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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
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18
Feb
2022
¿Es posible amar al enemigo?
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banco01

“Tratad a los demás como queréis que ellos os traten”, escucharemos en el evangelio de este próximo domingo. No dice: como ellos os tratan, sino como deseas que ellos te traten. No es fácil vivirlo, pero es el fundamento de una convivencia pacífica. Y una clave para romper con esas espirales interminables que provoca la violencia. En Jesús, este principio, “como queréis que ellos os traten”, encuentra una aplicación inesperada: “amad a vuestros enemigos”. ¿Qué te gustaría que hiciera tu enemigo?, ¿no te gustaría que dejara de serlo?, ¿no te encantaría que te tratase bien? Pues eso debes hacer tú: lo que te gustaría que él te hiciera, pero no te hace. No te lo hace, porque es tu enemigo. Pero tú no puedes ser enemigo suyo. Un cristiano no puede ser enemigo de nadie. Jesús no era enemigo de nadie, pero tenía unos enemigos tales que le llevaron a la cruz.

Pero hay más. Pues en el amor al enemigo no se trata sólo ni principalmente de romper una espiral violenta que nunca acaba, en la que a cada réplica sucede una contrarréplica peor. Se trata de algo todavía más profundo: de ser hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. ¿Por qué? Porque Dios es así, Amor, sólo Amor y nada más que Amor. Por eso, en Él no cabe ningún asomo de no amor, ningún odio. Los discípulos de Jesús están llamados a aspirar a esa filiación, a parecerse a ese Padre que sólo sabe de amores. A vivir un amor gratuito, como el del Padre. Un amor a fondo perdido, que no ama porque espera recompensa o respuesta, sino que ama por la grandeza desbordante de su corazón amante.

Para los oyentes de Jesús los enemigos eran personajes muy concretos y muy crueles: los soldados romanos, los soldados de Herodes y los soldados del templo, que les oprimían, les obligaban a pagar altos impuestos con lo poco que tenían para comer. Los enemigos les mataban literalmente de hambre. No se trataba, pues, de vulgares rencillas vecinales. Eso hace todavía más desconcertante la palabra de Jesús. ¿Cómo amar a alguien así? ¿Cómo amar a quien me roba el pan de mis hijos o incluso a quien los mata? No conviene que espiritualicemos las palabras sobre el amor al enemigo, so pena de no entenderlas.

¿Cómo amar entonces a mi enemigo? En primer lugar, no poniéndome a su nivel, o sea, no devolviendo mal por mal. En segundo lugar, no deseándole mal; deseándole, por el contrario, lo que me gustaría que él me desease a mi. En tercer lugar, deseándole bien; esto es fundamental en todo amor: el que ama desea el bien del amado. Y es fundamental para entender lo que Jesús dice. Pues Jesús no dice: tienes que estar de acuerdo con tu enemigo; o tienes que aplaudir lo que él hace. Tampoco dice: tienes que tener intimidad con él. No. Dice: tienes que amarle. Y amarle es ante todo desearle bien. Y desearle bien puede ser desear que cambie de actitud, que actúe de otra manera, que deje de hacer el mal, que se convierta, en definitiva.

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14
Feb
2022
Tambores de guerra
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tamboresguerra

Tanto el Patriarca de Constantinopla, Bartolomé, como el Papa de Roma, Francisco, están alarmados ante los tambores que anuncian una nueva guerra en suelo europeo. El país que está en mayor peligro es Ucrania, pero no hay que descartar que si estalla la guerra se extienda a Bielorrusia e incluso a Polonia. De hecho, la práctica totalidad de los países de la OTAN han pedido a sus ciudadanos que abandonen Ucrania. La alarma de Francisco y de Bartolomé les está moviendo a hacer constantes llamadas a favor de la paz y a invitar a que todos oremos al Dios de la paz para que cambie los corazones de los que gobiernan, de modo que el Espíritu de reconciliación mueva a la negociación y al diálogo. El diálogo implica capacidad de ceder, deseo de llegar a un acuerdo y de encontrar soluciones. Desgraciadamente, sospecho que muchos políticos, más que acuerdos, lo que buscan es someter a los otros y dejar claro quién es el más fuerte.

