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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
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5
Mar
2013
La desgracia del fundamentalismo
10 comentarios

La más triste desgracia que producen los fundamentalistas va precisamente en línea contraria a lo que ellos dicen pretender. Pretenden defender la fe católica, o la verdad cristiana en el caso de los fundamentalistas protestantes, contra supuestos errores y desviaciones. Para ello se apoyan en la seguridad de la letra de la Biblia o del dogma, leídos literalmente, como si cada una de las palabras de la Biblia o del dogma fueran absolutas, y no estuvieran históricamente condicionadas. Uno de los efectos que logran es que los adversarios de la fe cristiana se apoyen en ellos para rechazar la luz que proviene de la Revelación y la sabiduría que nos transmite la tradición de la Iglesia.

Si las cosas son como dicen los fundamentalistas, evidentemente la Biblia es un auténtico cuento infantil y sus páginas resultan poco creíbles. Mantener que Dios creo el mundo en seis días de 24 horas, o en seis períodos de tiempo; o calcular la edad de la tierra, a base de las edades de los patriarcas tal como las relata el Génesis, llegando a la conclusión de que la tierra tiene, como mucho, unos 20.000 años, es un auténtico dislate que ninguna persona medianamente razonable puede hoy aceptar. Los que piensan que la Biblia es una literatura mítica encuentran su mejor aval en esas posiciones, mantenidas por los fundamentalistas cristianos.

Los fundamentalistas entienden que Dios se revela en la Biblia “palabra por palabra”. Comprenden la tradición en términos inmovilistas, no tienen en cuenta que la reflexión evoluciona, que hay verdades de las que se toma conciencia poco a poco, que la cultura condiciona lo que uno quiere transmitir y, por tanto, que leer un mensaje del pasado sin tener en cuenta la distancia hermenéutica que nos separa de él, es mal interpretarlo. Ellos, con sus lecturas desfasadas y, lo que es peor, inadecuadas, ofrecen una imagen distorsionada de la religión que, al presentarla como verdadera, la convierten en motivo de rechazo para muchos.

Por otra parte, los fundamentalistas son excluyentes. Pretenden convertir la Iglesia en un recinto de pensamiento único. Entienden que las diferencias se solucionan a base de castigos. Si las cosas son como dicen ellos, entonces lo mejor que puede hacer una persona sensata es marcharse de la Iglesia, huir de ese lugar de condenas, escapar de tanto control y vigilancia. Si fuera de la Iglesia (así entendida) no hay salvación, entonces la mayoría de los seres humanos están fuera del ámbito de la salvación. Y la obra de Dios es un fracaso.

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1
Mar
2013
La Sede está vacante, la Iglesia no
12 comentarios

En estos días en que están saliendo todo tipo de asuntos, unos más turbios relacionados con el entorno del Papa, y otros más piadosos sobre sus últimos gestos; en que se analizan algunas de sus últimas palabras públicas, como por ejemplo, esas en las que ha confesado que durante su ministerio ha habido días soleados y pacíficos, junto con otros en que las aguas bajaban agitadas y Dios parecía callado, considero preferible mirar hacia delante, aunque sin olvidar del todo que en la casa de la Iglesia hay necesidad de conversión y purificación.

Puestos a “cambiar de tercio” voy a contar una anécdota de la que fui testigo y que tiene que ver con la situación actual de espera que vive la Iglesia. Cuando falleció Juan Pablo II, y hasta la elección de Benedicto XVI, hubo un fraile que, en la Misa conventual, cuando llegaba el momento de acordarse de la Iglesia extendida por todo el mundo, con el Papa y el Obispo, decía, ante la sorpresa general: “con nuestro Papa Sede vacante”. Por otra parte, hoy mismo me han preguntado “qué se debe decir ahora” cuando se pide por el Papa en la plegaria eucarística. De hecho, algunos Obispos han dictado normas sobre este asunto.

