Logo dominicosdominicos

Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor


Filtrando por: 2009 quitar filtro

10
Feb
2009
Y Dios vive en nosotros
2 comentarios

Ya he notado lo sorprendente que resulta que nosotros vivimos “en” Dios. Igual de sorprendente resulta que Dios vive “en” nosotros. San Pablo y san Juan lo dicen con diferentes fórmulas que pueden resumirse en esta: “Dios mora en nosotros por el Espíritu que nos ha dado” (1Jn 3,24; cf. 1Co 3,16). Pero como el Espíritu es inseparable del Padre y del Hijo, es posible decir que “el Padre y el Hijo hacen morada” en nosotros (Jn 14,23).

La cuestión no es solo como puedo vivir en Dios, sino también como puede Dios vivir en mi. ¿Cómo puedo vivir en otro y cómo puede otro vivir en mi? No se trata de poesía. Se trata de realidad y de experiencia. De lo contrario, negamos el realismo de la revelación cristiana. Así, pues, ¿cómo se acoge a una persona, cómo se la recibe? ¿Cómo puede Dios hacerse presente en lo más profundo de mi ser, con una presencia no alienante, sino personalizante? Dios habita en mí, y eso, lejos de anularme, refuerza mi personalidad, me hace ser más yo.

Uno puede vivir “en” otro por el deseo, el conocimiento y el amor. Conocer, desear o amar es un modo de tener presente al otro en mi memoria y en mi vida, un modo de que esté en mí. Más aún, cuando el amado me dice una palabra de amor se está entregando a sí mismo, y al acoger su palabra, le acojo a él. Con la palabra no sólo comunico información. Me comunico a mi mismo, me expreso en la palabra. Dirigir a otro la palabra no es sólo cubrir la distancia que del otro me separa, sino dar a conocer mi interioridad y poner algo de mi alma en la del otro. La palabra es el medio por el que dos interioridades se manifiestan una a la otra para vivir en reciprocidad. La palabra es signo de amistad. Hablar es una forma de donación de la persona a otra persona. Uno se abre al otro, ofreciéndole la hospitalidad, en lo mejor de sí mismo. Cada uno da y se da en una comunicación de amor. Pues bien, Dios en Cristo nos ha entregado su Palabra. Al acoger las palabras de Jesús, le acogemos a él (cf. Jn 15,7.10), y al recibirle a él, recibimos al Padre (Jn 13,20). Al acoger sus palabras, Jesús mismo se nos hace presente por medio de su Espíritu: “Cristo vive en mi” (Gal 2,20).

Ir al artículo

6
Feb
2009
Iglesia llena de pecadores
1 comentarios

Con frecuencia aparecen noticias sobre los pecados de eclesiásticos conocidos. Las reacciones dependen de donde se sitúa el lector. De nuevo es noticia escandalosa la figura del P. Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, ya fallecido, apartado de su cargo por el actual Papa, tras considerar las acusaciones de pederastia que pesaban contra él. Ahora sale a la luz que tuvo una amante y una hija, hecho reconocido por el portavoz de los Legionarios. No digo eso para hacer sangre. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Yo escondo las manos. Eso no quita que ante este u otros casos parecidos, algunas buenas personas lo primero que hagan sea condenar al mensajero, luego negar los hechos y, finalmente, quedar bastante perdidas cuando se convencen de la credibilidad del hecho.

Por eso, ante posibles escándalos que a veces nos invaden al notar los reales o supuestos pecados de la Iglesia, de su jerarquía o de sus fieles cualificados, importa dejar claro que el motivo de la fe es Dios mismo. Yo no creo ni dejo de creer porque el Papa o el Obispo sean santos o pecadores, actúen a mi gusto o a mi disgusto. La Iglesia es motivo de credibilidad, y esto es importante de cara a su responsabilidad, pero no es motivo último y decisivo de mi fe. Incluso a veces puede ser una pantalla para la fe. Yo no creo en la Iglesia ni a causa de ella, sino en Dios y a causa de Dios, aunque la Iglesia también juega un papel importante en mi fe: creo dentro de ella, creo en Aquel del que da testimonio, pero creo en definitiva porque Dios se ha dado a conocer en Jesucristo y porque el Espíritu me mueve a creer.

