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Literatura para una buena pastoral
3 comentariosEste pasado verano el Papa Francisco escribió una carta sobre el papel de la literatura en la formación de los sacerdotes, de todos los agentes de pastoral, así como de cualquier cristiano. Me temo que ha pasado desapercibida para muchos de aquellos a quienes se dirige. ¿Cuántos sacerdotes, catequistas, agentes de pastoral conocen esta carta? Las revistas y páginas digitales de información religiosa no se hicieron mucho eco de ella. En el fondo, aquello que mueve a la reflexión interesa poco, solo importan las noticias llamativas, por no decir escandalosas.
El Papa hace notar que más vale leer una buena novela, que pasar las horas delante del televisor que, además de ofrecer imágenes violentas y poco recomendables, también ofrece noticias venenosas y superficiales. Además, las historias que se proyectan en las pantallas no ayudan a pensar, pues todo aparece explícito y resuelto. Por el contrario, la lectura de novelas y poemas ayuda a pensar y, por tanto, a la maduración personal. En la lectura de un libro, el lector es activo; en cierta forma, él reescribe la obra, la reescribe con su imaginación y, en ocasiones, ve allí proyectada su propia historia llena de dramatismo y simbolismo.
Los Papas posteriores al Vaticano II han insistido en que una fe que no se hace cultura es una fe no suficientemente acogida, ni fielmente vivida, ni adecuadamente pensada. Pues bien, para un creyente que quiera sinceramente entrar en diálogo con la cultura de su tiempo, o simplemente con la vida de personas concretas, la literatura se hace indispensable. Pues la literatura y el arte expresan la naturaleza propia del ser humano, presentan las miserias y alegrías de los hombres, sus necesidades y sus capacidades. ¿Cómo hablar al corazón de las personas si ignoramos sus miserias, alegrías y necesidades?
La Iglesia debe ir al encuentro de las culturas, y eso lo consigue muchas veces gracias a la literatura. Ella nos ayuda a mirar con la mirada de otro, con los ojos de los demás y, por tanto, nos libera del solipsismo ensordecedor y fundamentalista que consiste en creer que solo una específica gramática histórico-cultural tiene la capacidad de expresar toda la riqueza del Evangelio. El Papa dice que muchas de las profecías catastrofistas que hoy intentan sembrar la desesperanza, tienen su origen en creer que sólo hay un único lenguaje capaz de expresar la revelación y anunciar el Evangelio. Precisamente el contacto con diferentes estilos literarios y gramaticales nos permite profundizar en la polifonía de la Revelación, sin reducirla a las propias necesidades históricas o a las propias estructuras mentales.
Las palabras del poeta son palabras de anhelo, puertas abiertas al infinito, llaman lo innominado, se alargan a lo inasible, captan lo que va más allá de la superficie de la experiencia. La poesía y el arte pueden abrirnos al infinito, pero no darnos el infinito. La palabra poética llama a la Palabra de Dios.