La Iglesia nunca está vacante, ni vacía, ni de vacaciones. Y en ella el importante no es el Papa ni el Obispo, sino Cristo y su cuerpo todo entero, o sea, el conjunto de los cristianos. Pero como institución humana que es, ocurre que, en ocasiones, los que tienen en ella responsabilidades, dejan de ejercerlas por algún motivo. En este caso, lo que debe hacer la comunidad es proveer nuevos responsables o ministros. Y en esas estamos ahora con la diócesis de Roma. Ocurre que Roma es la diócesis primada, la diócesis del Papa, que tiene la misión de mantener a la Iglesia unida en la fe y en la caridad.

En este periodo de espera todo debe continuar con normalidad, aunque algunas situaciones se vivan con una cierta provisionalidad. En lo referente a la oración por el Papa que aparece en la plegaria eucarística, que es un modo de decir que los que celebramos estamos en comunión con él, ahora nuestra comunión no está personalizada en el Papa, porque no lo hay. Por eso, no hay que nombrarlo. Hay que pasar directamente a nombrar al Obispo diocesano. Pero en la oración de los fieles es bueno, conveniente y necesario que, al orar por la Iglesia, pidamos para que Dios nos conceda un Pastor bueno, que sepa guiarla por los caminos del Evangelio y estimularla para sea cada día más fiel al Señor.

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26
Feb
2013
La cruz de Cristo, reflejo de Dios
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Desde el presupuesto creyente de que quién ha visto a Jesús ha visto al Padre, surge la pregunta por el Dios que se revela en la Crucifixión de Cristo. Una respuesta bastante corriente dice que en la cruz de Cristo se revela un Dios que, para salvar a la humanidad pecadora, necesita una satisfacción. La cruz forma parte del plan de Dios que, si no ha enviado él mismo a su Hijo a la cruz, al menos ha previsto este tipo de muerte, que él acepta como reparación por los pecados del mundo. Algunos han visto ahí la imagen de un Dios sádico, que mata a su Hijo más querido para aplacar su cólera.
 

Otra respuesta es posible: Jesús acepta su muerte ignominiosa porque es el mejor, sino el único modo de revelar, quién es su Padre. No un Dios que castiga, pide cuentas y exige reparaciones, sino un Dios todo Amor, solo Amor y nada más que Amor. La cruz de Cristo cambia la imagen de un Dios todo-poder por la de un Dios todo-amor. El Dios que su Hijo crucificado revela no es un Dios que todo lo controla y pide sacrificios, sino un Dios que todo lo perdona y se manifiesta impotente frente a la violencia, porque ella es la negación del amor. Dios es el que se sacrifica, se despoja, se vacía para que el hombre viva.
 

El poder de Dios no se manifiesta donde piensa el mundo, en el prestigio, el honor y la fuerza, sino en aquellos lugares donde nadie esperaría encontrarle: en la pobreza, la humillación, la impotencia, la vulnerabilidad. Y lo hace en primer lugar solidarizándose con las víctimas, y luego ofreciendo su perdón y su amistad a los verdugos. Dios estaba en la cruz de Jesús sosteniéndole para que manifestase su verdadero poder. Este poder crucificado cuestiona el orden del mundo y nos llama a buscar un orden nuevo basado en la solidaridad, el perdón y el amor.
 

Los hombres, como Adán, llevamos dentro el deseo de ser como dioses. De ser dioses desde la prepotencia y la codicia. De ser dioses, en definitiva, imitando una falsa imagen de Dios. Jesús, según la carta a los filipenses, siendo imagen de Dios, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se vació, se humilló hasta la muerte de cruz. Mostró así como es la verdadera imagen de Dios: vaciarse para que otros se llenen, entregarse para que otros vivan. Jesús, con sus palabras y obras, había ofrecido una primera imagen de Dios. En la cruz esta imagen encontró su perfección, porque no hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Y sus amados son todos los seres humanos.

