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El volcán de La Palma y otras tragedias
3 comentariosTras el derribo de la Iglesia de Todoque por el volcán que ha conmocionando no solo a la isla de La Palma, sino a todas las personas de buena voluntad, el obispo de Tenerife, Don Bernardo Alvarez, se apresuró a declarar: “Ojalá se hubiese demolido solo la Iglesia y todo el resto del barrio hubiese quedado entero”. Los obispos españoles han manifestado su “solidaridad en el dolor con las numerosas personas que han perdido techo, tierra y trabajo”. También el Papa ha expresado su solidaridad con los afectados por la erupción del volcán. Todas las delegaciones de “Caritas” están trabajando a fondo para ayudar a las personas que han perdido sus casas y sus bienes como consecuencia de la explosión del volcán. En bastantes parroquias han hecho ya o tienen previsto hacer colectas especiales y enviar lo recaudado a La Palma. Son algunos de los muchos gestos de solidaridad y cercanía en estos momentos difíciles para los habitantes de La Palma.
El pasado mes de agosto hubo un terremoto en Haití, que dejó centenares de muertos y a muchas personas a la intemperie. Allí sigue habiendo mucha gente necesitada y la ayuda internacional es escasa. Son muchos los lugares donde las personas necesitan ayuda debido a catástrofes naturales. Desgraciadamente son muchos más los lugares donde la gente sufre, no por causas naturales, sino por el egoísmo, la ambición y la maldad humana.
¿Qué podemos hacer ante tantas tragedias? Lo que no debemos hacer es sentirnos impotentes porque no podemos llegar a todo o porque es poco lo que podemos hacer. Este poco es importante. Porque, como a veces se dice, grano a grano se va haciendo granero. El gesto que tenemos con unos es una muestra de nuestra solidaridad para con todos. La ayuda concreta a una persona, de una u otra manera, tiene una repercusión universal. Hay un proverbio hebreo que dice que quién salva una vida, salva al mundo entero. Teresa de Calcuta decía: “si no puedes alimentar a un centenar de personas, alimenta a una sola”.
No podemos limitarnos a ser simples espectadores. El bien que hacemos, aunque sea poco, es como una honda expansiva que va extendiéndose cada vez más lejos, aunque no seamos conscientes de ello. No podemos estar en todas partes. Pero sí podemos estar en una. En la que estemos, seamos solidarios, acompañemos al triste, compartamos con el necesitado. Uno sólo no puede ocuparse de multitudes, pero puede ocuparse de una persona y después de otra.