Los datos son lo de menos, pero el hecho es que Rusia ya ocupa una parte de Ucrania, como es Crimea; y actualmente tiene más de cien mil soldados en la frontera con Ucrania. Recemos, pues, para que los tambores de guerra se queden solo en eso, en tambores que resuenan, que asustan, pero sin ir más allá. Recemos, sí, porque la situación es difícil. La guerra es una locura y nunca conduce a nada bueno. Solo destruye. Y lo que luego se edifica sobre ruinas está marcado por el odio y el rencor.

Las naciones fabrican armas de guerra con el falso propósito de defender la paz. Hoy las armas han logrado un grado de perfección tal (si es que a lo que solo sirve para el mal se le puede calificar con este adjetivo, en realidad habría que decir que las armas han logrado un grado de maldición), que ya no distinguen entre beligerantes y civiles. Normalmente, en las guerras los que más sufren son los ciudadanos desarmados.

No pretendo sacar de todo esto una conclusión moralizante, pero creo que estos tambores de guerra deben invitarnos a examinar nuestros sentimientos, porque también en ellos hay deseos de venganza. Cada uno da rienda suelta a esos malos deseos en la medida de sus posibilidades. Por eso, la sinceridad de nuestras oraciones por la paz en Europa encuentra su piedra de toque en nuestra disposición a la reconciliación con aquellas personas más cercanas que nos han dañado.

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11
Feb
2022
¿En quién confías?
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mosaico

El Evangelio del próximo domingo es una llamada a la confianza en Dios. Las bienaventuranzas evangélicas no están ahí sólo ni principalmente para consolarnos frente a las injusticias y desgracias de este mundo. No son una llamada a la resignación. Las bienaventuranzas son una bendición, una ocasión para hablar bien de Dios que, incluso en la aflicción se muestra poderoso, acompañando y sosteniendo a los suyos. En ellas Cristo nos declara felices y se congratula con nosotros porque él sabe muy bien como nos mira el Padre celestial. El motivo de la felicidad no es la pobreza, sino el lugar que ocupamos en el corazón del Padre.

Las bienaventuranzas no nos evaden de los problemas de este mundo. Al contrario, nos comprometen a trabajar por un mundo más justo y humano. Son muy realistas. En todo lugar y tiempo, en la Palestina de Jesús y en nuestro mundo, hay pobres, hambrientos y perseguidos. Un cristiano no vive el espíritu de estas bienaventuranzas si no se solidariza con ellos, imitando así al Padre celestial. Con una solidaridad real, efectiva y afectiva. Dios no quiere el sufrimiento, pero ama a los que sufren. Nosotros, hijos de Dios llamados a identificarnos con su Hijo Jesús, estamos invitados a tener esos sentimientos divinos.

En la versión de Lucas las bienaventuranzas van acompañadas de una serie de maldiciones. Se trata de una seria advertencia para aquellos que buscan la felicidad en el poder, el prestigio o la ambición. También ahí Jesús es muy realista y nos plantea a todos una pregunta decisiva: ¿en qué o en quién confías? ¿Dónde pones tu corazón? No se puede vivir con un corazón dividido. No se puede buscar el poder y a la vez querer ser solidario con el débil. No se puede confiar a la vez en Dios y en el dinero. No pueden construirse armas de guerra con el falso propósito de defender la paz.

El evangelio del próximo domingo, con ese contrapunto tan desconcertante a las bienaventuranzas, rompe con esas pretensiones nuestras (a veces incluso inconscientes) de compatibilizar lo incompatible: el afán de dinero y la solidaridad, la búsqueda de poder y la cercanía a los hermanos, el ser cristiano y el miedo a proclamar que lo somos. En suma, no es posible vivir como un impío y gozarse en la ley del Señor. Ya lo dice la sabiduría popular: no se puede poner una vela a Dios y otra al diablo.