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24
Feb
2013
Documentos secretos muy públicos
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La dimisión del Papa ha provocado una cascada de noticias nada ejemplares que implican a personas e instituciones importantes del entramado institucional eclesiástico y, sobre todo, vaticano. ¿Todo esto, blanqueo de dinero, corrupción, escándalos sexuales, luchas de poder, es verdad? ¿Será verdad que el Papa ha dimitido porque el entorno ha podido con él? Y si así fuera, ¿por qué no lo dice claramente y se limita a hacer un gesto que cada uno interpreta en función de su propia ideología? Por otra parte, ¿cómo es posible que unos documentos tan secretos, sean tan públicos? Cierto: dice el Evangelio que no hay nada oculto que no llegue a saberse, pero lo más probable es que la palabra evangélica solo encuentre su plena verdad en la escatología.


“No vamos a responder a todas las fantasías y opiniones”, ha declarado el P. Federico Lombardi. Cierto. Pero es preocupante un río que suena tanto, lleve agua o no la lleve. La Iglesia está llena de pecadores. Esto es una evidencia y un consuelo. Porque Dios acoge a los pecadores y Jesucristo no ha venido a llamar a los justos, sino a los pecadores. No es menos cierto que el pecado de la Iglesia le resta credibilidad. Y hace daño a los débiles en la fe. También es cierto que el pecado es más llamativo, siempre hace más ruido que el bien, aunque sea el bien mucho más abundante. De hecho, en la Iglesia y fuera de ella, hay más bien que mal, porque si no fuera así, este mundo sería una selva en la que no se podría vivir.


Si repasamos la historia de la Iglesia encontraremos un montón de episodios poco ejemplares. Pero también encontraremos a grandes santos, profetas, teólogos, misioneros que, apoyados en su fe, han denunciados tales episodios. Mientras el Papa Alejandro VI tuvo nueve hijos de seis diferentes concubinas, y la gran mayoría de los sacerdotes vivían en concubinato, San Francisco de Sales recorría Suiza calificando los escándalos del clero de “asesinato espiritual”, pero advirtiendo que los que permitían que el escándalo destruyera su fe eran culpables de un “suicidio espiritual”.


Ese es el consejo que yo me doy a mi mismo: no te suicides espiritualmente. Pase lo que pase, tu fe se apoya en Jesucristo. El es la causa, el motivo, la razón de tu fe. Toma buena nota de lo que veas y oigas. Pero clasifica las notas en dos columnas: en una, pon aquello que te resulta estimulante y merece ser imitado; en otra, pon aquello que no debes repetir.

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21
Feb
2013
Consultar el horóscopo
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Me gustó un cartel que decía: “un auténtico cristiano no consulta nunca el horóscopo, más bien lee el Evangelio cada día”. No sé si son muchos los creyentes que leen el horóscopo, pero sí son muchas las personas que acuden a adivinos, astrólogos, echadores de cartas, visionarios, etc. Es llamativa la cantidad de canales de televisión en los que se ofrecen este tipo de servicios, a través de líneas telefónicas de alto coste y baja velocidad. A veces los personajes que dicen solucionar la vida de los que les consultan están rodeados de signos religiosos católicos, tales como imágenes o frases alusivas a San Cayetano, San Judas, el Cristo de Medinaceli y todas las vírgenes que ustedes quieran. Llama también la atención que revistas y periódicos “serios” publiquen el horóscopo. Debe ser porque interesa a sus lectores.

