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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

30
Oct
2012

El que muere queda libre del pecado

15 comentarios

El amor cristiano elimina todas las fronteras. Está abierto a todos los seres humanos. Es un amor universal, sin límites y sin discriminaciones. Cierto, el cristiano no tiene la misma relación con aquellos que comparten su misma fe que con los que no la comparten. Los que comparten la fe se saben y se sienten más unidos, más cercanos unos de otros, puesto que tienen en común algo esencial, que les da la vida. Pero esta cercanía a los “de dentro” no nos cierra hacia los “de fuera”. En la carta a los colosenses (6,10) se dice algo muy equilibrado, que probablemente refleja el pensamiento mayoritario de la Iglesia primitiva: “mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe”. El “especialmente” no anula el “a todos”, más bien lo confirma y lo integra.

Esta universalidad del amor cristiano se manifiesta también en las plegarias por los difuntos. En cada Eucaristía la Iglesia ora “por nuestros hermanos que durmieron con la esperanza de la resurrección”, pero inmediatamente después completa la oración, pidiendo a Dios que admita a contemplar la luz de su rostro “a todos los difuntos”. La oración por los hermanos en la fe es importante, pero sin olvidar a todos los demás difuntos. Como la oración es el lenguaje de la esperanza, al pedir de este modo, la Iglesia manifiesta su esperanza de que llegará un día en que la “humanidad entera” entrará en el descanso de Dios (tal como dice uno de los prefacios de la liturgia eucarística).

En la carta a los romanos (6,7) hay una afirmación que resulta altamente consoladora: “el que muere ha quedado absuelto del pecado”. “El que muere”, sin adjetivos. El hecho mismo de morir hace que uno quede liberado del pecado. “Del pecado”, en singular, o sea, de la raíz de todo pecado, de lo que hace posible todos los pecados, de todo lo que nos separa de Dios. ¿Cómo puede ser posible? Porque el que muere se encuentra cara a cara con Cristo resucitado, se encuentra con el rostro amoroso, acogedor y misericordioso de Cristo, que comprende; y como comprende, perdona. Donde hay perdón, ya no hay pecado. Más aún: cuando uno se encuentra con Cristo, su vida y todo lo real le resulta completamente claro. No hay dudas, sabe bien lo que le conviene. Al darse cuenta de dónde está su verdadero bien, ya no quiere dejarlo nunca. Ya no es posible (porque no quiere) apartarse de Dios.

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Javier
31 de octubre de 2012 a las 13:42

¿De verdad, padre, que ha estudiado Sagrada Escritura? Cuando San Pablo dice eso se refiere a que ya no hay poisibilidad de pecar después de morir, no que la muerte perdone los pecados. El único medio ordinario del perdón de los pecados mortales es el sacramento de la penitencia. Lo demás es engañarse. Lea, lea lo que dice el texto del juicio final en Mateo 25, 31-46. Eso de la salvación "universal" atenta contra la libertad de la persona. Y, como decía San Agustín, "Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti". Por eso, lo que dice de que la muerte es un "borrón y cuenta nueva" va en contra del sentir de la Iglesia, incluído San Pablo. Repase, padre, la escatología católica. Y no predique lo que a Vd. le parece, sino lo que dice la Iglesia, apoyada en la Palabra de Dios, la Tradición y el Magisterio.

García
31 de octubre de 2012 a las 17:17

Tus arriesgados y oportunos análices, Fr. Martín, son de un gran consuelo para el lector creyente. El encuentro con Cristo, en el momento sublime de la muerte, tiene que ser un encuentro redentor universal. De lo contrario, la redención del Señor sería un fracaso. Pensar que la salvación es privilegio de unos pocos es, pienso yo, limitar el poder amoroso del Padre Bueno. Los católicos no podemos ser egoistas.

Oscar
31 de octubre de 2012 a las 17:27

Lex orandi, lex credendi. Dice el prefacio X dominical del tiempo ordinario: "Hoy, tu familia, celebra el memorial del Señor resucitado, mientras espera el domingo sin ocaso en el que la humanidad entera entrará en tu descanso. Entonces contemplaremos tu rostro y alabaremos por siempre tu misericordia. Con esta gozosa esperanza, cantamos el himno de tu gloria". Gracias, profesor, por recordar que la liturgia dice "la humanidad entera" y que ese es el sentir de la Iglesia. Y nuestra esperanza.

