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Esperanza definitiva
4 comentariosLa esperanza cristiana tiene la misma estructura que la esperanza humana. Aunque, ciertamente, el objeto de la esperanza cristiana es Dios mismo. Lo que finalmente esperamos los cristianos no es solo vivir más y mejor, es vivir con Dios y en Dios. Por eso, el Credo de la fe cristiana termina en la esperanza: esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Esta esperanza cristiana está bien fundamentada. No es una vana ilusión. Se apoya en el poder y en la misericordia de Dios. Si en Jesucristo, Dios nos ha manifestado el poder que tiene de resucitar muertos y el gran amor que tiene por todos y cada uno de nosotros, entonces es lógico esperarlo todo de él.
Amar a alguien es decirle: “yo quiere estar siempre contigo”. A partir de ahí se comprende que el amor de Dios sea fuente de vida eterna: Dios quiere estar siempre con aquellos que ama. Por otra parte, los que creemos que Dios está en el origen de toda vida, tenemos ahí un buen argumento para confiar en el poder de Dios, pues si Dios puede sacar vida de donde hay, por el mismo poder puede devolvernos la vida. Nacer es “aparecer”. Antes de nacer yo no era. Al nacer se ha producido en salto del no ser al ser. ¿Por qué este salto no puede repetirse en el momento de mi muerte? ¿Por qué lo que ya ha ocurrido una vez, no puede volver a ocurrir?
Esta esperanza cristiana en la resurrección de los muertos, esta esperanza en vivir con y en Dios para siempre, no es un motivo para cruzarse de brazos, sino un acicate para querer que ya, aquí y ahora, en nuestra realidad y en nuestro mundo, la voluntad de Dios se cumpla. Y la voluntad de Dios es vida y amor para todos. Dios quiere no sólo un futuro para cada uno de sus hijos e hijas, sino también un presente lleno de vida. Por eso, la esperanza en Dios es un motivo para luchar por un mundo mejor en el que los seres humanos encuentren motivos para vivir y para esperar. Sin un presente bueno, sin este esfuerzo por construir un mundo en el que se respete la dignidad de todas y todos, sin este presente, digo, la esperanza cristiana se convierte en un falso consuelo.