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Nov2021Flores de las espinas
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Nov
¿Hay alguien en la Iglesia que no tenga alguna queja? Si respondemos sinceramente, lo bueno que vivimos es superior a lo que nos molesta. Eso no quita que a muchos les gustaría que algunas cosas cambiasen en la Iglesia. Hay personas, sobre todo mujeres, e incluso mujeres consagradas, que desearían sentirse más integradas en las instancias eclesiales o parroquiales; hay matrimonios en situación irregular, que no acaban de encontrar su sitio en la comunidad cristiana; hay personas que practican la fe, calificadas de disfuncionales, palabra que indica conflictividad; hay clérigos y religiosos que se sienten marginados; hay cristianos que quisieran ver mayor compromiso contra la guerra o la pobreza.
¿Cómo lograr que esas y otras personas se sientan más representadas, más escuchadas, más comprendidas, más integradas en la comunidad cristiana? Digo bien: “se sientan”. Porque el problema está ahí: no en lo que piensan los cristianos integrados, normales, sin problemas, sino en lo que sienten algunos. La convocatoria del Sínodo de la Iglesia universal por el Papa Francisco es una buena oportunidad para que todos podamos expresarnos con libertad y con verdad. Aunque nadie se lo pida, todas y todos tienen la oportunidad de entregar, bien en las parroquias, bien en el Obispado, sus propias respuestas a las preguntas formuladas en el documento preparatorio del Sínodo; o sus propias propuestas; o sus quejas.
Si quejas y desánimos se integran dentro de un diálogo que, por una parte, los amortigüe y, por otra, las transforme en motivo de autocrítica o, al menos, de reflexión por parte de los responsables eclesiales, lo que parecen cardos o espinas podrían convertirse en flores. El florecer sería facilitado si lográsemos crear un clima de comprensión, confianza, cercanía, acompañado de una apertura mental, que nos permitiera comprender lo bueno que puede haber en las perspectivas y posiciones distintas a las propias.
A mí me llamó la atención que, en su libro sobre Jesús de Nazaret, Joseph Ratzinger-Benedicto XVI citase a la bestia negra de la teología católica de hace unos años, a saber, Rudolf Bultmann. Cuando está en desacuerdo con la teología de Bultmann lo hace de forma respetuosa y razonada; y si lo cita, estando en desacuerdo, es porque considera que la posición de Bultmann es tan seria que merece ser considerada y escuchada. Lo sorprendente es que, en otras ocasiones, muestra su acuerdo con lo que dice Bultmann. Este es un buen ejemplo de cómo movernos en la Iglesia. Con apertura de mente, respetando al otro, escuchándolo, razonando antes de condenar, y acogiendo lo bueno que puede tener. Así lograremos que la Iglesia sea un hermoso jardín. Hagamos magia, hagamos que broten flores entre las espinas, mejor aún, convirtamos las espinas en flores.