El libro sagrado del judaísmo y del cristianismo, en su primera página, critica fuertemente la astrología. Digo bien astrología y no astronomía. Mientras la astronomía es el estudio científico del universo y de sus astros, la astrología pretende describir y descubrir la personalidad y los rasgos importantes de la vida a partir de la posición de los astros en el momento del nacimiento (signo zodiacal). Pues bien, las ideas que han dado lugar a la astrología moderna fueron ya desacreditadas por los teólogos hebreos hace 2.500 años. En efecto, el capítulo primero del Génesis efectúa una desmitificación de todo lo que en las culturas circundantes a Israel tenía carácter divino: la luna, el sol y los monstruos marinos. Es curioso notar que en Gén 1,16 ni siquiera se nombran al Sol y a la Luna, que eran nombres divinos en las culturas vecinas a Israel, como si se quisiera indicar que no se les necesita para que alumbren, pues la luz no depende de ellos, sino únicamente de Dios.

El Génesis califica de simples luminarias al sol y a la luna. Los hebreos tuvieron la tentación (como los pueblos vecinos) de adorar a los cuerpos celestes. Gen 1,14-19 es un ataque a esa adoración. Los humanos no han sido creados para servir a esos dioses. La luna y el sol son simplemente “luminarias” al servicio del ser humano. Buscar en la conjunción de los planetas o de las estrellas nuestro futuro o una luz para nuestro presente es idolatría. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica (nº 2116): “la consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y suertes, el recurso a ‘mediums’, están en contradicción con el honor y el respeto que debemos solamente a Dios”. Y en el libro del Deuteronomio (18,10-12) se puede leer: En el pueblo de Dios “no ha de haber nadie que practique adivinación, astrología, hechicería o magia, ningún encantador ni consultor de espectros o adivinos; ni evocador de muertos. Porque todo el que hace estas cosas es una abominación para Yahveh tu Dios”.

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18
Feb
2013
¡De lo que son capaces las monjas!
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Tras asumir el poder Fidel Castro muchos religiosos, religiosas y sacerdotes, salieron de Cuba. Hubo una Congregación, la de las Hermanas de la Caridad, que fue respetada. ¿El motivo? Antes de la toma del poder, Fidel estuvo preso. Mientras estuvo en la cárcel, una Hermana de la Caridad le visitaba y le ayudaba (como hacían otras hermanas con otros presos). Fidel estaba entonces escribiendo fragmentos de su obra “La historia me absolverá”, y la hermana sacaba de la cárcel el escrito de Fidel, escondido en su hábito. Cuando Fidel logró el poder, la Hermana, que le trataba con confianza y cariño, le pidió reiteradamente, en privado y en público, que permitiese a las Hermanas de la Caridad seguir visitando a los presos. Fidel nunca se lo autorizó, ni a ella ni a las otras hermanas. Un día Fidel le dijo: no puedo permitirles que visiten ustedes a los presos, porque yo sé muy bien de los que son capaces.

Han pasado los años. Muchas Congregaciones han vuelto a Cuba. Y, con dificultades y pocos recursos, las hermanas siguen siendo capaces de muchas cosas. Por ejemplo, las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, en el país más envejecido de Latinoamérica (¿por qué será?) se ocupan de un asilo, en el que hay una amplia lista de espera para poder entrar. Es el mejor de Cuba y allí los ancianos y ancianas tienen una adecuada atención religiosa. Por su parte, las distintas Congregaciones y grupos de religiosas dominicas realizan una admirable labor religiosa y social en barrios marginales de La Habana y en los distintos pueblos de la isla. Dan catequesis a niños, jóvenes y adultos; algunas se ocupan del catecumenado de adultos y de “Caritas” parroquial.

Las hermanas realizan una importante tarea de acompañamiento, con actividades de primera necesidad: atención sanitaria, atención a las familias de los presos, refuerzo educativo para niñas y niños que lo necesitan. Tienen talleres de costura y de otros oficios. Reparten desayunos y comidas a gente postrada o muy pobre. Escuchan a la gente (“lo que más tiempo nos ocupa”, decía una hermana). Y animan bastantes “casas de misión”. Una casa de misión es una especie de comunidad de base. Una familia pone su casa a disposición de la Iglesia y allí se reúnen entre 10 y 15 personas para celebrar la Palabra, formarse humana y religiosamente y ayudarse. Son sencillos ejemplos de lo que son capaces de hacer las monjas, con mucha entrega y sacrificio. Ellas son evangelizadoras en primera línea y la mano de Dios para muchas personas.

