Sep
Lo que uno escribe y lo que le publican
3 comentariosSirva este post de desahogo. Se me ha ocurrido releer un artículo mío que publicó una revista de una Universidad no española y de pronto me he quedado sorprendido ante alguna frase. He comprobado mi texto original y, como yo imaginaba, la frase estaba escrita de otro modo. No es el único caso. Incluso una de mis últimas colaboraciones en un libro que tengo la impresión de que ha tenido buena venta, sufrió una serie de correcciones por parte del editor, que me dejaron muy disgustado. Me pidieron hace unos meses un cursillo sobre la temática de esta publicación y, en vez de recomendar a mis oyentes el libro donde estaba publicado, les entregué una copia de mi texto original.
Los editores se permiten, en ocasiones, modificar hasta el título del trabajo y, con más frecuencia, alguna frase. Recuerdo un escrito sobre María en el que tras poner entre paréntesis una serie de advocaciones, el editor suprimió algunas y añadió otras que le debían gustar más. Otro ejemplo más llamativo: en un artículo sobre el martirio se me ocurrió escribir que el cristiano estaba a favor de la vida y del entendimiento entre las personas; por tanto, si bien los mártires merecen todo honor y toda gloria, un cristiano está en contra del martirio. Al piadoso editor no le gusto la idea y la borró. Ante esta tiranía del editor hay muy poco que hacer. Bueno, los grandes escritores o los grandes autores quizás puedan hacer algo, siempre que les permitan corregir su texto antes de la publicación, y no se lo envíen ya publicado sin que ellos hayan podido leerlo antes.
En mis primeras publicaciones la situación era todavía peor. Porque entonces no se entregaban los textos en un documento Word para que el editor pudiera manipularlo fácilmente. Entonces los textos se entregaban escritos a máquina y el impresor debía copiar y escribir de nuevo todo el texto. Recuerdo un artículo sobre tema ecuménico que salió lleno de erratas. Las disculpas que recibí no sirvieron para que las erratas desaparecieran. También recuerdo otro libro en el que, de pronto, desaparecieron dos líneas. Dos líneas no son muchas, pero el párrafo no se entiende correctamente.
Esas cosas que cuento son minoritarias. Gracias a Dios. Pero son desagradables. Menos mal que la mayoría de mis escritos están correctos y los errores de los que hablo los notan pocos lectores. Más aún, se dice que el buen lector corrige al mal escritor. Seguramente es así en algún caso, pero en los casos de los que me estoy lamentado lo justo es decir que el buen lector corrige al mal impresor o al mal compositor.