Sep
¿El Señor pone fin a la guerra?
4 comentariosLos que tenemos la buena costumbre de rezar con el breviario casi nos sabemos los salmos de memoria. Pero a veces hay alguna frase, petición, exclamación o invocación que, aunque la hayamos oído muchas veces, de pronto nos sorprende. Es lo que me ocurrió a mi hace unos días al rezar de este modo con el salmo 45: “Venid a ver las obras del Señor, las maravillas que hace en la tierra: pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe, rompe los arcos, quiebra las lanzas, prende fuego a los escudos”. El texto no necesita ninguna actualización, porque es perfectamente aplicable a la actualidad.
El problema es que la guerra sigue estando muy presente en distintos puntos del orbe y que las lanzas de hoy, o sea, los fusiles, los tanques y los misiles, siguen funcionando para mal. En realidad, nunca han funcionado para bien, pero al menos si estuvieran parados no harían tanto daño como estando en manos de los guerreros de hoy. Esos guerreros que no van a la guerra, que no se ponen al frente de ningún ejército, sino que bien pertrechados en sus refugios mandan a otros a la guerra. En las guerras, la inmensa mayoría sufre las penosas consecuencias de las decisiones que toman unos pocos.
Que las guerras sigan no significa que el Señor no realice obras maravillosas. Significa que los seres humanos obstaculizamos la acción de Dios y no cumplimos su voluntad. Porque el Señor cuenta siempre con nuestra libertad. Y sus buenas obras y sus maravillas las realiza a través de la mediación de la bondad de las personas. Las constantes llamadas del Papa para que cesen las guerras, la ayuda que muchas personas ofrecen a los heridos y a los desamparados por causa de las guerras, y los buenos oficios diplomáticos de quienes buscan algún tipo de entendimiento entre los contendientes, son los modos por los que Dios muestra hoy su bondad.
Es posible que los esfuerzos diplomáticos den algún resultado si los contendientes ven en ese resultado algún beneficio. El conflicto se terminará cuando los contendientes vean que continuarlo les perjudica mas que proseguirlo. Les perjudica más a ellos, a esos guerreros que no dan la cara, a esos que están bien protegidos en sus fortalezas. Porque a los que envían a la guerra les perjudica siempre. Los guerreros son egoístas y malos por naturaleza. Desgraciadamente, el malvado tiende a parar el mal cuando ve que el mal empieza a perjudicarle a él. Ahí está la habilidad de los diplomáticos: en saber ofrecer razones egoístas que contenten al malvado o le hagan ver que el mal que provoca corre el riesgo de destruirlo a él. Por eso la paz siempre es frágil. Y es una tarea constante.