Maite
31 de octubre de 2012 a las 17:48

Estupendooooooo post. Lo he guardado. Gracias

Elih
1 de noviembre de 2012 a las 03:03

Dios es misericordia sin medida y no es el pecado quien determina el tamaño del perdón de Dios pues su perdón ya antecede al pecado mismo...a la luz del amor-perdón de Dios es cómo nos reconocemos pecadores. Así podemos entender el perdón divino, "nos amó cuando aún éramos pecadores", diría san Pablo, pero se nos complica cuando tratamos de comprender que lo es sin medida, sin condicionantes, porque nosotros necesitamos los parámetros para poder visualizar y para poder indicar quién y cuándo merece tal perdón y quién no, y qué es lo que uno tiene que hacer para merecer ese perdón y esa misericordia...."Todo pecado es pecado perdonado, la gracia es la experiencia de la misericordia sin medida" como esperanzadoramente ha manifestado la teóloga Bárbara Andrade.
Gracias, Fr. Martín.

Miaumiau
1 de noviembre de 2012 a las 11:31

Hay muchos modos de morir, y el hecho de morir , no es el mismo para todos, si bien la Misericordia y el perdón de Dios es incalculable, para todos. Los cristianos tienen en Cristo, una garantía de Salvación. La identidad Bautismal provee al creyente, de ésta gracia, que nos redime y salva. " Por tanto si hemos muerto con
Cristo confiemos en que también viviremos con El "

Abismados
1 de noviembre de 2012 a las 13:17

En su Ser, el nuestro, nuestra vida, siempre en continuo movimiento en el seno del Amor Trinitario.
"En Él vivimos nos movemos y existimos".

En ese Abismo de Amor y Luz en el que todos vivos y re-Vividos, resucitados, somos Uno en el Uno.

Un abrazo tierno y orante por aquellos que sienten estos días la intensidad de la ausencia, la nostalgia de seres queridos. Llanto en silencio. Añoranza. El gozo de la memoria del amor compartido,la Luz de su mirada, siempre nos acompaña.

Un plus de Vida y Amor, Luz en esta y Otra orilla.

Abismados
1 de noviembre de 2012 a las 13:24

En su Ser, el nuestro, nuestra vida, siempre en continuo movimiento en el seno del Amor Trinitario.
"En Él vivimos nos movemos y existimos".

En ese Abismo de Amor y Luz en el que todos vivos y re-Vividos, resucitados, somos Uno en el Uno.

Un abrazo tierno y orante por aquellos que sienten estos días la intensidad de la ausencia, la nostalgia de seres queridos. Llanto en silencio. Añoranza. El gozo de la memoria del amor compartido,la Luz de su mirada, siempre nos acompaña.

Un plus de Vida y Amor, Luz en esta y Otra orilla.

Milón
1 de noviembre de 2012 a las 15:47

Adversus los presuntos guardianes de la ortodoxia:
1) El objetivo propio de Dios en la Historia de Salvación es la vida eterna; por tanto la escatología versa fundamentalmente sobre la esperanza, de la que, por cierto, esta grávida el texto del P. Martín.
2) En el Nuevo Testamento, especialmente el corpus paulino y joánico, también encontramos numerosos pasajes que mueven a la confianza en que la obra salvadora de Dios en Cristo logrará su triunfo definitivo: “ y Yo cuando sea levantado de la tierra atraeré a todos hacia mí” (Jn 12, 32). “ Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos” (1 Tim 2, 5).
3) “ Sé propicio a nuestras súplicas, Señor, y recibe con bondad las ofrendas de tus siervos, para que la oblación que ofrece cada uno en honor de tu nombre sirva para la salvación de todos. Por Jesucristo” (T. O. XXIV. Oración sobre las ofrendas). Lex orandi… Por cierto, la Liturgia es un testigo privilegiado de la Tradición . ¿Pide la Iglesia un imposible?
4) “Borrón y cuenta nueva” ¿ quiere aludir al poder de Dios para “hacer nuevas todas las cosas” (Ap, 21, 5) o de “reconciliar por él y para él todas las cosas” (Col 1, 20)?
5) ¿No hay en cada uno de nosotros mucho de ovejas, pero otro tanto de cabras? (cf. Mt 25, 31-46).
6) El binomio gracia-libertad no es excluyente. Tendemos a pensar que cuanto más libertad menos gracia y es al revés, cuanto mayor es la gracia, más es la libertad. ¿No puede imaginarse una victoria definitiva de la gracia en la plena libertad humana?
7) Ciertamente el sacramento de la penitencia es el medio ordinario para el perdón de los pecados, pero mucho más cierto es que, por esencia y afortunadamente, Dios es Extraordinario.

