Sep
Año de la fe
2 comentariosLa fe cristiana no es solo ni principalmente aceptar una serie de creencias propuestas por la Iglesia. Es, ante todo, un encuentro y un compromiso con la persona de Cristo resucitado, que transforma y compromete la vida entera. Sin esta transformación y compromiso no puede hablarse de fe. El cristiano no cree en “algo”, en dogmas, verdades o doctrinas. Cree en “alguien”. Las cosas no pueden llenar el corazón. El conocimiento de muchas y grandes verdades puede dejar a uno vacío. Sólo el encuentro amoroso puede satisfacer al ser humano.
Sin duda, la fe cristiana tiene unos contenidos, pero hay que dejar muy claro que la confianza del creyente se dirige, ante todo y sobre todo, a una realidad personal. En la fe no se trata de un conocimiento de verdades o dogmas, sino de un encuentro personal con el Dios vivo. Como dice Benedicto XVI, “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. Esta Persona es Jesús de Nazaret, Palabra hecha carne, que nos ha contado la intimidad de Dios y por medio del cual podemos llegar hasta el Padre.
El 11 de octubre comenzará el “año de la fe”, convocado por Benedicto XVI, como una “invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor”. El Papa busca que durante este año intensifiquemos la reflexión sobre la fe, para que nuestra adhesión a Cristo y a su Evangelio sea más consciente y vigorosa. Para ello es necesario, por una parte, redescubrir los contenidos de la fe y, por otra, reflexionar sobre el mismo acto con el que creemos. Ambos aspectos, el acto con el que se cree y los contenidos, van unidos. Como dice la carta a los romanos, hay que confesar con la boca que Jesús es el Señor, y para confesar hay que conocer, pero también hay que acoger este conocimiento en el corazón, para que transforme nuestra vida, pues “con el corazón se cree y con los labios se profesa” (Rm 10,10).