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7
Feb
2022
Acompañar en el sufrimiento
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cruzconluz

Hace 30 años, Juan Pablo II instituyó la Jornada Mundial del Enfermo para sensibilizar a los creyentes y a todas las personas de buena voluntad sobre la necesidad de asistir a los enfermos y a quienes les cuidan. El lema que el Papa Francisco ha escogido para esta trigésima jornada es: “sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36). “La misericordia, dice Francisco, es el nombre de Dios por excelencia, que manifiesta su naturaleza, no como un sentimiento ocasional, sino como fuerza presente en todo lo que Él realiza. Es fuerza y ternura a la vez. Por eso, podemos afirmar con asombro y gratitud que la misericordia de Dios tiene en sí misma tanto la dimensión de la paternidad como de la maternidad (cf. Is 49,15), porque Él nos cuida con la fuerza de un padre y con la ternura de una madre”.

Los evangelios nos narran la atención que Jesús prestaba a los enfermos. Tanto en tiempo de Jesús como en nuestro tiempo una de las consecuencias más penosas de la enfermedad es que nos aísla de los demás. Por eso, una de las cosas que más necesita el enfermo es compañía, comprensión, cercanía y solidaridad. En este tiempo de pandemia esta soledad del enfermo se ha hecho especialmente notoria en aquellos que han tenido que pasar largas temporadas aislados en una cámara de hospital, sin contacto con sus seres más queridos. A este respecto el Papa recuerda que “visitar a los enfermos es una invitación que Cristo hace a todos sus discípulos. ¡Cuántos enfermos y cuántas personas ancianas viven en sus casas y esperan una visita! El ministerio de la consolación es responsabilidad de todo bautizado, consciente de la palabra de Jesús: “estuve enfermo y me visitasteis” (Mt 25,36).

Sin duda, el egoísmo está en el origen de todos los males de la humanidad. No es menos cierto que la compasión está enraizada en lo más propio de lo humano. Existen evidencias arqueológicas (de hace unos 500.000 años) de la atención a individuos heridos, enfermos, discapacitados o ancianos durante largo tiempo. Se han descubierto restos de un homínido de más de 45 años (pura senectud entonces), con fuertes dolencias en la espalda, que no hubiera podido sobrevivir sin la ayuda de otros. Y también de niños con anomalías congénitas en el cerebro, que no hubieran sobrevivido sin la ayuda de sus congéneres.

La compasión, decía Miguel de Unamuno, es lo que nos diferencia de los animales. Tomás de Aquino, citando a Aristóteles, decía que, viendo el dolor de los demás, “los hombres se compadecen de sus semejantes y allegados, por pensar que también ellos pueden padecer esos males”. Si cuando veo a una persona necesitada o enferma no veo allí mi propia humanidad es que el ego, la egolatría se ha apoderado de mi. Cuidar y respetar al enfermo es estar a favor de la vida. Una sociedad que no cuida al enfermo, al anciano o al débil es una sociedad violenta, egoísta, y el egoísmo es siempre una opción contra la vida.

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3
Feb
2022
Pescador de hombres
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Simón se encontró un día con la sorpresa de que el profeta Jesús subió a su barca y le invitó a salir a pescar. La pesca fue de tal calibre que Simón, asustado, pidió a Jesús que se apartara de él. Jesús, en vez de hacerle caso, le invitó a que se fuera con él, tras decirle que, si lo hacía, en adelante, sería pescador de hombres. Simón dejó a su familia y a lo que le daba de comer, se fio de Jesús y le siguió.

En el contexto socio-económico-cultural en el que se movía Simón eso de ser pescador de hombres debió resultarle sugerente y sonarle raro. Hay imágenes que invitan a pensar. ¿Qué puede ser eso de pescador de hombres? ¿Se pesca a los humanos como a los peces? ¿A base de anzuelos, tapados con un cebo, para que el pez pique creyendo que allí hay comida apetecible cuando en realidad lo que hay es una trampa para apoderarse de él, y en este apoderamiento perder la vida en beneficio del pescador?

Hay caladeros de peces y caladeros de votos. Los votos también se pescan. Para lograrlo, hay candidatos que prometen muchas cosas a sus votantes; luego cumplen muy pocas, si es que cumplen alguna. En bastantes casos los electores se sienten engañados. Han picado y, en vez de encontrar lo prometido, encuentran engaño y corrupción.

