Jul
El hambre, arma de guerra
4 comentariosLa falta de trigo tiene como primera consecuencia la falta de pan; y la falta de pan produce hambre. Tras los bombardeos sobre la ciudad de Odesa, el principal puerto del mar negro, de donde salían barcos cargados de trigo, y el bombardeo directo de los depósitos de trigo, Rusia ha utilizado una nueva arma en su guerra contra Ucrania y, de paso, en su guerra contra el mundo, al arma del hambre. Ucrania es el primer país de Europa en superficie de tierra cultivable y un referente fundamental para la producción de trigo, hasta el punto de que es conocida como “el granero del mundo”. El trigo ha subido ya sus precios en los mercados mundiales. Los principales afectados por esta subida van a ser los de siempre, los países pobres. Porque los países ricos pagarán el trigo a precios más caros, pero lo pagarán. Los que no puedan pagar sufrirán las consecuencias directas, en forma de hambre, de estos bombardeos rusos.
Traigo estos datos a colación no para lamentar la subida de precios con su inflación correspondiente, sino para recordar que el mundo está en guerra. Y que la guerra es inadmisible, es un pecado contra la humanidad, es injustificable desde cualquier punto de vista. Lo único justificable es la legítima defensa. La primera consecuencia de la guerra no es la falta de trigo, sino la falta de respeto a la vida humana. Los conflictos no se solucionan a base de puños, sino a base de palabras. El egoísmo y la ambición humanas son los que prescinden de la palabra para tratar de anular y matar al otro que es tan persona y tan humano como yo. Al otro que es “otro yo”.
El Concilio Vaticano II, además de anhelar tiempos nuevos en los que fuera inconcebible toda guerra, añadía que, una vez estallada la guerra, no todo es lícito entre los contendientes. Me temo que esta frase o este principio es un brindis al sol, o sea, un deseo imposible de cumplir. Una vez que se han traspasado los límites de lo legal, de lo normal, de lo ético, de lo humano, de lo razonable, de lo sensato, ya no hay límites. Se entra en un terreno en el que el mal solo produce más mal.
El mal produce más mal en el que sufre el mal que otro provoca, y en el que provoca el mal. No solo sufren los agredidos, también sufren los agresores. ¿Hasta cuando el agresor podrá soportar el mal que también se provoca a sí mismo? Es una verdadera pena, pero probablemente la guerra acabará cuando el agresor no pueda soportar el mal que también le afecta a él.