Dic
El motivo de la Encarnación
5 comentariosLa cuestión del motivo de la Encarnación, clásicamente se ha formulado así: si no hubiera habido pecado, ¿el Verbo se habría encarnado? Santo Tomás advierte que solo Dios sabe el motivo por que el quiso hacerse hombre, pero aún así, y siendo consciente de que este asunto tiene muchas vertientes, el santo se inclina a pensar que la encarnación tendría principalmente una función redentora. Para la escuela franciscana, encabezada por San Buenaventura, la encarnación es querida por sí misma, y no en función de un bien menor. La encarnación manifiesta la primacía del amor de Dios. Con pecado o sin pecado, Dios se hubiera encarnado, porque con pecado o sin pecado, el único modo de encontrarnos con Dios es a través de Cristo. En esta línea dice Juan Pablo II: “A través de la encarnación, Dios ha dado a la vida humana la dimensión que quería dar al hombre desde sus comienzos, y la ha dado de manera definitiva”. Ya desde los comienzos el encuentro con Dios tenía que haberse dado a través de Cristo.
El Catecismo de la Iglesia Católica, cuando trata del motivo de la encarnación, ofrece cuatro líneas de respuesta: el Verbo se encarnó para salvarnos reconciliándonos con Dios; para que nosotros conociésemos el amor de Dios; y para ser nuestro modelo de santidad. La cuarta razón es la que me resulta más interesante: el Verbo se encarnó para hacernos partícipes de la naturaleza divina. Para apoyar esta afirmación, el Catecismo ofrece una serie de citas patrísticas, y termina con estas palabras de Tomás de Aquino, tomadas del oficio del “Corpus”: “el Hijo Unigénito de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, asumió nuestra naturaleza, para que, habiéndose hecho hombre, hiciera dioses a los hombres”. Un buen apoyo bíblico para estas palabras lo encontramos en la segunda carta de Pedro (1,4): por su divino poder, Dios nos ha concedido las preciosas y sublimes promesas, para que por ellas nos hagamos partícipes de la naturaleza divina.
Con la Encarnación se produce un maravilloso intercambio: Dios se hace hombre para que el ser humano pueda ser hijo de Dios. El asume nuestra débil naturaleza para hacernos partícipes de la gloria de su inmortalidad. Cristo es necesario para la divinización humana, para que Dios sea nuestra gloria y nosotros podamos ser glorificados, ser divinizados, y así alcanzar la condición de hijos. Dios Padre nos ha bendecido (o sea, ha hablado bien de nosotros, ha dicho cosas buenas) y nos ha elegido de antemano (o sea, antes de cualquier decisión nuestra) “para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo” (Ef 1,5); “a los que de antemano conoció (de nuevo la insistencia en esta actitud primera y previa de Dios antes de cualquier pecado), también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo” (Rm 8,29). Con nuestras fuerzas no podemos ser divinizados, porque la divinización y la filiación es gracia, don, no derecho ni conquista. Esta gracia es siempre cristiana, o sea, se recibe por medio de Cristo. La necesidad de Cristo es eminentemente teologal.