En el mundo religioso abunda el engaño. Hay predicadores que, prometiendo sanación o salvación, buscan y piden dinero. Hay personas alienadas con seducciones hechas de imaginería y palabras religiosas. Hay discursos aparentemente piadosos, en los que se invoca a la Virgen, a los ángeles, al corazón de Jesús, a la corona de espinas, o a santos con nombres estrambóticos, prometiendo los incautos oyentes conseguir bien dinero, bien “la gracia que desean alcanzar” tras recitar una determinada oración o realizar un determinado rito.

Así no se pesca a los humanos, así se les destruye. La pesca a la que invita Jesús, en vez de atrapar, deja cada vez más libre. El “pescado” puede marcharse y escapar en cualquier momento. Cuando el mundo religioso te atrapa, de forma que cada vez es más difícil escapar, bien por los miedos que te han inculcado, bien por los chantajes a los que te han sometido, seguro que eso no viene del Dios de Jesús; seguro que esto, más que evangélico es diabólico. La pesca a la que fue invitado Simón era muy extraña, rompía todos los moldes, porque en vez de beneficiar al pescador buscaba el bien de los peces, y en vez de apresar al pez buscaba su verdadera liberación. El pescador de hombres nunca es un aprovechado, es siempre un desprendido, alguien que entrega la vida para que otros vivan. El único modo de atrapar a los humanos que, como los peces, son bastante escurridizos, es con cuerdas de amor: “con lazos de amor los atraía” (Os 11,4).

Las redes son otro método para pescar. Pero a los humanos no se les pesca en manada. Aunque todos están llamados al Reino de los cielos, y el Reino es comunión, cada uno está invitado a entrar personalmente, porque Dios llama a cada uno por su nombre.

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30
Ene
2022
Vida consagrada: caminando juntos
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rayos

El dos de febrero, fiesta de la presentación del Señor, los consagrados y la Iglesia en general, estamos invitados a celebrar la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Eso de las “jornadas” está bien como recordatorio y estímulo, pero sin olvidar que el recordatorio es una tarea de todos los días. Las Jornadas tienen un lema que incide en algún aspecto actual de lo que recuerda la jornada. Este año el lema es “caminando juntos”. Un lema muy apropiado en el contexto del Sínodo sobre la sinodalidad al que estamos invitados a participar. Hacer sínodo es precisamente caminar juntos. La vida consagrada camina unida dentro de la Iglesia, dando la mano a todos los que trabajan en aquellas realidades eclesiales de las que las distintas congregaciones se ocupan por vocación y carisma, o sea, por sentirse llamados (vocación) a poner en obra una determinada gracia al servicio de los demás (carisma).

Los obispos de la comisión episcopal para la Vida Consagrada recuerdan que caminar juntos supone hacerlo en cada una de las dimensiones fundamentales de la consagración, a saber, la escucha, la comunión y la misión. Caminar juntos en la consagración significa que solo encontramos a Dios (eso significa consagración: asociarse a lo sagrado) cuando nos ponemos en búsqueda y nos dejamos encontrar por él. La vida consagrada, y la vida cristiana, es una búsqueda permanente del rostro de Dios, que nos sale al encuentro en las personas y acontecimientos que piden amor, cercanía, comprensión y compasión.

Caminar juntos en la escucha de la Palabra de Dios significa ser conscientes de que solo desde la escucha previa es posible responder y dejarse interpelar. El consagrado, y el cristiano, tiene siempre el oído abierto, atento a las múltiples llamadas de Dios, que habla en la Escritura, en la oración, en el sagrario de la conciencia, en los hermanos, en los pobres, en los enfermos. Y atento a los impulsos del Espíritu que nos mueven a vivir espiritualmente, o sea, en sintonía con el Espíritu de Dios, que es amor, dominio de sí, dulzura, paciencia, bondad, fidelidad. Antes de hablar, antes de actuar, es necesario escuchar. Y para escuchar hay que hacer silencio en nuestra vida. El que escucha no impone, está atento, se deja interpelar, está dispuesto a cambiar.