Ir al artículo

4
Feb
2009
En Dios vivimos II
2 comentarios

Decía en una entrega anterior que no hay ningún lugar fuera de Dios. Todo lo que no es Dios existe dentro del ser y del actuar divinos. Ahora bien, si nosotros estamos en Dios, eso significa que, seamos o no conscientes, Dios nunca está lejos de nosotros, porque si estuviera lejos, nosotros dejaríamos de existir. El es el fundamento, la razón de nuestra vida. San Agustín expresaba esta experiencia diciendo que Dios es más íntimo que nuestra intimidad, que está más dentro de nosotros de lo que lo estamos nosotros. Un gran teólogo actual, E. Schillebeeckx, lo expresa de otra manera: nosotros somos porque previamente somos de Dios. Así, la tarea que se nos presenta como creyentes es la de cobrar conciencia de esta presencia envolvente. Cada uno formamos parte del misterio de Dios, no porque seamos un “trozo” de Dios, sino porque no estamos fuera del misterio de todas las cosas. Dios no es un objeto que yo puedo contemplar a la manera de un observador externo, sino una realidad que solo puedo experimentar a la manera de una relación personal. Dios no está en las alturas y nosotros aquí abajo, sino cerca de nosotros. Es el misterio de sostiene nuestro ser. Un misterio que nos rodea y envuelve y, al mismo tiempo, es distinto de nosotros.

Si Dios es el misterio que nos sostiene y envuelve, nunca puede sernos hostil. Por el mero hecho de existir en él y por él, somos amados como una madre ama al hijo de sus entrañas. Dios nos ha dado a luz. Cuida de nosotros más que nosotros mismos. Si llegara a odiarme o rechazarme, se odiaría y rechazaría a sí mismo. Dios me ama como si fuera su propia carne. Algo de eso insinúa Jesús cuando dice que, en cierto modo, todos somos dioses (Jn 10,34) o que somos “uno” con el Padre y el Hijo (Jn 17,21-23). ¿Cómo ser uno con Dios y al mismo tiempo distinto de Dios? ¿Cómo puede Dios ser uno con nosotros y al mismo tiempo distinto de nosotros? La ciencia proporciona una imagen del universo que ayuda a comprender este modelo de relación Dios-mundo, a saber: el mundo es un sistema de sistemas que interactúan y dependen unos de otros. Cada sistema tiene su propio funcionamiento y, sin embargo, forma parte de un todo. Más aún, ese todo, el todo superior, mejora el funcionamiento de los sistemas que lo constituyen y les proporciona posibilidades que por sí mismos nunca tendrían.

Ir al artículo

4
Feb
2009
El holocausto, tan real como Jesús
1 comentarios

La Secretaría de Estado de la Santa Sede acaba de publicar una nota pidiendo a Mons. Williamson, obispo lefebriano, que retire sus declaraciones sobre la no existencia del holocausto nazi, ya que son “totalmente inaceptables”; en caso contrario no podrá ser admitido “como obispo de la Iglesia católica”. Esta nota es la prueba de los graves problemas eclesiales, ecuménicos y políticos que las declaraciones de Williamson estaban causando.

Ha habido católicos que, pretendiendo defender al Papa con más ingenuidad que inteligencia, se preguntaban por la importancia de esas declaraciones y por la relación entre una opinión histórica y la pertenencia a la comunión católica. Para comprender el malestar que ha suscitado la postura de Williamson ofrezco esta reflexión: cuando basándose en falsos argumentos científicos, históricos o documentales se niega la existencia de Jesús de Nazaret o se sostiene que estuvo casado y tuvo hijos, es comprensible la indignación de los cristianos. Por dos motivos: por el uso fraudulento de la historia y por la falta de respeto a una venerable figura. Lo mismo vale para la negación del holocausto: se trata de un uso fraudulento de la historia y una falta de respeto y sensibilidad ante un acontecimiento dramático que sigue afectando a algunos supervivientes y a muchos de los descendientes de las víctimas de la barbarie.

