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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
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10
Ene
2022
El deseo humano es insaciable
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fallas2021

El humano es un ser de deseos. Quizás porque también es un ser carencias. Siempre nos falta algo: algo de saber, algo de belleza, algo de salud, algo de juventud. No hay ser humano que no desee algo y, sobre todo, que no desee, de una u otra manera, lo que es bueno para él. O al menos lo que él considera bueno. Todos nuestros deseos están movidos por la búsqueda de la felicidad. Hagamos lo que hagamos, siempre buscamos la felicidad. Incluso cuando hacemos cosas que al final nos perjudican, el motivo de hacerlas no ha sido el mal resultado final, sino la inicial pretensión de encontrar en ellas gozo, placer, alegría, en suma, felicidad. El que abusa del vino o de la droga, no pretende ponerse enfermo, lo que pretende es conseguir un momento de placer.

El problema es que nunca conseguimos una felicidad plena. En las “coplas por la muerte de su padre”, Jorque Manrique lamentaba “cuán presto se va el placer; cómo después de acordado, da dolor”. Unamuno lo decía de otra manera: “la satisfacción de todo anhelo, no es más que semilla de un anhelo más grande y más imperioso”. Ocurre que, una vez que hemos conseguido lo que decíamos o pensábamos querer, lo conseguido dura poco y nos sabe a poco. Por eso, seguimos buscando siempre más y más y mucho más. Ya se sabe: “el que tiene un beso, quiere tener dos; el que tiene veinte busca los cuarenta y el de los cincuenta quiere tener cien”. Lo bueno siempre nos sabe a poco. En el fondo somos insaciables.

El ser humano vive en una permanente insatisfacción. Decía George Sand que a las personas nos gusta viajar tanto porque no estamos contentos en ningún lugar. Bernardo de Claraval decía que los seres humanos, en lugar de agradecer lo que tenemos, nos pasamos la vida lamentando lo que no tenemos, pues la ambición humana es insaciable. El codicioso nunca se harta de dinero, dice el libro del Eclesiastés (5,9). Por eso los ricos no suelen ser generosos, porque todo lo que tienen les parece poco. No es sólo que den lo que les sobra, como dice la historia de esa viuda del evangelio que dio todo lo que necesitaba para vivir; es que no les sobra nada y siempre quieren más.

No hace falta fijarse en la gente ambiciosa para constatar que el deseo es algo propio de todo ser humano. En la mayoría de las personas se trata de deseos limpios y honrados. Todos deseamos, con toda razón, tener buena salud, encontrar buenos amigos, triunfar en la vida. También ahí los buenos deseos nos abren a deseos mayores. El ser humano siempre está en búsqueda, nunca está satisfecho con lo que tiene. Esta es una característica que nos distingue de los animales. En los animales, el hambre de alimento, de compañero, de protección, cesa tan pronto ha sido satisfecha. No ocurre así con el ser humano. Es un ser pequeño, pero con deseos tan grandes que la naturaleza nunca logra saciar. (Continuará)

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7
Ene
2022
¿Bautismo para el que no tiene pecado?
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basilicasanvicente

El ciclo litúrgico del tiempo de Navidad concluye presentando a un Jesús adulto. Después de 30 años de silencio, el primer acto público de Jesús es ir a bautizarse por Juan en el río Jordán, en el lugar más profundo de la tierra. La geografía podría ser un buen símbolo espiritual: Jesús se coloca al lado de los que están más abajo.

Bien pensado, el bautismo de Jesús por Juan, que administraba un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados, resulta un tanto sorprendente, porque Jesús es aquel que no ha cometido pecado. No es extraño, por tanto, que un evangelio apócrifo niegue explícitamente que Jesús fuera bautizado por Juan, apelando precisamente a la ausencia de pecado en Jesús. Pero en el momento en que Jesús es bautizado por Juan una voz del cielo deja claro que él no es un pecador más, aunque se ponga en la cola de los pecadores, sino el “Hijo amado del Padre”.

