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¿Cómo queréis que os traten?
4 comentariosLa pregunta que encabeza el artículo tiene fácil respuesta: queremos que nos traten bien. Lo malo es que no siempre ocurre así. Cuando a uno no le tratan bien, lo normal es responder con irritación, con malos modos, con desprecio. El evangelio dice otra cosa: “todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros a ellos” (Mt 7,12). La proposición negativa está sin duda incluida en la positiva: lo que no queráis que os hagan, no lo hagáis vosotros. Está muy claro: no se trata de tratar a los demás como ellos nos tratan (sobre todo si nos tratan mal), sino de tratarles como nos hubiera gustado que nos tratasen. Por tanto, el comportamiento del otro hacia mí, según los criterios del evangelio, no es determinante de mi comportamiento hacia él. Haga lo que haga el otro, siempre debo portarme bien con él, porque eso es lo que yo quiero que hagan conmigo.
Cuando aplicamos el evangelio a la realidad surgen las dificultades: ¿cómo decir a los ucranianos que deben comportarse con los rusos, no como los rusos se comportan con ellos, sino como les gustaría que se portasen los rusos, a saber, que les tratasen bien? ¿Habrá que decir a los ucranianos, según los criterios evangélicos, que dejen de disparar contra los rusos, aunque los rusos sigan disparando contra ellos? Claro, al mismo tiempo o quizás antes habría que decir a los rusos que no es cristiano dañar al hermano y que, suponiendo (que ya es suponer) que tengan alguna cosa que reclamar al hermano, las reclamaciones, insisto, según los criterios evangélicos, se hacen desde una mesa de amigos que están dispuestos a ceder y a complacer al otro. No entro ahora en el tema de la legítima defensa, aunque sí digo que, en caso de posibles negociaciones de paz, es importante que el agredido sea generoso.
El Papa Francisco, con otro lenguaje, más elegancia, más autoridad y más influencia, ha dicho parecidas palabras o incluso más incisivas. Por eso le han acusado de meterse en política. Unos y otros, allí y aquí. Porque también aquí tratan al Papa no según los intereses del evangelio, sino según los intereses de la política de turno. Acusar al Papa de meterse en política solo puede hacerse desde posiciones políticas, por tanto, desde posiciones en las que prevalecen los propios intereses. Eso, dejando aparte que todos hacemos política. Todos tenemos una idea de cómo debe organizarse la sociedad. La cuestión no es si hacemos política. La cuestión es qué tipo de política hacemos. El Papa quiere hacer política evangélica (valga la expresión), o sea, pretende que la sociedad se organice según unos determinados criterios, que son los de Jesús.