Jul
Joaquín y Ana, abuelos de Jesús
3 comentariosJesús de Nazaret, como todos los seres humanos, tuvo abuelos, tanto por parte materna como paterna. Algún dato del abuelo paterno lo podemos encontrar en los evangelios canónicos: según el evangelio de Mateo (1,16), Jacob sería el nombre del abuelo de Jesús, aunque según el evangelio de Lucas (3,23), el abuelo se llamaba Helí. Sobre los abuelos maternos no hay datos en los evangelios canónicos, aunque una tradición muy difundida (que tiene su origen en el evangelio apócrifo de Santiago), dice que los padres de María (la madre de Jesús) se llamaban Joaquín y Ana. Las Iglesias católica, ortodoxa y anglicana han dado este dato como bueno, hasta el punto de que el calendario litúrgico de la Iglesia católica celebra la fiesta de San Joaquín y Santa Ana el 26 de julio.
Lo interesante de estos datos es que reafirman la verdadera humanidad de Jesús. Como todos los humanos, Jesús tuvo una familia. Sin duda, el ambiente familiar influyó en la formación del niño. En su carácter se reflejarían, como en todos nosotros, rasgos de su familia. Si nos atenemos a la personalidad de Jesús, tenemos que afirmar que su familia tuvo en él una influencia positiva. Criaron a un niño lleno de valores, amante de Dios y de los hombres. La Iglesia hace bien en recordar a esos abuelos de Jesús, porque es también una manera de recordar que los abuelos son, con frecuencia, depositarios y testimonio de los valores fundamentales de la vida. Más aún, en esta sociedad secularizada, que es la nuestra y es la que hay, en muchas familias, ellos transmiten (a veces mejor que los propios padres) la fe y el amor de Dios a los nietos.
En nuestras sociedades, supuestamente avanzadas y desarrolladas, algunos abuelos son utilizados para cuidar de los nietos y, cuando se hacen muy mayores, son recluidos en residencias, alejados de la familia. No se puede generalizar, pero no siempre los ancianos son bien tratados por sus propios descendientes. Desgraciadamente, hay ocasiones en donde sólo importa la herencia y poco más. No conviene olvidar eso que dice la carta a los Efesios (6,2-4): “Honra a tu padre y a tu madre, tal es el primer mandamiento que lleva consigo una promesa: para que seas feliz y se prolongue tu vida sobre la tierra”. Cuando los ancianos son cuidados en su propia casa, los hijos viven largos años. Porque ellos no son material de deshecho. No son el pasado. En todo caso, son el presente sobre el que se cimienta nuestro porvenir. Si no cuidamos nuestro presente, no sólo nos quedaremos sin él, sino que tampoco tendremos ningún futuro.