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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

18
Sep
2024

¿Desesperar? ¡Nunca!

3 comentarios
Savonalora01

Jeronimo Savonarola fue un gran predicador dominico que terminó ajusticiado por clamar con fuerza contra los pecados de la Iglesia y de los políticos. Prescindo de detalles sobre su vida y me limito a recordar que, el 23 de mayo de 1498, un patíbulo alzado en la plaza de la Señoría de Florencia puso fin a su agitada vida. Su muerte fue precedida de cárcel y tormentos. En el oscuro calabozo de la prisión escribió la última meditación de su vida. Puede encontrarse en un libro editado por la editorial Patmos en 1951, bajo el título: J. Savonarola, Última meditación. El prólogo y la traducción es de Antonio Fontán.

Condenado por la justicia de los hombres y perdido sin remedio, descubrió la Misericordia y la Esperanza. Así comienza su última meditación: “¿Qué haré, pues? ¿Desesperar? Nunca. Dios es misericordioso”. Y tras esta reflexión siguen estas palabras llenas de teología y espiritualidad:

“Oh Dios, que habitas en la luz inaccesible, Dios escondido, a quien no pueden ver los ojos corporales, a quien no puede comprender la inteligencia creada ni explicar la lengua de los hombres ni de los ángeles. A Ti, Dios incomprensible te busco, a Ti, Dios inefable, te invoco seas lo que seas, Tú que estás en todas partes. Sé que Tú eres la suprema realidad, si es que eres una realidad y no más bien la causa de todas las realidades; si se puede decir que eres causa, porque no encuentro un nombre con que poder nombrar a tu inefable majestad…

He aquí, oh Dios Misericordia, he aquí, delante de Ti a la miseria. ¿Qué harás tú, Misericordia? Harás tu obra. ¿Acaso puedes prescindir de tu naturaleza? ¿Y cuál es tu obra? Destruir la miseria, socorrer a los hombres miserables. Ten, pues, piedad de mí, oh Dios. Dios Misericordia, destruye mi miseria; destruye mis pecados, que son mi mayor miseria. Socórreme a mí, miserable, muestra en mí tu obra, ejerce en mí tu poder. Un abismo invoca a otro abismo. El abismo de la miseria invoca al abismo de la misericordia. El abismo de los pecados invoca al abismo de las gracias. El abismo de la misericordia es mayor que el abismo de la miseria. Que un abismo absorba a otro abismo. Que el abismo de la misericordia absorba al abismo de la miseria.

Ten piedad de mí, Dios, según tu gran misericordia. No según la misericordia humana que es pequeña, sino según la tuya que es grande, que es inmensa, que es incomprensible, que excede inmensamente a todos los pecados. Según aquella gran Misericordia tuya, con que amaste al mundo hasta darle tu Hijo Unigénito. ¿Qué mayor misericordia puede haber? ¿Qué mayor caridad? ¿Quién puede desesperar, quién no tendrá confianza?”

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Hermano
18 de septiembre de 2024 a las 13:33

Amor de mi amor
Perdón por mi imprudencia
Perdón por mi temblor
Que no es otra cosa
Que un latido de amor

Dulce dolor que envuelve
Como condena sin tiempo
Que el Espíritu venga y sople
Para que me renueve por dentro.

Valero
18 de septiembre de 2024 a las 17:07

Este Dios infinita misericordia es el sostén de mi esperanza. Como hijo de la Misericordia me siento llamado a cubrir la multitud de mis pecados ejerciendo la misericordia en la medida en que me es posible, con los que tengo a mi alrededor. Gracias Martín anunciarme de nuevo la buena noticia del Amor infinito de Dios.

Hormias
21 de septiembre de 2024 a las 08:40

Grande la frase que encabeza du artículo
Gracias fray Martín

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