May
Demasiada alegría: futbol y playa
4 comentariosMucho me gustaría que el anuncio hecho por el presidente del Gobierno de España, de reanudar la liga de futbol a partir del ocho de junio, acompañada de la invitación a preparar las vacaciones, no sea una maniobra de distracción, para que nos olvidemos de sus pactos con partidos herederos del terrorismo vasco. En este asunto de la pandemia es más necesario que nunca que todos actuemos con seriedad y serenidad. Aquí no se trata de conservar el poder. Tampoco se trata de derrocar al gobierno, para que vengan otros que, posiblemente, hubieran gestionado esta crisis de forma parecida. Se trata, por una vez, de que nuestros políticos trabajen unidos por el bien de los ciudadanos. Por una vez, porque nos estamos literalmente jugando la vida.
A partir de ahora habrá que confiar en la responsabilidad individual. Es de esperar que la euforia de los primeros días de desescalada, en la que bastantes personas se han relajado, no provoque un aumento de infecciones. A este respecto, la postura del gobierno autonómico de la comunidad valenciana, de retrasar una semana la superación de la fase uno, me ha parecido prudente y creíble. Si aumentan los casos, aunque sea mínimamente, los que gobiernan deben advertir y actuar. La mayoría de las personas suelen ser bastante sensatas y responsables. Siempre hay minorías que estropean las cosas. ¿Cómo hacerles cobrar conciencia de que no sólo se perjudican a sí mismos, sino que perjudican a otros, para empezar a las personas más cercanas a ellos?
Programar diez días de luto oficial está muy bien. Claro que los lutos no curan a los enfermos ni dan de comer a los hambrientos. Y los lutos “oficiales” tampoco sirven para aliviar tristezas. Los buenos lutos serán los que habrá hecho cada uno por sus seres queridos y, para los creyentes, los buenos consuelos les llegarán cuando puedan rezar juntos y abrazar al resto de sus familiares. Yo no sé que es un “funeral de estado”. Pero sí espero que cada diócesis organice un funeral por los creyentes fallecidos. En las Iglesias la puerta está abierta, y si entra un no creyente y quiere solidarizarse, en silencio respetuoso, con la oración de los creyentes, siempre será bien venido.