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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

17
Feb
2016

Clérigos: ¿pocos o mal empleados?

2 comentarios

Eso de que son pocos los frailes, monjas y presbíteros es una cantinela que vengo oyendo desde hace cincuenta años. A veces pienso que sobran (me gustaría ser bien entendido), cuando veo la acumulación de clero en zonas determinadas o veo que hay presbíteros que se dedican a tares muy laudables, pero no directamente ministeriales. También pienso que sobran cuando veo que utilizan mucho tiempo en tareas que pueden y deben hacer los seglares. Los seglares o las monjas no son el recurso al que acudir para la catequesis, la formación, la animación de grupos, la visita a los enfermos, la atención a novios, el cuidado de la liturgia, y muchas cosas más. Son tareas que les corresponden directamente. En este sentido, una verdadera promoción del laicado, bien preparado, bien valorado y bien remunerado, solucionaría algunos problemas.

Necesitamos presbíteros y religiosos bien preparados, con una buena formación teológica, con ganas de ser pastores cercanos a las personas, con ilusión por buscar nuevos caminos, con capacidad de adaptación a nuevas necesidades, comprensivos con los alejados o los que se encuentran en situaciones irregulares. Pero sobre todo necesitamos comunidades cristianas adultas, capaces de vivir su fe cristiana y de organizarse por sí mismas. Esas comunidades, si están bien afincadas en Jesucristo, necesitarán de alguien que presida la Eucaristía. Como lo necesitarán, lo buscarán. Y si no lo encuentran, ellas mismas se plantearán quién de ellos puede prestar ese servicio a la comunidad. Y a ese le presentarán al Obispo y le rogarán que le imponga las manos. De hecho, eso es lo que teóricamente ocurre cuando el Obispo ordena un presbítero: se lo presenta el pueblo de Dios y, por eso, el pueblo de Dios es preguntado por la dignidad del candidato.

El presbítero no es un funcionario; es un animador de la fe y un coordinador de las distintas tareas eclesiales, aunque también haya en la parroquia otros animadores y coordinadores. Su labor no es administrativa aunque, a veces, tenga que firmar algún documento. El presbítero es el primer responsable de que las Eucaristías sean participadas, que es mucho más que “decir” y “oír” Misa. La Iglesia no necesita funcionarios, sino servidores del Pueblo de Dios; pastores cuya tarea principal es el anuncio de la buena noticia de Jesucristo y la implantación de su Reino. De este anuncio y de esta implantación se seguirá necesariamente una vida sacramental. Pero la inversa no es necesariamente verdad: de la sacramentalización no se sigue por arte de magia la evangelización. Por eso, sí, necesitamos presbíteros. Pero necesitamos comunidades cristianas convencidas, convincentes, misioneras, auténticas.

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Antonio Saavedra
18 de febrero de 2016 a las 01:56

Desde el punto de vista del seglar signficaría salir del ostracismo a que estamos sometidos. Por no poder no se nos permite pensar ni tener el derecho de equivocarnos. Un laico puede ser una lumbrera en muchos aspectos de la vida, pero en la Iglesia, en nuestra Iglesia, no es nadie, pues no se le da ocasión de participar más que en lo "organizado".
Al hilo de lo escrito por Martín, ¿cuántos laicos al jubilarse podrían prestar grandes servicios?
Tengo idea de haber colgado hace algún tiempo la solución en algunos pueblos en que se hace o dice la misa por unos seglares adiestrados.

Este Garcia Serrano
18 de febrero de 2016 a las 11:40


Considero que la reunión o asamblea dominical no debería ser una liturgia con unos rituales repetidos y cansinos por su ineficacia para implantar el Reino de Dios y su Justicia en la tierra. Los apóstoles convocaban asambleas y debatían en ellas no hacían el ritual de la misa. La misa tal como se hace debería ser abolida. Este seria un tema para analizar a la LUZ del evangelio para poderlo debatir, si de entrada lo ponen como una condición previa en la que no se puede tocar porque es un dogma, entonces de poco sirve debatir otros asuntos porque considero que es la madre del resto de todas las malas interpretaciones.

La asamblea es para la enseñanza fiel del evangelio, con un dialogo y devaste sobre lo que nos quiere decir Cristo en su Escritura, que es nuestra herencia, la de toda la humanidad. y sobre esa herencia común debatir SIN CONDICIONES PREVIAS acerca de todo lo que está Escrito, con fidelidad y respeto a la Palabra de Dios. Excluyendo a todo el que quiera exponer cuestiones ajenas al evangelio y al principio y fundamento de Cristo que lo redacto.

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