Caminar juntos en la comunión implica estar en comunión con Dios y con los hermanos. Pues no se puede amar a Dios, a quien no vemos, si no amamos al hermano al que vemos. La comunión no conoce fronteras. Finalmente, caminar juntos en la misión supone descubrir la alegría de evangelizar, de ser testigos convencidos y creíbles de Jesucristo, que es la razón y el motivo de nuestra vida y de lo que hacemos. La misión supone comunión con toda la Iglesia, esa Iglesia que se realiza en cada una de las Iglesias locales. En la misión no hay rivalidad, hay alegría por los éxitos del hermano. Lo importante es que el evangelio sea anunciado y no los aplausos que pueda recibir mi grupo o congregación.

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25
Ene
2022
Hace falta una fuerza increíble
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fuerza

Tomás de Aquino decía que los jóvenes, al contrario de lo que ocurre con las personas mayores, tienen mucha esperanza, porque tienen futuro y vitalidad. Con todo respeto hacia el maestro de Aquino me permito decir que algunos jóvenes, más que futuro, lo que tienen son falsas ilusiones; y su vitalidad, a veces, es resultado de las hormonas. Hay personas mayores que tienen una muy buena esperanza, a pesar de las decepciones que han sufrido en su vida. Es posible que se hayan equivocado muchas veces; es posible que, buscando una cosa buena, hayan encontrado realidades no deseadas. Si, a pesar de todo, siguen adelante, si no se desaniman, si siguen luchando es porque tienen una buena esperanza.

No es la vana ilusión lo que sostiene a la esperanza, sino la fuerza en la debilidad, el convencimiento de que, a pesar de todo, vale la pena continuar. Esta esperanza sorprende al mismo Dios, según decía poéticamente Charles Peguy: “La esperanza - dice Dios- eso sí que me admira, eso sí que es sorprendente. Que estas pobres criaturas vean cómo va todo esto y crean que mañana irá mejor. Que vean cómo va hoy y crean que mañana por la mañana irá mejor. Esto sí que es sorprendente y es realmente la maravilla más grande de mi gracia. Yo mismo estoy sorprendido. ¡Hace falta que mi gracia sea de verdad una fuerza increíble!”.

Cuando atravesamos un largo túnel oscuro corremos el riesgo de perder la paciencia. Sólo es posible mantener la paz y continuar el camino si uno está convencido de que después de cada noche viene un amanecer. Cuando la noche la provocan las personas es cuando parece más larga y se hace más difícil mantener la paz. En estos momentos uno no es feliz con lo ocurrido. Pero si conserva la esperanza tendrá paz.

Las instituciones no las sostienen los que redactan documentos o los que proponen planes sin medir cómo pueden afectar a las personas, sin calcular las consecuencias negativas que pueden tener. Las instituciones las mantienen los que trabajan, conscientes de las dificultades y buscando, no la grandeza de la institución, sino el bien de las personas. Cuando uno no se siente valorado o recompensado no es fácil trabajar. Sin embargo, hay quién prefiere el sacrificio al reconocimiento. Benedicto XVI dice algo parecido, hablando precisamente de la esperanza: “la capacidad de aceptar el sufrimiento por amor del bien, de la verdad y de la justicia, es constitutiva de la grandeza de la humanidad”.

Cuando alguien es capaz de situar la verdad y la justicia por encima de su comodidad manifiesta tener una gran esperanza. La esperanza de que, a pesar y en contra de todas las apariencias, el bien terminará triunfando porque es más fuerte que el mal, la esperanza de que tras el largo invierno vendrá la primavera. Una esperanza así nos une a Cristo muerto y resucitado, capaz de hacerse presente en todos los inviernos y hasta en todos los infiernos: “si me acuesto en el abismo, allí te encuentro, porque la tiniebla no es oscura para ti” (Salmo 139).