Se me olvidaba lo más importante. Plantean una pregunta: “¿cómo es que están ustedes aquí, tan alegres y tan felices, cuando muchos quieren marcharse?”. Y una cosa final a propósito del marcharse: mientras el gobierno de Cuba expide pasaportes a los ciudadanos que lo solicitan, los gobiernos de España, Francia, México y Ecuador se niegan a dar visados a los ciudadanos cubanos. ¿Qué queda entonces de la segunda parte del deseo de Juan Pablo II: “que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”?

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15
Feb
2013
Conversión y penitencia en positivo
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En este tiempo de Cuaresma las palabras conversión y penitencia van a estar muy presentes en la liturgia, con la sana pretensión de que también estén muy presentes en la vida del cristiano. Mucha gente entiende estas palabras de forma negativa: la penitencia sería, para estas personas, un modo de aplacar a Dios a cambio de realizar algo desagradable y costoso, o de privarse de algo que nos apetece y nos agrada. Sin embargo la conversión y la penitencia implican una realidad muy positiva, favorable para el ser humano y acorde con su dignidad. Conversión significa darle la espalda a lo que no es bueno, para ponerse de cara a lo bueno; es abrir nuevas posibilidades a la vida, dejando aquello que nos conduce a lo malo, para así avanzar hacia el verdadero bien, que es el Dios revelado en Jesucristo. El término penitencia indica que toda conversión supone un esfuerzo, una renuncia. Pero todo lo que vale supone esfuerzo y renuncia. El deportista que quiere alcanzar un premio debe entrenarse duro cada día y llevar una vida ordenada, renunciando a los excesos que no son buenos para la salud física y mental.

Los términos conversión y penitencia indican que la fe cristiana, la adhesión incondicional a Dios, pone en crisis determinadas maneras de pensar y de actuar. Solo desde el trasfondo de una completa concepción de la fe se clarifica lo que se entiende por penitencia. Si la fe es una vuelta sin reservas a Dios, esto implica el abandono de otros modelos y proyectos de existencia, la renuncia a otras formas de asegurar y fundamentar la vida y, por consiguiente, el abandono del placer, del poder y del dinero entendidos como la garantía de la vida. El que pone su vida en estos ídolos de la riqueza y del poder, el que piensa que ellos son la garantía de su existencia, el que considera que allí va a encontrar la verdadera felicidad, equivoca el camino. Porque la única garantía de la vida es Dios. La penitencia (dice Walter Kasper) “es una fuerza crítica frente a los ídolos antiguos y nuevos, frente a todas las pretensiones absolutistas de los sistemas ideológicos o políticos”. Visto así, la conversión y la penitencia son la otra cara de la fe. Una fe, sin este elemento crítico, sin esta fuerza renovadora que es la conversión perdería su fuerza.

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12
Feb
2013
Dimisión que no ha dejado a nadie indiferente
4 comentarios

La dimisión del Papa no ha dejado a nadie indiferente. Todos los que tienen algún nombre y alguna posibilidad de hacerse leer se han apresurado a pronunciarse. En algunos casos, a base de generalidades que no comprometen mucho. En otros por medio de críticas apenas disimuladas: “de la cruz no se baja nadie”; o notando aspectos que quizás han podido influir en la decisión: “estaba muy desgastado” con el escándalo Vatileaks y la lucha contra la pederastia. Los que se expresan con más espontaneidad (y hasta con ligereza) son los comentaristas de las páginas y los blogs de internet. Allí se dice de todo. Se trata a la Iglesia como si fuera un personaje de la farándula. Es bueno que seamos conscientes de que hoy la institución eclesial suscita interés, pero desgraciadamente es un interés que no va orientado a lo que es o, al menos, a lo que debe ser la Iglesia: sacramento de salvación, testimonio de Jesucristo, madre que engendra nuevos hijos a la fe.

