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Cimientos del porvenir
2 comentariosEsta sociedad está envejeciendo. Se trata de una constatación sociológica. Ahora bien, el que cada vez haya personas con más edad pudiera ser algo muy positivo. Significa que la esperanza de vida, y de una vida con calidad, se prolonga cada vez más gracias a los avances de la medicina. Lo grave del envejecimiento sería que condujera a la desesperanza, al aislamiento, a la soledad; igualmente grave sería que los cuidados no llegasen a todos, o estuvieran condicionados por la situación económica, porque esto sería signo de una sociedad acomodada, en la que muchos seres humanos son con frecuencia olvidados, aislados, despreciados.
Entre las personas mayores, como ocurre en todos los grupos sociales, hay unos que están más integrados, o tienen más nivel económico o cultural. Pero, de un modo u otro, todos tienen una experiencia y unos recuerdos más abundantes que los de los jóvenes. En ocasiones han perdido algo de vitalidad. Se diría que los ancianos, de entrada, deberían tener más insatisfacciones que los jóvenes. En realidad no es así. La satisfacción no depende de la edad, sino de cómo se vive la vida, de los amores que se conservan, de la mirada con la que nos dirigimos a los demás, de la riqueza interior que se tiene y, para el creyente, de su grado de encuentro con Dios. Eso sí, cada etapa de la vida tiene sus propias necesidades. Y es posible que, en relación a la llamada Tercera Edad, sea verdad que la capacidad de hacerse oír no sea precisamente proporcional a las necesidades que uno tiene. De ahí la importancia de descubrir debajo de muchos silencios los gritos que no se hacen oír.
Nuestros mayores merecen gratitud. Seamos o no conscientes, todo lo que tenemos lo hemos recibido. Tener conciencia de ello es signo de lucidez. Ser agradecido es signo de grandeza de espíritu. Los mayores no son el pasado. En todo caso son el presente sobre el que se cimienta el porvenir. Si no cuidamos nuestro presente tampoco tendremos ningún futuro.