Dic
Aminetu Haidar
4 comentarios¿Seguirá viva Aminetu Haidar cuando se publique este post? ¿Qué más se puede hacer para que abandone su huelga de hambre? Los canales diplomáticos no están del todo agotados. Además de la Secretaria de Estado de USA, del Secretario General de la ONU, del ministro Moratinos, hay otras vías diplomáticas que se pueden intentar: el Presidente Obama, el Rey de España, el Papa Benedicto XVI. ¿Con alguna esperanza de éxito? Nunca se sabe, porque el Rey de Marruecos es muy obstinado, pero sensible a los halagos. El pobre está ofendido. Es tan pobrecito que se ofende por muy poco. Solo una petición de perdón por parte de la activista puede lavar la ofensa. ¿Hay algún calificativo para un honor como el suyo? No sé si resulta consolador para tanta bajestad (bajestad, de bajura) que las asociaciones marroquíes en España se posicionen contra la activista, mientras sus sicarios se encargan de que en El Aaiún no sea posible posicionarse. En efecto, la policía ha ordenado mantener abiertas las puertas de las casas para así poder observar lo que ocurre dentro.
Quiero pensar que en la posición española no juegan ningún papel los intereses económicos. Pues es bien sabido que hoy la política es fundamentalmente economía. Hay un acuerdo de pesca entre la UE y Marruecos, que permite a los pesqueros europeos faenar en aguas saharauis; y durante la presidencia española de la UE se prevé firmar con Marruecos unos acuerdos agrícolas que afectan al Sahara. Prefiero pensar que nuestros políticos consideran que contribuir a desestabilizar lo malo solo puede traernos lo peor. La teoría del mal menor. En todo caso, lo de menos, en estos momentos, es si Aminetu ha entrado legal o ilegalmente en España, si rechazó el pasaporte o se lo quitaron. Incluso me parece secundario si será más útil a su causa viva que muerta. Estando vivos se puede incordiar más. Aunque también es cierto que los muertos, a veces, ganan batallas. Soy pesimista a este respecto, pero es una posibilidad. Lo que importa ahora es respetar su dignidad y ayudarle a vivir. Ayudarle sí, porque la vida es cosa suya. Y de Dios, claro.