Más aún: este tipo de posturas, que no tienen ninguna justificación histórica, en la práctica totalidad de los casos son debidas a posiciones ideológicas y políticas muy extremas, intolerantes, negativas, y hasta odiosas. Reflejan una actitud incompatible con la dignidad de la persona, los derechos humanos y la misericordia hacia las víctimas. Ese es el asunto que hay detrás de esas declaraciones que ni son opinión histórica ni tienen nada de inocentes. Se comprende, pues, que reintegrar a la comunión católica a personas así, sin ninguna condición, haya suscitado preguntas sobre el sentido de determinados acercamientos.

Ir al artículo

1
Feb
2009
Endemoniados
2 comentarios

Hoy, domingo, se publica la última de las muchas entrevistas que ha concedido un conocido exorcista. Lo digo como muestra del interés que suscita el tema. Por otra parte, en el evangelio de hoy se narra la liberación de un endemoniado. Este demonio del Evangelio no me parece comparable a esos que algunos imaginan (ayudados por la seducción de alguna película) cuando oyen hablar de exorcismos. Muchos casos tratados por los exorcistas actuales suelen ser enfermos más o menos peligrosos, aunque es posible que el rito o la oración puedan ayudarles.

Dejo aparte que la existencia del demonio no ha sido definida dogmáticamente por la Iglesia, aunque es cierto que los documentos eclesiales suponen su existencia. Me interesa aclarar otra cosa, a saber, que los endemoniados a los que Jesús trataba no son equiparables a esos casos modernos que tanto interés suscitan. En tiempo de Jesús se consideraban síntomas de posesión diabólica determinadas enfermedades nerviosas y depresivas. En la Palestina de entonces había pobreza, injusticia, gente muy necesitada. La posesión diabólica es expresión de la esclavitud del hombre a los poderes del mal. Por allí donde Jesús pasaba esos poderes retrocedían, la gente recuperaba la esperanza y las ganas de vivir, se levantaba de sus más hondas depresiones. Si esos son los demonios que Jesús expulsa, entonces su acción interesa a todos. También hoy empleamos en un sentido similar la palabra demonio. ¿No calificamos como endemoniadas a situaciones complicadas, trabajos enrevesados o problemas de difícil solución?

La persona religiosa sabe, por propia experiencia, que en el plano espiritual aparecen asuntos enredosos, que requieren mucha atención para no caer en sus redes. Hay pasiones, seducciones, ambiciones, y tantas otras cosas que nos impiden ser fieles al Señor. De esos demonios Jesús quiere librarnos, esos son los obstáculos que impiden que seamos felices, que encontremos la paz y vivamos evangélicamente. De esos demonios tenemos que preocuparnos y no de esos otros que, en caso de ser reales, deben ser tratados clínicamente y son de una categoría distinta a los demonios de los que habla el Nuevo Testamento.

Ir al artículo

30
Ene
2009
Confesiones cibernéticas
4 comentarios

Entre las noticias con referencias eclesiales aparecidas en la prensa de ayer hubo una que me resultó cómica. Se trata del editorial de un periódico muy leído que, a propósito de la apertura por parte del Vaticano de un canal de noticias en el portal de internet YouTube, se hace dos preguntas que rayan lo absurdo y resultan divertidas. Una sobre la posibilidad de una teología cibernética. ¡A saber qué entiende el editorialista por teología! La otra es incluso más graciosa: ¿contempla el Vaticano la posibilidad de la confesión on line?; en este caso, ¿qué medios pondrá para garantizar la privacidad de los confesionarios cibernéticos?

La ignorancia es atrevida. Pero si es penosa (pena que no es incompatible con lo divertido) la ignorancia de los de fuera, es más penosa (y menos divertida) la de los de dentro. Algunos católicos hacen preguntas similares, por ejemplo, sobre la posibilidad de confesarse por teléfono. ¿Qué diferencia hay entre el teléfono y un Chat con imagen y sonido? Olvidan unos y otros que el sacramento de la reconciliación no es magia: no se trata de cumplir un rito que por el efecto mismo del rito cancelaría deudas o aumentaría el capital. Tampoco es una resolución judicial que determina lo que hay que hacer o pagar para reparar un mal, resolución que podría conocerse por internet o sin necesidad de acudir al juzgado. El sacramento es un signo de perdón y amor gratuitos. Es la fiesta del encuentro. Es un abrazo de amor. El signo, la fiesta y el abrazo requieren condiciones y modos de presencia adecuados al acontecimiento. Cierto, cuando uno está impedido de acudir a una fiesta, porque está enfermo por ejemplo, resulta posible contarle por teléfono lo que ocurre en la fiesta. Pero este modo de participar en la fiesta suele producir nostalgia, tristeza e incluso mayor sensación de soledad. Sólo trasladando la fiesta a la habitación del enfermo pueden todos, incluido el enfermo, participar plenamente de la alegría.