Si Jesús se pone en la cola de los pecadores no es porque tenga ningún pecado personal, sino porque, habiéndose unido con su encarnación a todo hombre, se solidariza con todos los humanos, que son pecadores. Si confesión de pecados hay en el bautismo de Jesús, no se trata de los de Jesús, sino de los pecados de la humanidad, que Jesús carga sobre sí para perdonarlos, y ser así “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Jesús no nos salva por medio de un acto de fuerza, sino viniendo a nuestro encuentro, poniéndose a nuestro nivel y tomando consigo nuestros pecados.

Cuando Jesús va a bautizarse lo maravilloso no ocurre durante el rito bautismal, sino una vez terminado el rito. Al salir del agua, después del rito, Jesús se puso a orar; entonces bajó sobre él el Espíritu Santo y se oyó la voz del cielo que le declaraba Hijo de Dios.

El bautismo de Juan disponía a hacer penitencia, pero no aportaba nada. Porque no aportaba nada, cuando Jesús es bautizado se acaba el bautismo de Juan, tal como el mismo Juan anuncia: detrás de mi viene uno que os bautizará “con Espíritu Santo”. El bautismo cristiano es un bautismo con Espíritu Santo. El Espíritu nos hace hijos de Dios, hermanos de Cristo y herederos de la gloria. El Espíritu nos hace vivir con más plenitud, es prenda de la vida eterna. Lo decisivo no es la penitencia, sino la filiación divina.

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3
Ene
2022
Unos magos algo despistados
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reyes03

Los Magos iba bien orientados, pero también estaban algo despistados. Iban bien orientados por una estrella que les conducía a un niño al que querían adorar y ofrecerle unos dones: oro, incienso y mirra. Eso de adorar es una cosa muy seria. Si pensaban adorar a un niño es porque estaban convencidos de que era de naturaleza divina. Sin duda es posible equivocarse de divinidad y adorar a los ídolos, pero no parece que ese fuera el caso de los Magos, sobre todo si la buena estrella que les guiaba era la luz del Espíritu Santo, que siempre nos orienta hacia el bien y la verdad. Por otra parte, los dones que traían podrían muy bien referirse a distintos momentos o aspectos de la vida del niño: el incienso era un aroma que se ofrecía a la divinidad; el oro era un regalo destinado a los reyes y podría simbolizar el poder de Dios; la mirra es el aroma de la espiritualidad y con ella se embalsamaba a los muertos; podría, pues, ser un signo de la verdadera humanidad del Hijo de Dios.

La causa del despiste fue haber pensado la realeza del niño en términos mundanos. Si buscaban al “rey de los judíos”, recién nacido, era lógico que se presentaran en Jerusalén, donde estaba al palacio del rey Herodes. Ahí les traicionó su sabiduría mundana, pues la realeza del nacido no admitía comparación alguna con las realezas de este mundo. El poder del nuevo rey iba a ser totalmente diferente a los poderes de los reyes (jefes, gobernadores, presidentes) de este mundo. En este mundo el poder se mantiene a base de opresión y mentira. El de Cristo es el poder del amor, que se ejerce sirviendo y ocupando el último puesto. Cuando Pilato le pregunta a Jesús si es rey, Jesús deja claro que su poder real no tiene nada que ver con el “poder de Poncio Pilato”, que con su poder mandó crucificarle. El reino de Jesús es un reino de verdad y amor, de justicia y de paz.

Los magos se dieron cuenta de su error cuando, al dejarse guiar de nuevo por la sabiduría divina que resplandecía en la estrella, “entraron en la casa y vieron al niño con su madre”. Un rey que nace en una casa humilde, en un lugar pobre, tiene que ser necesariamente el rey de los pobres, de los humildes y sencillos. Sin duda los magos experimentaron una fuerte experiencia de contraste que les movió a conversión: buscaban la grandeza y encontraron la fuerza que se realiza en la debilidad.  Así se explica que “se retiraran a su tierra por otro camino”. Ya no volvieron a Jerusalén, lugar donde estaba la fuerza bruta, el poder opresor y mentiroso. Aquel no era un buen lugar. Buscaron otro camino, el camino que les había sugerido la visión del niño Jesús, este mismo que cuando fue adulto dejo claro que él era “el Camino”. Los que siguen ese camino van por la verdad hacia la vida.

 

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