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21
Ene
2022
El que calla no otorga
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coloresrojoyamarillo

El Papa ha convocado un Sínodo de la Iglesia universal sobre la sinodalidad. Una de las características de este Sínodo es que hay que escuchar a todos, sobre todo a los marginados, o sea, a aquellos que, tanto dentro como fuera de la Iglesia, o no son escuchados o no se sienten escuchados. No va a ser fácil escuchar a esas personas. Es posible que algunas no quieran hablar, bien porque al estar al margen no tienen ningún interés en ser escuchadas, bien porque tienen miedo a decir lo que piensan, bien porque piensan que si dicen lo que piensan nadie les hará caso. No hay escucha si el otro no nos dice lo que piensa.

Para que alguien diga lo que piensa es necesario ganarse su confianza. Y quizás antes hay que caer en la cuenta de que, incluso habiéndolo escuchado alguna vez, no nos ha dicho lo que de verdad pensaba. Solo si nos damos cuenta de esto último y tenemos ganas de escuchar lo que de verdad piensa el otro, sólo entonces nos adelantaremos, sólo entonces daremos el primer paso necesario para que el otro hable con confianza, para que haya diálogo, para que haya sinodalidad, para que la democracia deje de ser una palabra que justifica modos de gobernar y se convierta en un espacio en el que hay sitio para todos.

Insisto: hay que adelantarse, buscar al otro, decirle clara y creíblemente que su opinión interesa. Hay una palabra de Jesús que tiene aquí una buena aplicación: “si tu hermano tiene algo contra ti, vete a reconciliarte con tu hermano”. El que debe hacer el camino no es el hermano que tiene algo contra mi, sino yo cuando estoy enterado de que el hermano tiene algo contra mi. Tener algo contra mi puede tener muchas traducciones: quizás no se trata de enemistad, puede tratarse de un profundo desacuerdo. Y, a veces, hay desacuerdos en los que las culpas están repartidas, o sea, conviene que yo me pregunte la parte de culpa que tengo en el desacuerdo.

Hay quién dice que el que calla otorga. Hace mucho tiempo que vengo constatando que los silencios no otorgan nada. A veces, en política, se habla de la mayoría silenciosa para referirse precisamente a estos grupos de población que, supuestamente, no están de acuerdo con el gobierno de turno, pero no hacen ruido. Su silencio tampoco es aprobatorio.

La intención del Papa es estupenda y debería estimularnos a que, en nuestros grupos y comunidades eclesiales, se viviera una verdadera fraternidad. Un signo de verdadera fraternidad es posiblemente la alegría de la comunicación espontánea, y no los silencios que buscan evitar problemas, o las palabras formales que dicen lo que el jefe de turno quiere oír

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17
Ene
2022
Todo deseo es un deseo de Dios
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cupulasanpedro

El ser humano es un ser finito con capacidades infinitas. De ahí la insaciabilidad de su corazón. Se diría que el ser humano pretende tenerlo todo. La ambición humana es tan desmesurada que, aunque no lo sepa, ambiciona a Dios. Esta es la paradoja, la grandeza y la miseria del sujeto humano (todo junto): es un ser pequeño y limitado, pero insaciable, de modo que por mucho que se le dé y por mucho que consiga nunca acaba de llenarse.

Es posible interpretar de muchas maneras esta insatisfacción permanente del ser humano, esta inquietud nunca calmada, este deseo constante de ser más. Desde posiciones ateas no queda más remedio que aceptar que “el hombre es una pasión inútil” (como decía Jean Paul Sartre) porque, en definitiva, nunca logra saciar del todo sus apasionados anhelos. Para la fe cristiana esta pasión insaciable que anida en el sujeto humano, lejos de ser inútil, encuentra en Cristo su mejor iluminación. El vacío insaciable de cada persona es un reflejo de su capacidad de Dios; en Cristo se revela que esta capacidad puede ser satisfecha. El ser humano encuentra en Dios su plenitud. Dios responde a los mejores deseos de su corazón.

