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Conocimiento e interés
7 comentariosA los discípulos de Jesús no les resultó fácil entenderle. Entre otras cosas porque sus intereses eran distintos a los de Jesús. El evangelio de Marcos (9,30-36) cuenta una escena significativa: Jesús instruía a sus discípulos sobre su próxima muerte y ellos “no entendían”. Porque en realidad lo que les interesaba era saber “quién era el más importante”. Algo parecido ocurre en el relato de la Cena de despedida tal como lo cuenta Lucas (22,16-27): mientras Jesús les habla de su Pascua y les reparte la copa y el pan, diciendo: “esto es mi cuerpo”, los discípulos están en otra cosa, discutiendo sobre quién de ellos parecía ser el mayor. Resulta difícil entender a Jesús cuando falta la actitud adecuada.
Hay realidades que solo se conocen desde una determinada postura. Hay conocimientos que suponen una actitud. El conocimiento de los valores, por ejemplo. El que solo piensa en como encontrar dinero para tomar droga, difícilmente comprenderá los valores espirituales o mirará al prójimo con compasión. Hay terrenos en los que solo el amor da el conocimiento verdadero. Así ocurre con el conocimiento de Dios. Para encontrarle no hay que preguntar dónde está, sino cómo voy a situarme para encontrarle. Dicho de forma provocativa, Dios está en todas partes, también en la casa de prostitución; pero lo que van a esas casas no están en la disposición adecuada para encontrarle, por mucho que Dios está también allí. Ya la Escritura se refería a estas malas disposiciones del oyente cuando habla de sordos que no quieren oír y ciegos que no quieren ver (Mt 13,13).
Un viejo aforismo dice que “nada se quiere si antes no se conoce”. Hay quien entiende que es más exacto decir que “nada se conoce si antes no se ha querido”. Solo el que necesita a Dios puede descubrirle. Para conocerle hay que empezar por anhelarle, por tener hambre de él. No se entra en la verdad sino por el amor, decía San Agustín.