Madrileña
1 de noviembre de 2012 a las 19:47

¿Cómo dice, padre?,¿que el que muere queda libre de pecado?.
¿Pero esto qué es?, ¿duerme usted bien por la noche teniendo semejante responsabilidad en su conciencia?.
Ya solo nos falta que diga usted que el pecado no existe.
Eso sería una gran noticia para muchos, así no tendrían que esforzarse en portarse mejor, pero claro, al fallecer se llevarían una sorpresita.
Por favor, no añada ni quite nada a las palabras de Jesús, seguro que no lo hace a propósito, pero por favor, rece a Dios para que le ilumine en asuntos tan importantes, ya que si muchas personas creen sus palabras a pie juntillas, usted sería responsable de la perdición de sus almas.
Todavía está a tiempo de rectificar.

santos todos
1 de noviembre de 2012 a las 22:36

Gracias Fray Martín, por acercarnos con lenguaje del siglo XXI, el misterio del Cuerpo místico. Aquello de la Iglesia militante, purgante y triunfante, abierta en el Cristo Cósmico,el Cristo Total al Amor Universal. No tengais miedo,les dijo Jesús en la barca a los discípulos. Hay que dejar atrás el puerto y remar mar adentro . Mar de todos, sin fronteras. Como la salvación. En el espíritu de las bienaventuranzas. De los santos. Todos.

De la web dominicos.org
3 de noviembre de 2012 a las 11:37

Domingo siente tristeza y compunción porque Dios, que es el Amor, no es amado. El Amor es ultrajado, ofendido y despreciado. Domingo ama al Amor. Por los que no aman al Amor, ora, sufre, se entrega a interminables vigilias y castiga su cuerpo, flagelándose cada día: «una por sí mismo, otra por los pecadores, otra por los condenados en el infierno». Del amor profundo al Amor brota el deseo, la sed, el celo por las almas. Quiere llevar a todos a Cristo. «Celoso de toda alma perdida y apasionado por todo lo divino, a menudo pasa las noches en oración» (Ferrando, Narración de Santo Domingo, nº 1). Quiere que nadie se condene. Así, desde lo más hondo de su corazón suplica a Dios constantemente para que le infunda la verdadera caridad que le lleve a darse y entregarse al bien y a la salvación de todos. «Hacía frecuentemente una súplica especial: que se dignara concederle la verdadera y eficaz caridad, para cuidar con interés y velar por la salvación de los hombres. Pensaba que sólo comenzaría a ser de verdad miembro de Cristo, cuando pusiera todo su empeño en desgastarse para ganar almas» (Beato Jordán, Orígenes de la Orden, nº 13).

Oscar
4 de noviembre de 2012 a las 00:37

Esta tarde he asistido a Misa y he escuchado que el celebrante decía con voz clara: "te pedimos que esta víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo entero". Si la Iglesia pide la salvación por el mundo entero es porque cree que eso tiene alguna posibilidad de conseguirse, porque nadie pide lo que considera imposible de realizar. Gracias, una vez más, profesor, por sus reflexiones.

Raquel Velasquez
4 de mayo de 2019 a las 05:11

Un persona muy querida murio tragicamente yo quisiera saber alcanzan el perdón de Dios?? Estoy torturada haciéndome esta pregunta??

feguher
22 de julio de 2021 a las 13:05

Lo siento, esta interpretación de Rom 6, 7 no es católica. Es de los "testigos de Jehová" y otros. Es la interpretación literal de un único versículo, sin tener en cuenta el contexto. Pablo ha estado hablando en este capítulo 6 de la "muerte al pecado", del bautismo, de la "muerte semejante a la de Cristo" que lleva a la resurrección corporal como la de Cristo.
Por lo tanto, el "muerto" del que habla Pablo es el que ha sido bautizado en Cristo y es "hombre nuevo". Ese es el que está libre de pecado.
La simple muerte corporal, de por sí sola, no perdona nada. Ella es consecuencia del pecado. Sólo Dios perdona los pecados (Lc 5, 20-24; Jn 20, 23).

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