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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

30
Oct
2018

Lo que no hay detrás de un coche fúnebre

1 comentarios
eternidadazul

“Nunca he visto un camión de mudanzas detrás de un coche fúnebre”. Esta frase la utilizó el Papa Francisco, en una de sus homilías, para recordar que las riquezas acumuladas, en el momento decisivo de presentarnos ante el Señor, no sirven de nada. Quizás incluso pueden ser un obstáculo, o un motivo para que el Señor nos regañe, posiblemente con cariño, dejándonos claro que el dinero ni da la felicidad en este mundo ni sirve para comprar la eterna.

Detrás de un coche fúnebre hay personas apenadas. Si son cristianas, es de esperar que estén también esperanzadas. Más aún, es de esperar que den gracias a Dios por la vida del difunto. Esta acción de gracias será tanto mayor cuanto más generosa haya sido la persona que nos deja. Porque lo que de verdad queda de cada uno es el amor que haya repartido. El amor se reparte con palabras y cercanía, pero también reparte amor el que ayuda a los necesitados y comparte lo que tiene con los cercanos y los lejanos. Puesto que la vida de un cristiano es motivo de acción de gracias, la Iglesia celebra en fechas seguidas a todos los santos y a los fieles difuntos.

Si santos son lo que participan de la santidad de Dios, y si los difuntos son los que ya han entrado en este lugar donde nos espera el Amor verdadero y en el que ya no se muere más, entonces en estas dos fechas litúrgicas casi celebramos lo mismo. De hecho, mucha gente se acerca a los cementerios el día uno de noviembre, en la fiesta de todos los santos. Implícitamente este honrar a los difuntos el día de todos los santos es un modo de intuir que ellos están ya en el ámbito de la santidad, del encuentro con el único Santo, que es fuente de toda santidad.

Detrás de un coche fúnebre no hay un camión de mudanzas, porque para entrar en el cielo basta el amor. Lo demás sobra. El amor es fuente de vida y alegría. Las riquezas suelen ser motivo de preocupación, de discusión y, muchas veces, de enemistad. Eso, cuando no son resultado de la injusticia. El amor, por el contrario, borra los pecados, acerca a los enemigos, alegra a los amigos, une con Dios. Une sí, y nos identifica con Dios, porque el que ama ha nacido de Dios. Este convencimiento puede ser una buena manera de celebrar el día de todos los santos y el día de los fieles difuntos.

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Areté
30 de octubre de 2018 a las 15:01

Sugerente artículo, fr. Martín.
«Detrás de un coche fúnebre hay personas», y, en efecto, «todo lo demás sobra». Estas dos frases condensan lo que se entiende como 'pedagogia mortis'.

Aquí van unas pregunta que le hago: ¿Somos santos porque vivimos-morimos o vivimos-morimos para ser santos? ¿Es posible hablar de una santidad espacio-temporal? Y si lo fuese, ¿Cómo se concretaría?, ¿la muerte no sería más que un paso intermedio en nuestro caminar hacia la santidad plena?

Parece evidente que la propuesta de Dios al hombre, es una propuesta de santidad, de coherencia de vida (vivida desde la imperfección (muerte) de lo creatural). Lo que nos lleva a afirmar que santidad y muerte van de la mano, que es desde la muerte (imperfección, corrupción, contingencia) desde donde nos abrimos a la santidad, desde donde nos santifica Dios.

Dicho lo cual, creo que primero se tendría que celebrar o rememorar el día de los fieles difuntos, esto es, el día de los que han muerto; el día de la muerte, porque eso somos. El día de todos los santos vendría después, como manera de celebrar que estos muertos en la muerte, en la corrupción absoluta, son hechos santos plenamente en Dios Nuestro Señor. Si se resucita en la santidad, es decir, en Cristo; y no en la muerte, entonces, la muerte (¿como medio?) conduce a la santidad plena. Así lo leemos en el Evangelio de Mateo: «Se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron», Mt 27, 52.

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