Personalmente pienso que Benedicto XVI ha realizado un acto de honradez y suma lucidez. Se ha visto y sentido enfermo y anciano. Y ha sido bien consciente que cuanto más débil está un gobernante, más influencia tienen los que le rodean. Algo de esto ocurrió en los últimos meses del anterior pontificado. Es posible que Benedicto XVI no haya querido que la historia se repita. No es bueno que se tomen decisiones en nombre de alguien que no está en condiciones de controlarlas. En todo caso, se trata de una decisión muy personal que deberíamos respetar.

Joseph Ratzinger ha sido un teólogo de alto nivel. En sus primeras obras mantuvo posturas bastante abiertas. Es normal que los cargos y las responsabilidades le hayan obligado a moderar algunas de sus posiciones. Pero esto es positivo: la vida nos lleva por donde no queremos o por donde no esperamos. Y, a veces, sentimos que las primeras ilusiones no acaban de cumplirse, o que lo que nosotros habíamos previsto como algo muy bueno y necesario, otros lo utilizan de forma que no nos gusta.

Este es el momento de dar gracias a Dios por el Pontificado de Benedicto XVI. Por su Magisterio. Sus homilías, encíclicas y discursos siempre han tenido una buena base teológica. Benedicto XVI ha ayudado a pensar, a madurar en la fe. Ha sabido afrontar los problemas con inteligencia. Se podrá estar o no de acuerdo, pero no cabe duda de que lo que dice está muy pensado y hace pensar.

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9
Feb
2013
Examen de teología de un no creyente
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Muchos lectores saben que he tenido la oportunidad de impartir un curso de teología en La Habana. En mi clase había algunos alumnos y alumnas que no eran creyentes. Copio algunos párrafos del trabajo de final de curso presentado por uno de estos alumnos/as: “Comencé el presente diplomado con la intención de escuchar las doctrinas cristianas de boca de auténticos expertos, pues no soy creyente y es común escuchar personas que quizás tienen mucha fe, pero desconocen bastante de la historia y predicación de su propia Iglesia. Hasta ahora estoy contento/a de los resultados y, esta asignatura en particular (se trata de mi curso sobre Virtudes teologales) es una de las más interesantes, porque se refiere a aquello que “debe ser” el verdadero cristiano (y no sólo a lo que se supone que “debe creer”).

Considero que gran parte de los prejuicios de los no católicos hacia los católicos provienen del divorcio entre lo que debería ser y lo que verdaderamente es y, en este sentido, el tema de la fe, la esperanza y la caridad, representan el meollo de la religión, y su correcto o incorrecto entendimiento ha condicionado la existencia de todos los cristianos. Dada mi forma de pensar, la lectura del libro del profesor y las clases me han aclarado algunas dudas, han subsanado ideas erróneas que tenía y me han dejado muchas preguntas. En muy apretado resumen podría decir que la fe se refiere a la Palabra divina, la esperanza a la Promesa de vida y la caridad al Amor beatificante, gracias al cual los seres humanos podrán vencer las múltiples dificultades que conspirarán para apartarlos del amoroso Creador, la Bienaventuranza definitiva.

En clase quedó explicado por qué llamarlas “un sagrado circuito”, dado que son tres actitudes que se implican, al punto de que San Pablo, por ejemplo, las usa indistintamente cuando quiere enseñar a sus lectores qué deben hacer para salvarse. Y aquí vino una aclaración importante: la “sola fide” suena en la actualidad un poco siniestra y, a veces, es utilizada de modo incorrecto por cierto tipo de creyente. En clase recuerdo que el profesor mencionó a Lutero y al modo en que el Concilio de Trento limitó esa “sola fe” salvífica a “la fe en los dogmas de la Iglesia”, idea que por desgracia he visto reflejada en bastantes cristianos, católicos y no católicos, y de ahí que yo la compartiera. Al imbricarla con las otras virtudes, la idea de cómo Dios dispone nuestra salvación se vuelve mucho más coherente y hermosa, más en consonancia con la predicación de Aquel a quien suele nombrarse Hijo de Dios.

