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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

19
Ene
2012

Hijos de Dios, ¿también los abortistas?

6 comentarios

Me escribe un amable e inteligente lector y me cuenta: cada vez que se dice que “todos somos hijos de Dios”, oigo enseguida a otros que replican: “¿cómo va a ser hijo de Dios, igual que yo, un terrorista, un violador, o una abortista? En todo caso, serán criaturas de Dios, pero nunca hijos”. Añade: los que así argumentan se basan en algunos textos bíblicos que dicen que hijo de Dios es quien cumple la voluntad de Dios. Incluso la Escritura contrapone los hijos de Dios a los hijos del diablo.

La mayoría de las grandes palabras cristianas tienen un sentido análogo, o sea, se pueden decir de distintas realidades, pero no en el mismo sentido. Así, por ejemplo, “Palabra de Dios” sólo se aplica en sentido pleno a Jesucristo, pero, igualmente decimos que la Biblia es palabra de Dios; más aún, la creación es también una palabra de Dios. Algo parecido ocurre con el término hijo de Dios. Propiamente, el Hijo de Dios es Jesucristo. Pero los cristianos confesamos en el Credo que Dios es Padre y, como repite el Magisterio reciente, Padre de todos los hombres. Por tanto, todos los seres humanos son no sólo criaturas, sino hijos de Dios. Esta filiación común de todas y todos es el fundamento de la fraternidad universal. Todos merecen mi respeto y mi consideración porque todos son mis hermanos.

En la Biblia, el término hijo se aplica a distintas situaciones: los constructores de la paz o los que aman a sus enemigos son hijos de Dios. Pero, sobre todo en los escritos de Juan y Pablo, hijo de Dios se dice de aquellos que se dejan guiar por el Espíritu de Dios. Así se quiere indicar que la paternidad divina pide una respuesta filial, puesto que la plenitud del amor está en la reciprocidad. En este sentido sólo los que aman a Dios pueden ser llamados plenamente hijos de Dios, del mismo modo que sólo los que aman al prójimo son hermanos en plenitud. Pero los que no aman, también son hijos o hermanos y yo debo considerarles y tratarles como tales, aunque ellos no se comporten como lo que son. Cosa distinta es que, según como sean o actúen mis hermanos, yo tenga más o menos confianza con ellos, o entienda que su trato es más o menos fraterno conmigo, o más o menos filial con el Padre.

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¡Bon voyage!
19 de enero de 2012 a las 09:58

Nunca me ha sonado extraño oír que todos somos hijos de Dios, hasta que observé gente que perdía la calma y se ponía nerviosa para a continuación precisar a modo de línea de separación lo que es e implica ser hijo de Hijo.
No puedo ocultar que tras esta puntualización lo que se escondía era una cierta condena quizá inconsciente a quien no merecía “ser hijo de Dios”. Quizá bien mirado de esa forma nadie podríamos ser hijos de Dios.
Si hay alguien que no es hijo de Dios, ¿se atreve alguien a decir que Dios no es su Padre? ¿Puede alguien afirmar de un ateo que Dios no es igual de Padre que de alguien realmente piadoso?
Magnífica la aclaración del sentido analógico de esta expresión así como otras muchas. Porque si ese lenguaje lo tuviéramos presente más a menudo, nos evitaríamos muchos problemas e incluso seríamos más caritativos y solidarios.

Martín Gelabert
19 de enero de 2012 a las 14:37

En facebook me preguntan qué tiene que ver la existencia de Dios con el sufrimiento y dolor de tantos niños muertos por el hambre, por ejemplo. Ofrezco aquí mi respuesta porque creo que contribuye a clarificar la cuestión que se plantea en el post: Evidentemente, la pregunta por el sufrimiento y el dolor es totalmente pertinente y la teología debe entrar en ella. Pero en el post se trata de otra cosa: de si sólo se puede considerar "hijos de Dios" a los justos. Por eso he exagerado la cuestión con un título provocativo. También esos son hijos de Dios, también los responsables del hambre en el mundo son hijos de Dios; eso sí, son hijos rebeldes, degenerados y todo lo que se quiera. La Escritura habla de los hijos degenerados que se portaron mal con él, se portaron mal con el Padre y con sus hermanos. Y esos comportamientos, a veces, claman al cielo.

Joaquín
19 de enero de 2012 a las 16:48

En la oración principal que Jesús nos enseñó, pedimos perdón a Dios por nuestras ofensas, "así como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden". No veo justo ni legítimo que entremos a valorar si este, ese o aquel hace mal, cuando el más grande ofensor de Dios lo tenemos muy cerca, que somos nosotros mismos. Dios perdona, porque hacemos mal, igual que un padre perdona las faltas de sus hijos. No por hacer mal se pierde la condición de hijo.

Un amigo
24 de enero de 2019 a las 17:52

Muchas gracias por "recordar" antiguos post, que nunca pasa de moda. Y que no conviene olvidar

blanca.rosa.7@hotmail.com
25 de enero de 2019 a las 18:57

No es a mi a quien le toca juzgar.. para juzgar está Dios.. además el mismo lo dice en su palabra... ¿Quien eres tú para juzgar al criado ajeno?
Así que no es a mi a quien me toca..
Pienso que esas personas tienen también derecho al arrepentimiento.

M. Pilar Anaya
6 de julio de 2023 a las 12:05

Tras la lectura, me viene a la memoria, esta frase que nos decía un gran Sacerdote, profesor de Teologia: el amor es natural al hombre; "el que da no se equivoca"

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