Sep
Apostatar para no pagar
5 comentariosEn estos días pasados los medios se han hecho eco de un decreto de la Conferencia Episcopal alemana en virtud del cual aquellos que dejen de pagar el impuesto eclesiástico no pueden luego solicitar que les sean administrados los sacramentos. Este es un asunto delicado y para juzgarlo con un poco de equidad conviene dejar claras algunas cosas: 1) el estado alemán recauda los impuestos eclesiásticos de todos los ciudadanos y los revierte en sus respectivas iglesias (católica o protestante); 2) en España también se paga un impuesto similar, pero el contribuyente puede escoger si prefiere que vaya a la Iglesia o a otros fines distintos de los eclesiales; 3) en Alemania (no así en España) es posible no pagar este impuesto, aunque para ello hay que hacer una declaración de apostasía.
Evidentemente, un apóstata, que ha hecho una declaración formal, no puede pretender bajo ningún aspecto que le sean administrados los sacramentos. Sería una incoherencia, tanto por su parte, como por parte de la Iglesia. Cierto, cuando uno acude a una celebración o se acerca a comulgar, no le piden ningún certificado. La entrada a las Iglesias es libre para todos, creyentes o ateos. ¿Entonces de qué se trata? De varias cosas, a mi entender. La más importante: ligar la exención del impuesto a una declaración de apostasía; eso me parece abusivo y debería encontrarse el modo de no pagar el impuesto eclesiástico sin necesidad de apostatar. Porque no está claro el motivo de la apostasía: ¿apostata porque no tiene fe o porque no quiere pagar el impuesto? No es lo mismo. El no querer pagar no va unido necesariamente a la apostasía. Por eso, no conviene dar la impresión de que se fuerza a apostatar a quién no quiere pagar.
La segunda cuestión aquí implicada es la del sostenimiento de las Iglesias. Es evidente que deben ser sostenidas por sus fieles, por los que se consideran parte de ellas. No querer colaborar en este sostenimiento es lo mismo que negarse a colaborar en las cargas familiares y pretender gozar de todas las ventajas de la pertenencia a la familia sin aportar nada, pudiendo hacerlo. Sería un gesto poco familiar. Tercera cosa: en caso de que uno se niegue a colaborar en el sostenimiento de la Iglesia, es lógico que no le permitan formar parte de órganos consultivos o de gobierno (consejos pastorales o económicos), o que se le recuerde que hay determinadas ceremonias que tienen un coste. Pero una vez abonado el coste no hay motivos económicos para negar el sacramento.