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El malentendido forma parte de la vida de Jesús
5 comentariosLos evangelistas relatan la vida de Jesús con los ojos de la fe, desde el presupuesto de que Dios lo ha resucitado y está vivo para siempre. La interpretación de Jesús como “Señor”, Mesías y enviado del Padre, no es arbitraria. El Jesús histórico se prestaba a esa interpretación. Pero esta interpretación no era evidente ni la única posible. Jesús fue un personaje complejo y problemático, y su vida se prestaba a distintas interpretaciones: mientras unos decían que actuaba movido por el poder de Satanás, otros decían que era el poder de Dios el que le conducía.
Lo que dicen de Jesús sus enemigos tiene un interés enorme para la fe, pues confirma como en negativo el “dato real” que hay detrás de la interpretación creyente. Dicho de otra manera, la ambigüedad, el malentendido forma parte de la historia de Jesús. La lectura que de la vida de Jesús hacen sus enemigos no es resultado de su mala voluntad. Probablemente tenían serios motivos para considerarlo un impostor. Un ejemplo muy llamativo lo tenemos en el primero de los evangelios. Marcos (3,21-22) coloca en una misma escena la impresión que Jesús causaba no solo entre sus enemigos, sino incluso entre sus parientes más cercanos. Unos y otros ofrecen una misma lectura negativa: mientras sus parientes (¡su madre y sus hermanos!) decían que estaba loco, los escribas decían que estaba poseído por el demonio. Estas cosas no se dicen de cualquiera, de alguien que resulta indiferente, o que no llama la atención.
Es igualmente llamativo que Jesús fuera crucificado entre dos “malhechores”. Es preferible esta traducción a la de “ladrones”, puesto que no se trataba de criminales corrientes, sino de hombres que se habían alzado contra el poder de Roma. También Barrabás era uno de esos malhechores. Y entre su círculo más cercano estaba un tal Simón “el zelota”. Algo había en Jesús que permitía interpretarlo como un peligro para el poder imperial. Un poeta que canta la belleza de los lirios del campo o de los pájaros del cielo no termina de esta manera.
Algunas pretensiones de Jesús dan mucho que pensar: se atribuye el poder de perdonar pecados y, sobre todo, se iguala a Dios mismo. Sus amigos vieron ahí un signo de su “autoridad”. Pero lo que unos interpretaban como autoridad, podía también interpretase como presunción, atrevimiento, irresponsabilidad u osadía. Pero, ¿quién se ha creído que es, cómo se atreve?, pensaban sus enemigos (cf. Mc 14,60-64). En suma, si la misma vida de Jesús se prestaba a interpretaciones tan distintas era porque “algo” había que hacía posible estas llamativas interpretaciones. De ahí que la interpretación de sus enemigos resulta sumamente interesante para la fe cristiana, porque confirma el dato histórico y real en el que se basaron sus amigos para interpretar que en Jesús quién actuaba realmente era Dios mismo.