Dic
Ha brotado una rosa
2 comentariosAsí titula Walter Kasper uno de los apartados de su libro “La Misericordia”, ese libro que el Papa Francisco elogió en una de sus primeras intervenciones públicas. Kasper se inspira en una antigua canción navideña alemana del siglo XVI, que traducida suena así: “Ha brotado una rosa… en mitad del frió invierno a media noche”. Una pequeña rosa en mitad del invierno, y además a media noche. Esta rosa, nacida en tan extrañas y difíciles circunstancias, recuerda el vaticinio del profeta Isaías (11,1): “saldrá un vástago del tronco de Jesé (= el padre del rey David), y un retoño de sus raíces brotará”. De un tronco truncado, en apariencia muerto e inútil, brotará de modo prodigioso un vástago.
La rosa que brota en mitad del frío invierno a media noche, es una buena imagen de la maravilla que acontece en Navidad: dónde no es posible humanamente que nazca la vida (en el frío invierno o de una mujer virgen), Dios suscita de modo prodigioso una Vida con mayúsculas, una rosa destinada a ser “la luz que nace de lo alto, para iluminar a todos los que habitan en tinieblas y en sombras de muerte” (Lc 1,78-79). Esta Vida nace en la noche del invierno precisamente para iluminar la noche del mundo. Este nacimiento trastorna todas las expectativas normales: el Salvador no nace en un palacio, sino en un establo; y los primeros que le reconocen son unos pobres pastores, gente marginada y despreciada. Nace sin hacer ruido (aunque luego su voz será potente y poderosa), a media noche, tal como lo anunciaba el libro de la Sabiduría (18,14): “Cuando un silencio apacible lo envolvía todo y la noche llegaba a mitad de su carrera, tu palabra omnipotente se lanzó desde el trono real de los cielos”.
Estar rosa, naciendo en tan complicadas circunstancias, anuncia ya las dificultades por las que tendrá que pasar Jesús para ser acogido, unas dificultades de tal calibre que terminaron en el rechazo total, en la cruz. Pero también ahí, en el frío invierno de la cruz, había signos de esperanza. Esta esperanza comenzó y se anticipó en el pesebre de Belén: allí, el Dios que muchas veces se nos antoja lejano, emerge del silencio, despierta en mitad de la noche del mundo y nos comunica la gracia y la verdad. Todavía hay esperanza para este mundo frío y oscuro, que es el nuestro, si somos capaces de volver nuestra mirada hacia este rayo de luz y de amor que aparece en Belén.