Dic
4º domingo de adviento: presencia de José
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En el evangelio del cuarto domingo de adviento aparece un personaje fundamental para comprender a Jesús. Este personaje es José, el esposo de María. ¿Por qué es fundamental para comprender a Jesús si José no es su padre biológico? La figura de José es necesaria para que se cumpla una importante profecía, a saber, que el Hijo de Dios nacería del linaje de David según la carne (Rm 1,3). Gracias a José, Jesús entronca con el linaje de David. Por eso José es el que pone nombre a Jesús (Mt 1,21), porque a él le corresponde la paternidad davídica. José es necesario, no solo como marido y padre custodio, sino como mediador que hace posible el cumplimiento de las profecías y, por tanto, hace posible un elemento fundamental del mesianismo de Jesús. La necesidad de José es teológica.
José se sabe servidor de los caminos de Dios. Por eso, bien podemos decir que es padre espiritual de Jesús. Pues ser padre no es sólo engendrar; es cuidar, educar, proteger, alimentar, formar en la libertad. En el rostro de José, Jesús vio reflejado el rostro del buen Padre del cielo que vela por su hijo. Cierto, el nacimiento de Jesús no procede de la fecundidad natural, sino de tres instancias (si se me permite hablar así) necesarias para comprender el misterio de la Encarnación: la paternidad de Dios, la carne de María y la obediencia de José, gracias al cual Jesús pudo ser llamado hijo de David. Renunciando a la paternidad biológica, José es padre por obra del Espíritu Santo.
Los evangelios no ponen ninguna palabra en boca de José. Y, sin embargo, es seguro que pronunció una, el nombre mismo de Jesús, puesto que el ángel le había encomendado que le llamara así. Al poner a su hijo este nombre único, José ha dicho lo más decisivo y fundamental, a saber, que “Dios salva”. Porque eso es lo que significa, en hebreo, el nombre de Jesús. José es el primero al que se le revela que el hijo que espera su esposa “salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1,21). O sea, de todo lo que nos separa de Dios. Jesús es el que reconcilia a la humanidad con Dios. José fue el primero en escuchar este anuncio y, al pronunciar el nombre de Jesús, dijo todo lo que se podía decir sobre el niño que iba a nacer de María.
En el evangelio hemos escuchado otra cosa importante a propósito del nombre de Jesús. Pues el evangelista ve realizada en este niño la profecía de Isaías que dice que una virgen concebirá al Emmanuel, que significa “Dios con nosotros”. ¿Qué quiere decir esto? ¿Cómo saber que Dios está conmigo? Para eso hay que huir del ruido y del bullicio de la fiesta pagana y quedarnos a solas, en silencio, para acercarnos a lo más íntimo de nuestro ser. En el silencio y la soledad podemos preguntarnos: ¿de dónde me llega la vida? ¿qué hay en el fondo de mi ser? Allí donde nadie puede entrar, en ese lugar en el que estamos solos con nosotros mismos, no estamos solos. Allí está Dios. Él es el misterio último de mi ser. Si me abro a este misterio, si me abro a Dios, lo sentiré cercano. Dios está en mi sosteniendo mi fragilidad y haciéndome vivir. No es como las personas que me quieren desde fuera. Dios está en mi mismo ser.
Esta experiencia del corazón nos permite comprender el mensaje de Navidad: Dios se ha hecho hombre. Nadie está solo. Dios está con nosotros. Si sabes eso, ya sabes algo de la Navidad. Puedes celebrarla, disfrutar y felicitar. Puedes gozar con los tuyos y ser mas generoso con los que sufren y viven tristes. Dios está contigo.