Jul
En la vejez no me abandones
7 comentariosEl mensaje del Papa Francisco para la cuarta jornada mundial de los abuelos y mayores, que este año se celebra el 28 de julio, tiene como lema: “en la vejez no me abandones”. Se trata de una suplica al Señor sacada del salmo 71: “no me rechaces ahora que soy viejo, no me abandones cuando decae mi vigor”. Esta suplica, en cierto modo, conjuga dos aspectos no necesariamente contradictorios que embargan a muchas personas mayores, sobre todo si son creyentes: por una parte, la certeza de la cercanía de Dios en cada etapa de la vida y, al mismo tiempo, el miedo al abandono, particularmente en la vejez y en el momento del dolor.
No es difícil comprobar que la soledad es la amarga compañera de la vida de muchas personas mayores. Por fortuna hay también hijos, nietos y familias que no abandonan a sus mayores, les acompañan y les cuidan en su propia casa, les aman de verdad. A ellos y no a la herencia que pueden dejar. No es menos cierto que, en ocasiones, las personas mayores están solas porque sus hijos se han visto obligados a emigrar o porque unos gobernantes insensatos les han obligado a ir a la guerra y allí han muerto, no se sabe muy bien si por la patria o por la ambición de unos políticos que nunca se pondrán al frente de sus ejércitos en primera línea de batalla.
Si hoy Jesús tuviera que repetir esa palabra sobre los niños: “dejad que se acerquen a mí”, es posible que, en vez de niños, hablase de ancianos: “dejad que los ancianos se acerquen a mí”. Porque los niños, en la sociedad en que se movía Jesús eran personas marginadas, consideradas inútiles por improductivas. Abundaban tanto, que sobraban y estorbaban. Hoy, en nuestras sociedades occidentales, se han convertido en los reyes y princesas de la casa. Por el contrario, en tiempo de Jesús, los ancianos eran escasos y muy respetados, se consideraban un ejemplo para todos y se admiraba su sabiduría. Hoy, los ancianos abundan, sobran, son los que ocupan socialmente el puesto de los niños en tiempos de Jesús. La palabra de Jesús sobre los niños es una palabra de solidaridad con la marginación. Sacada de su contexto social puede desvirtuarse. Por eso digo que, en el contexto de hoy, quizás Jesús la aplicase a los ancianos, sobre todo a esos ancianos abandonados, solitarios, nostálgicos de amor.
Nuestros mayores merecen gratitud. Seamos o no conscientes, todo lo que tenemos lo hemos recibido. Tener conciencia de ello es signo de lucidez. Ser agradecido es signo de grandeza de espíritu. Los mayores no son el pasado. En todo caso son el presente sobre el que se cimienta el porvenir. Si no cuidamos nuestro presente tampoco tendremos ningún futuro.