¿Por qué el proceso de la evolución, que ha generado organismos conformados y adaptados a sus respectivos entornos, no ha conseguido garantizar un ajuste parecido en el caso del homo sapiens? El homo sapiens está triste, no se conforma con lo que tiene, es un ser esencialmente inadaptado. ¿Cuál es el entorno propio del florecimiento de lo humano? Si nada de lo que el mundo ofrece nos satisface, ¿hay algún mundo que pueda satisfacernos? ¿Cuál es el verdadero entorno de lo humano? ¿Hay alguna realidad con la que el ser humano se sienta en armonía? ¿Cómo no recordar ahora las famosas palabras con las que san Agustín se dirigía a su Creador: “Nos has hecho Señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”?

Todo deseo es un deseo de Dios. Pues en la medida en que buscamos lo mejor para nosotros, en esta misma medida, seamos o no conscientes de ello, estamos buscando a Dios. Dicho con palabras de Tomás de Aquino: “todos, en cuanto apetecen sus propias perfecciones, apetecen al mismo Dios”. En ningún terreno el ser humano se conforma con metas parciales e incompletas: “el hombre no es perfectamente bienaventurado mientras le queda algo que desear y buscar”, vuelve a decir Tomás de Aquino. Planteado así resulta claro que el ser humano es un deseo de Dios, el que “sacia de bienes tus anhelos” (Sal 103,5).

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13
Ene
2022
Cuando el Papa deja los papeles
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Papaaudiencia

El miércoles, 12 de enero, tuve ocasión de asistir en Roma a la audiencia del Papa y de escuchar una estupenda catequesis sobre san José y el mundo del trabajo. Los idiomas utilizados fueron, por este orden: italiano, francés, inglés, alemán, español, portugués, árabe y polaco. A los peregrinos de cada una de estas lenguas el Papa dirigió unas breves palabras para ellos. Y en cada uno de estos idiomas se hizo un resumen de la catequesis. Tras los resúmenes se cantó el padrenuestro en latín y el Papa impartió su bendición. Después el Papa se fue acercando a los asistentes y con algunos se hizo hasta fotos “individualizadas”, por decirlo de forma que se entienda.

En su catequesis, el Papa comenzó aclarando que el término “tekton” con el que los evangelistas califican el trabajo de san José, traducido por carpintero, es una calificación genérica que se refería a trabajadores relacionados con la construcción. Un oficio bastante duro que, desde el punto de vista económico, no aseguraba grandes ganancias. En relación a este dato biográfico, el Papa se refirió de forma particular a aquellos trabajadores que hacen trabajos duros en las minas y en ciertas fábricas, a aquellos que son explotados con el trabajo negro, a las víctimas del trabajo, a los niños que son obligados a trabajar y en aquellos que hurgan en los vertederos en busca de algo útil para intercambiar. Se notaba la emoción del Papa en el tono de voz al referirse a los niños obligados a trabajar como personas adultas, en vez de jugar, que es lo propio de los niños.

Luego se refirió a aquellos que no tienen trabajo, heridos en su dignidad, precisamente por no encontrar trabajo. Hizo notar que, en estos tiempos de pandemia, muchos han perdido el trabajo. Añadió que el trabajo es un componente esencial de la vida humana y un camino de santificación. De pronto el Papa dejó de leer e improvisó unas palabras que quizás fueron las más emotivas e interesantes de su catequesis. Dijo que algunos que no tienen trabajo regresan a casa con un pan bajo el brazo porque se lo han dado en “Caritas”. Pues bien, dijo, la dignidad del trabajador y de la persona no está en traer pan a casa de esta forma. La dignidad del trabajador es ganarse el pan, sentirse útil. Por eso lo que le dignifica es tener un trabajo. Porque cuando no se tiene trabajo, a veces, se pierde también la esperanza.

En los resúmenes preparados de antemano para leer en las distintas lenguas que antes he mencionado, evidentemente no estaban las ideas que el Papa ofreció cuando dejó de leer los papeles. De ahí que no es lo mismo escuchar directamente al Papa, que leer los textos preparados para la publicación y tampoco los resúmenes que, de antemano, se preparan para que los distintos intérpretes los ofrezcan a los asistentes a la audiencia. Me ha parecido interesante notar este detalle y contar, para los lectores del blog, esta experiencia que he tenido de poder escuchar en directo esta catequesis sobre san José.  

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