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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

20
Mar
2011

Las grandes amistades

4 comentarios

Los santos nunca han sido personas solitarias, pues todo el que irradia amor (y eso es la santidad) fácilmente encuentra a otras personas dispuestas a acoger su amor. Más aún, cuando uno da amor, suele encontrar a otros que quieren responderle con amor. Así surge la amistad, que es la meta a la que tiende todo amor: una relación entre iguales en la que uno da y recibe, en la que se comparte lo mejor de uno mismo. Entre los santos hay amistades famosas: la de San Francisco de Asís y santa Clara, o la de San Francisco de Sales y santa Juana Francisca de Chantal. También se puede citar la amistad de Santo Domingo con Cecilia Cesarini o la del beato Jordán de Sajonia con Diana de Andaló. En amistades como estas se llega a una relación y comunicación muy profunda, dado que se comparte lo mejor que uno tiene, que es la experiencia de Dios. Esta experiencia siempre une. Por eso, a veces, yo he dicho que los mejores amigos se encuentran dentro de la Iglesia, en el seno de la comunidad cristiana.

Estas amistades entre los santos no tienen nada de extraordinario. Solo se sorprenden de ellas los que parten de una idea distorsionada de la santidad y se imaginan que las vidas de los santos transcurrían en el mejor de los mundos, falsamente identificados con lo idílico y lo espiritual, porque se piensa que allí está lo incontaminado y puro. Y sin embargo, una caricia puede ser más pura y mejor expresión de amor, que la mayoría de nuestros “amores en Cristo Jesús”, que de amores tienen poco y mucho de palabras vacías. La auténtica amistad implica toda la realidad de los amigos e incluye, por tanto, las dimensiones físicas y la atracción que produce lo físico.

Los dominicos cantamos que Santo Domingo era “ideal de castidad”. Pero Santo Domingo, en el momento de su muerte, tras confesar que gracias a Dios había guardado la castidad durante toda su vida, añadió que siempre le había atraído más tratar con mujeres jóvenes que con mujeres mayores. Los santos son personas muy normales. Precisamente porque son normales no son nada reprimidos. Santidad y represión son incompatibles; dígase lo mismo de vida religiosa y represión. Y hay mucha represión por ahí: la que uno se impone y la que desgraciadamente a veces imponen los demás.

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JM Valderas
21 de marzo de 2011 a las 11:03

Querido Martín, no sé si a tí el título te lo ha sugerido el libro de Jacques y Raïssa Maritain, Les grandes amitiés. Además de esa gavilla de "parejas" maravillosas, santas, que citas hay otras amistades que, como las del libro mencionado, sirven también de ejemplo atractivo. Reunido el grupo de amigos en torno a Sertillanges, lograron crear un grupo de intelectuales católicos que se convertiría en la espina dorsal de la renovación del catolicismo francés, modelo para el laicado de otros países. Muchas veces la amistad entre gentes movidas por una misma idea (difusión de la doctrina de Cristo y su Iglesia, en este caso) constituye el elemento catalizador de la acción por encima de la propia convergencia de pensamiento.

Lucía
22 de marzo de 2011 a las 16:38

Hola, muy bien escrita la entrada.
Hoy me ha llegado la página, me podrían decir ¿de dónde obtienen las direcciones electrónicaso?.
Gracias, un saludo.

Marrisadd
29 de marzo de 2011 a las 00:55

Yo creia que era posible la amistad entre un hombre y una mujer.creía que era posible, como fueron posibles las relaciones de amistad entre estas "parejas espirituales",podía ser,eso creia yo,hasta que apareció el interés sexual, ahí se rompió la amistad.Triste,perdí un amigo.

Valero
29 de julio de 2023 a las 11:08

Añadiendo otra santa amistad, cito aquí la de Santa Teresa y San Juan de la Cruz. Y digo "santa amistad" porque toda amistad es santa ya que es una consecuencia del amor entre iguales, y allá donde hay amor, Dios está presente. Me ha encantado tu comentario Martín y lo asumo al cien por cien.

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