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Dios habla en los acontecimientos históricos
2 comentariosEn un post anterior dijimos que el libro de la naturaleza es “Palabra de Dios”. A propósito de este libro de la naturaleza se plantea un problema similar al que se plantea con el libro de la Sagrada Escritura. Ambos son Palabra de Dios, pero ambos requieren exégesis, interpretación. El libro de la naturaleza puede decir una cosa y su contraria. Algo similar podríamos decir a propósito no de un tercer libro, pero sí de un lugar en el que Dios también manifiesta su voluntad y está diciendo algo a los seres humanos. De este lugar habló el Concilio Vaticano II: en los acontecimientos históricos, en los signos de los tiempos, leídos a la luz del Evangelio, el creyente está llamado a discernir la voluntad de Dios. De forma espontánea, en algunas prácticas pastorales, se suele decir a niveles individuales: pregúntate que quiere decirte Dios en este acontecimiento.
Lo que vale a nivel individual, vale también a nivel colectivo y eclesial. A nivel individual, cuando hablamos de signos de los tiempos, podemos pensar en aquellos acontecimientos concretos y puntuales que resultan decisivos para la propia vida. Pero en lo que se refiere al conjunto de la comunidad eclesial, debemos valorar como signos de los tiempos aquellos acontecimientos históricos que logran alcanzar un consenso universal y que, tanto al creyente como al no creyente, le plantean una pregunta. Estos acontecimientos manifiestan unas líneas de fondo y suscitan unos anhelos colectivos. En esta línea parece que se mueve el Vaticano II. Las ansias de libertad o de justicia, la mayor conciencia de la dignidad de la persona, la valorización de la conciencia individual, en todas estas experiencias es posible ver la mano de Dios.
Estos signos y anhelos (abolición de toda discriminación, deseo de más democracia en asuntos que conciernen a todos, promoción de la mujer), plantean preguntas a la Iglesia. A pesar de la persistencia de algunas respuestas, hay preguntas que vuelven a plantearse una y otra vez. ¿Qué significa esto? ¿Qué la respuesta no convence por muy repetida que esté, o que los oyentes tenemos mala voluntad y malas entendederas? Cuando se trata de aplicaciones comunitarias o eclesiales, la interpretación de los signos de los tiempos no puede hacerse de forma individual. No podemos, por tanto, pretender que nuestra lectura es la mejor o la que más se aproxima a la voluntad de Dios. Aquí, como en otras muchas cosas, el diálogo, la escucha y la acogida, ayudan a mejorar nuestra percepción de la acción del Espíritu en los acontecimientos de la historia.