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La decepcionante misión del Mesías
4 comentariosEl lunes de esta semana de Adviento, el evangelio de la Eucaristía ha narrado la historia de un paralítico descargado desde la azotea hasta el lugar donde estaba Jesús. Jesús realiza con esta persona lo que el ángel había anunciado a José: “él salvará a su pueblo de los pecados” (Mt 1,21). Efectivamente, cuando Jesús se encuentra con el paralítico le dice: “Hombre, tus pecados están perdonados” (Lc 5,20). No era eso lo que se esperaba el enfermo, ni tampoco sus portadores. De ahí la pertinencia de la pregunta: ¿qué clase de salvación aporta Jesús? El nombre de Jesús significa “Yahvé salva”. En la aparición a José, el mensajero divino aclara en qué consiste esta salvación: “el salvará al pueblo de sus pecados”.
El Papa, en su libro sobre la infancia de Jesús, que tantos comentarios ha suscitado, escribe que la misión salvífica que el ángel asigna al niño tiene un alto contenido teológico, pues sólo Dios puede perdonar los pecados. Pero, por otro lado, añade, “esta definición de la misión del Mesías podría parecer decepcionante. La expectación común de la salvación estaba orientada sobre todo a la situación penosa de Israel: a la restauración del reino davídico, a la libertad e independencia de Israel y, con ello, también al bienestar material de un pueblo en gran parte empobrecido. La promesa del perdón de los pecados parece demasiado poco y a la vez excesivo: excesivo porque se invade la esfera reservada a Dios mismo; demasiado poco porque parece que no se toma en consideración el sufrimiento concreto de Israel y su necesidad real de salvación”.
Este planteamiento no ha perdido un ápice de actualidad: ¿qué clase de liberación aporta el Evangelio? ¿La salvación que trae Jesús me va a dar a mi de comer? ¿Responde Jesús a las expectativas de las personas? Hoy la gente no se siente oprimida por sus pecados, sino por su penuria, por la falta de libertad, por la miseria de la existencia. Al afirmar la prioridad del perdón de los pecados como fundamento de toda verdadera curación del hombre, Jesús nos está señalando dónde están nuestros verdaderos intereses: en la relación con Dios. Si esta relación se quiebra, todo está perdido. Pero al mandar al paralítico, ya curado de sus pecados, que tome la camilla y eche a andar, nos está llamando a ser nosotros su mano generosa para asistir y atender a tantas personas necesitadas con las que nos encontramos. En este último año, “Caritas” ha aumentado considerablemente las ayudas a personas en extrema necesidad, porque también se trata de eso: de hacer andar al paralítico.