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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

17
Ago
2014

Dios justo en su misericordia

8 comentarios

En la carta a los romanos, dice San Pablo que Dios, independientemente de la ley, manifiesta su justicia justificando al pecador, o sea, perdonándole. Este tipo de justicia resulta muy extraño, pues lo justo no parece que sea perdonar al pecador, sino castigarle. El perdón contradice la mera justicia conmutativa, que exige represalias. De ahí la pertinencia de la pregunta que plantea Walter Kasper: “¿cómo puede un Dios que ha de ser pensado como justo mostrarse misericordioso con los victimarios sin hacer violencia en el acto del perdón a las víctimas, en caso de que no estén de acuerdo con tal perdón?”
 

Un primer elemento de reflexión: entre los hombres, la justicia no existe en abstracto, se aplica concretamente a través de leyes, recogidas en códigos de derecho. Pero el derecho nunca agota la justicia, entre otras cosas porque no puede prever todos los casos posibles, con todos sus matices y variantes. Podría darse el caso de que una aplicación fría de la ley derivase en una injusticia. O sea, la justicia trasciende el derecho y no está atada a la ley. La justicia perfecta no puede darse en el marco de un sistema jurídico. ¿Es posible, en este mundo, una justicia perfecta? Probablemente no. Pero, ¿no debemos pensar que Dios sí puede realizar una justicia perfecta, más allá de toda ley? ¿No tenemos ahí una pre-comprensión de una justicia que va más allá de todas nuestras leyes?
 

Otro elemento de reflexión: el ideal de la justicia no es solo que cada uno tenga lo que le corresponde, sino que todos estén bien y tengan lo necesario para vivir dignamente. Por eso, los gobiernos con sensibilidad social promulgan leyes que van más allá de dar a cada uno lo que se ha ganado. Una ley universal de sanidad para todas las personas que están en territorio español va más allá de dar en función de lo que uno ha cotizado. Este concepto de justicia se aproxima al amor y tiende a la incondicional solidaridad con el otro. Dice Kasper: “mientras que en la vida diaria social siempre se busca el equilibrio entre diversas pretensiones y derechos, en el ideal de la justicia a la que hay que aspirar lo que cuenta es la solicitud por el otro y la preocupación por su bienestar”.
 

Semejante concepto de justicia se aproxima al amor, y más allá de la lógica del intercambio o del cálculo, se guía por la lógica del don y de la gratuidad. En este mundo no es posible una perfecta lógica del don. Pero, ¿y si así fuera la justicia divina? Una justicia regida por la lógica del don, la lógica del querer que todos estén bien. El que mis enemigos estén mal, ¿contribuye a que yo esté mejor? ¿No será esta justicia que se traduce en castigo para el que me ha hecho daño, un modo de hacer presentables mis deseos de venganza? ¿Y si la misericordia de Dios lograse reconciliar lo que para los hombres es inconciliable, a saber, el amor al pecador y el odio al pecado, el amor al enemigo y el desacuerdo con el daño que me hace? ¿Y si al final esa misericordia divina lograse que todos estuvieran bien?

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Juan
18 de agosto de 2014 a las 07:46

Una cuestión previa, ¿puede un padre sentirse ofendido de sus hijos? ¿tiene el hijo pródigo capacidad de ofender a su Padre? Contemplando la cruz del post, ¿no nos había perdonado el Padre Bueno y Misericordioso antes de la condenación de su Hijo? La misericordia divina es infinita.

Vicente Espert
18 de agosto de 2014 a las 10:52

Hay 3 conceptos que no pueden desvincularse: Amor, Gratuidad, y Perdón, estando este último en total contradicción con el castigo, que corresponde con una visión positivista de la Justicia. Por eso, el concepto cristiano de Justicia se enmarca en la corriente del "ius naturalismo", que defiende que la Justicia trasciende a la Ley, y ésta debe siempre tender a aquélla, siendo siempre consciente de sus limitaciones. Es decir, ante la duda, debe interpretarse siempre la Ley en el sentido de la Justicia, que no es más que la Ley Divina. Y por eso, Dios, que es la Justicia absoluta, no puede más que perdonar, porque es todo Amor, y por tanto gratuidad, no exige nada a cambio.
Dios nos dice: NO HAY NADA QUE PUEDAS HACER PARA QUE TE AME, Y NO HAY NADA QUE PUEDAS HACER PARA QUE DEJE DE AMARTE.

Anónimo
18 de agosto de 2014 a las 14:19

En Dios la misericordia y la justicia se besan, están unidas.

Un amigo
19 de agosto de 2014 a las 19:11

Creo recordar en este mismo blog (o quizá en otro) un post bastante similar al tratado, en el que se enfrentaban ferozmente dos tendencias; la de quien entiende a Dios como Todo Amor y Todo Misericordia, y los que, en el fondo, no pueden soportar dicha idea, y tienen que apuntillar que Dios tiene que ser "justo" y esa justicia debe ser la de dar lo que "uno se merece". ("Si yo soy mejor que otro, Dios no me puede tratar igual"). Por tanto; creo que inconscientemente, sí que hay (habremos) hombres que piensan (pensamos) que el "menos bien de otro" realza más mi bien

Segarra
19 de agosto de 2014 a las 21:26

Recomiendo al respecto la lectura de un breve artículo (como todos los de selecciones de teología) con el sugestivo título de "Un "Dios Bondadoso": ¿Debilitamiento o
endurecimiento del Juicio?

http://seleccionesdeteologia.net/selecciones/llib/vol53/211/211_Fuchs.pdf

Anónimo
19 de agosto de 2014 a las 22:47

Que la justicia divina es diferente a la humana, nos lo recuerda Jesús en el relato de los obreros que cobraron lo mismo, tanto que trabajaran ocho horas
como una.

Antonio Saavedra
20 de agosto de 2014 a las 02:15

Es un tema que me desborda, no porque me resista al perdón, sino por los argumentos que se emplean, dando lugar a una especie de buenismo que derivaría en impunidad generalizada.
Asumido el amor de Dios, el hombre y la sociedad deben organizar la convivencia lo mejor posible, sancionando a quienes actúen fuera de las normas.
En esa confusión mía habría de establecer que el perdón es posterior a un hecho penable por ley divina o humana; si no hay culpa no cabe el perdón. ¿Exige éste el arrepentimiento y/o compensación por el daño causado? ¿Hasta dónde llega el mandato de perdón de Dios, que acogió a un ladrón y no al otro?

Antonio Saavedra
20 de agosto de 2014 a las 02:53

En relación con mi comentario anterior, aún pendiente de autorización, agrego un enlace con reflexiones que me parecen útiles, si bien pasando por alto el título:
El suicidio también puede ser la solución
http://jsobrevive.blogspot.com.es/2014/08/el-suicidio-tambien-puede-ser-la.html

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