martín de Porres. Los santos tienen muchos rasgos en común, porque santo es el que quiere identificar su vida con la de Cristo.
Martin de Porres se habría sentido cómodo con la última encíclica de Francisco. Fratelli tutti tiene aplicaciones en todos los grupos cristianos. También en la familia y en la vida religiosa, a la que tanto amó Martín de Porres. En nuestras comunidades decimos que todas y todos somos hermanos. ¿De verdad? ¿De verdad es este nuestro signo distintivo? Me temo que, a veces, nos comportamos unos con otros como el perro y el gato, que evoca la idea de dos personajes que se llevan mal por naturaleza. La imagen de Martín de Porres, logrando que el perro y el gato coman juntos en el mismo plato, haciendo posible que los distintos puedan estar en comunión, debería ser motivo de reflexión para tantas y tantos que se dicen hermanos. Para que este decir no sea una frase sino una realidad.