También se habló en clase de la fe “versus” credulidad, otro asunto que se presta a graves confusiones. Ya en el bloque de Teología Fundamental, a mí me resultó novedoso considerar la teología como un estudio racional, pues estaba acostumbrada a considerar la fe religiosa aparejada a la credulidad, con frecuencia de la más boba especie, y es incuestionable que el ser humano, cuando se decide a creer algo, es capaz de creer en cualquier cosa. Estas clases me parece que están viniendo a apoyar un criterio que suelo defender ante los diversos predicadores que en los últimos años están proliferando en Cuba (testigos de Jehová, protestantes de diversas denominaciones y otros), que llevados de su celo misionero suelen pedirme que me “abra a la fe”, entendiendo por ello que realice una “profesión de fe” (no importa si creo o no vitalmente en las palabras que debo repetir y que algunos llevan, a veces, anotadas) y sobre todo “que pida fe a Dios” y “que me esfuerce en creer”, naturalmente lo que ellos me dicen. ¿Puede una fe sincera ir de la mano con la ignorancia?”

Hasta aquí algunos de los primeros párrafos del trabajo de final de curso de una o un ateo que asistió a un curso de teología católica. Sin duda, se puede y debe matizar alguna cosa. El profesor ya puso la nota. ¿Cuál pondrían ustedes?

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4
Feb
2013
Historia natural, personal y divina
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La vida humana es una combinación de historias. Somos un producto de la naturaleza, hay una historia natural que nos constituye y nos emparenta con todos los seres vivos, sobre todo con los primates y mamíferos. El estudio de esta historia nos dice que los humanos somos una especie surgida por evolución y nos explica cómo funcionan nuestros genes para permitir el desarrollo y funcionamiento de nuestras facultades mentales e, incluso, cómo estos genes influyen sobre nuestro comportamiento. Pero la historia de la humanidad no sólo está escrita en los genes. Poseemos también una historia personal, forjada a partir de las relaciones con otras personas y de nuestros conocimientos culturales. La sola historia natural no nos dice si nuestras creencias acerca de Dios son verdad o nuestras conductas son correctas. Estas convicciones se adquieren con la educación.

 

Para los creyentes hay una tercera historia que también es constitutiva de lo humano: la historia que Dios quiere hacer con el hombre. Esta historia no se superpone a las otras historias, ya que lo natural y lo personal es la condición de posibilidad de la historia divina. Y, al mismo tiempo, la historia divina es aquella a la que tendían la natural y la personal. En efecto, el Dios de la Biblia, que crea al ser humano a su imagen y semejanza, es el Dios del genoma humano. Por otra parte, la evolución genética nos ha llevado a la evolución cultural y humana con capacidad de acoger el espíritu de Dios. La genética ha hecho posible un ser capaz de dedicarse a la ciencia, al arte y a la religión.

 

Ahora bien, esta historia divina resulta ambigua. Este producto de la evolución, que ha sido constituido por Dios como su imagen y semejanza, o dicho de otro modo, que ha sido llamado al diálogo y a la amistad con Dios, ha sido culpable de una historia de muertes, horrores, injusticias, una historia sólo propia del más salvaje de los animales. ¿Cómo se explica esto? Porque el ser humano es una imagen provisional de Dios, una imagen imperfecta, incompleta. El Nuevo Testamento dice que la verdadera y perfecta imagen de Dios invisible es Jesucristo. El es la clave que nos permite comprender la historia. En la medida en que nos identificamos con Jesús, la imagen de Dios que es el ser humano, alcanza la plena humanidad.

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