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¿Faltan sacerdotes? ¡O sobran!
7 comentariosDesde que el Cardenal Rouco levantó la voz de alarma en la última reunión plenaria del episcopado español a propósito de la falta de sacerdotes residentes en la mitad de las parroquias españolas, la prensa se ha hecho eco, desde distintas perspectivas, de este problema: unos hablan de pocos, pero buenos; o dicen que importa más la calidad que la cantidad. Hay quien recuerda que antes se decía que no asistir a la eucaristía dominical era pecado, mientras ahora los obispos no proveen para que haya eucaristía en todos los lugares, y se aprovecha para volver sobre el tema de las ordenaciones de varones casados o de mujeres.
La solución debe comenzar por formar comunidades cristianas vivas, fraternas, inquietas, responsables, preocupadas. Que sean ellas las que reclamen presbíteros. Y si son ellas las que los necesitan y los reclaman será fácil que de la misma comunidad salgan vocaciones para este servicio. Porque mientras el acento se ponga en el número, aquí como en todo, caben diversas consideraciones. Si se trata de buenos sacerdotes, siempre faltan. Pues si, por un inesperado milagro, hubiera muchos buenos sacerdotes, también faltarían, porque lo bueno nunca es suficiente y siempre es mejorable. Cuanto más bien hay, más bien se desea.
Cuando se dice que faltan hay que preguntar dónde, por qué y para qué. Hay lugares donde si no sobran, al menos podrían desprenderse de algunos. En otros lugares los sacerdotes ocupan funciones administrativas que podrían y deberían hacer perfectamente los seglares. Hace ya cientos de años Gregorio Magno decía que había muchos sacerdotes, pero faltaban sacerdotes que se dedicasen a cumplir dignamente con su ministerio. Igualmente, decía Gregorio Magno, sobran candidatos al episcopado; lo peor es que cuando lo consiguen no cumplen con el ministerio de la predicación propio del Obispo. Se dedican a otras cosas.
A veces el episcopado se confiere solo por motivos políticos o de dignidad humana: es el caso de los Nuncios. Y cuántos presbíteros ejercen funciones muy dignas pero no ministeriales: directores de Colegios, profesores de matemáticas, administradores de diócesis o de instituciones de la Iglesia. Visto así, sobran sacerdotes.