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Año jubilar bajo el signo de la esperanza
1 comentariosEl año jubilar, convocado por el Papa Francisco, se abrirá oficialmente en Roma el 24 de diciembre y el domingo, 29 de diciembre, en las demás diócesis del mundo. Hace falta valor para convocar un año jubilar bajo el signo de la esperanza. Valor, porque este signo contrasta con la situación de desesperanza en la que vive gran parte de nuestra sociedad.
¿Qué esperanza puede haber para los pobres y desheredados de este mundo, para todas esas personas que se encuentran en situaciones sin salida porque la guerra, la pobreza, la política de sus gobiernos corruptos, o la ambición de los poderosos, les ha dejado sin nada? El capítulo primero de la encíclica Fratelli tutti lleva como título “las sombras de un mundo cerrado”. Por tanto, si está cerrado no tiene futuro. En este capítulo el Papa pasa revista a las heridas y atropellos que están maltratando la sociedad de nuestro tiempo que, más que a la esperanza, conducen a la desesperación: maltrato de la tierra, pobreza, xenofobia, mala acogida a los emigrantes, personas descartadas.
También en nuestro mundo capitalista y consumista estamos faltos de esperanza. “La palabra esperanza, dice Byung-Chul Han, no pertenece al vocabulario capitalista”. Y añade: “los consumidores no esperan. Tan solo tienen deseos y necesidades que hay que satisfacer. Tampoco necesitan un futuro. Viven en el presente del consumo”. Los que tienen de todo, o mejor, los que tenemos de todo y nada nos falta, ya no esperamos nada. Solo buscamos disfrutar el momento presente. Y lo que pretendemos no es un futuro distinto, sino conservar lo que tenemos. Somos conservadores. Y el conservador no tiene futuro. Solo pretende conservar lo que hay.
Lo que, sin duda, puede generar esperanza en nuestra sociedad es una cultura de la inclusión, de la compasión, de la atención a los más débiles. Una cultura cuyo lema podría ser: si quieres cuidar de ti, cuida de los demás. Cultura que debe ser asimilada por cada uno para así contagiarla a los demás. Precisamente, la gran esperanza, la esperanza en ese Reino de Dios en el que no habrá llanto, ni lágrimas, ni dolor, porque Dios será la realidad que todo lo determine, es un motivo más para ocuparnos de tantas necesidades con las que nos encontramos mientras vamos peregrinando hacia el Reino. Un motivo más para ofrecer esperanza concreta en lo inmediato, en el aquí y el ahora.
La bula del Papa recuerda que la peregrinación es un elemento fundamental de todo acontecimiento jubilar. Ponerse en camino es algo así como buscar el sentido de la vida. Y en estos tiempos en donde aviones y trenes de alta velocidad facilitan los desplazamientos, el Papa habla de “la peregrinación a pie”. Está claro que ninguno vamos a ir a Roma a pie. Pero este recordatorio de la buena peregrinación es una llamada a la austeridad para no gastar más de lo necesario y así tener reservas para compartirlas con los demás, para ayudar, para demostrarnos a nosotros mismos que consideramos a los necesitados como hermanos y como presencia de Cristo entre nosotros.