Ir al artículo

28
Ene
2009
Vaticano II: Concilio pastoral y dogmático
7 comentarios

El levantamiento de la excomunión a los obispos consagrados por Mons. Lefebvre ha alegrado a sectores tradicionalistas y conservadores de la Iglesia católica. Allá cada uno con sus alegrías y sus disgustos. Algunas manifestaciones escritas han tratado de desvalorizar al Concilio Vaticano II, como siguen haciendo los seguidores de Lefebvre, recordando que se trata de un “Concilio pastoral”. Cierto, ese fue el calificativo que empleó Juan XXIII. Seguramente los participantes en los foros en los que se ha recordado, con mala intención y poco conocimiento teológico, que el Vaticano II fue un Concilio pastoral, no se cuentan entre mis lectores. Pero aprovecho la ocasión para clarificar este aspecto para los lectores habituales de los blogs albergados en nuestra página.

Pastoral es toda la actividad de la Iglesia, siguiendo las huellas de Jesús, el buen Pastor. Toda su doctrina, su enseñanza, sus dogmas, son pastorales. Pastoral no se opone a dogmático, ni designa doctrina de segundo nivel. Pastoral es un modo de exponer. El Vaticano II buscó una mejor comprensión de la doctrina católica, una presentación actualizada del mensaje evangélico. No hay diferencia entre magisterio dogmático y magisterio pastoral. Todo magisterio y toda teología tienen un carácter pastoral.

No hay que olvidar, por otra parte, que dos importantes constituciones del Vaticano II, las que tratan de la Iglesia y de la Revelación, llevan en el título la precisión de “Constitución dogmática”. Ocurre que estas constituciones se presentan con un estilo más asequible y más propositivo que las constituciones de Concilios anteriores. Y no sólo no tienen menos valor que las constituciones de los Concilios de Trento y Vaticano I, sino más. Más, porque son actos más recientes del Magisterio, ofrecen precisiones más acordes con la realidad actual, responden a los problemas nuevos que se le han presentado a la Iglesia y están destinadas, no a los creyentes del pasado, sino a los creyentes de nuestro tiempo.

Ir al artículo

25
Ene
2009
El Cardenal de Paris y su espina en la garganta
2 comentarios

El Arzobispo de Paris y presidente de la Conferencia Episcopal Francesa, Cardenal Vingt-Trois, declaró ayer por la tarde, a propósito del levantamiento de la excomunión a los cuatro obispos consagrados por Mons. Lefebvre y sobre todo a propósito de las declaraciones que niegan el holocausto nazi por parte de uno de ellos, lo siguiente: “Comprendo muy bien que algunos católicos tendrán una espina en la garganta… ¡Yo también tengo una espina en la garganta! Pero eso no me impide respirar”. No es menos cierto que con una espina en la garganta la respiración se hace difícil y uno se siente muy incómodo. El Cardenal de Paris califica de “sacudida” la decisión tomada y advierte que “el estatuto de la Fraternidad San Pío X no ha cambiado”; más aún, que los cuatro obispos integristas “no tienen jurisdicción”.

Es lógico que haya muchos cristianos sorprendidos y preocupados ante esta decisión de la Santa Sede. De todos modos yo me ratifico en lo dicho en el post anterior: me parece bien buscar vías de solución ante un conflicto. Pero me parecería mejor que este principio de buena voluntad y de mirada acogedora también se aplicase a otros conflictos con teólogos que se han sentido dolidos e incomprendidos. Por otra parte, creo que a la mayoría de los católicos españoles este asunto les afecta poco. Cierto, los sectores más integristas del catolicismo español lo ven como un triunfo. Me temo que en su caso hay poco de triunfo evangélico y mucho de política, y encima de la mala Pero los cristianos que quieren vivir su fe con paz y fidelidad evangélica me parece que contemplan este asunto, si se enteran, con curiosidad pero sin mucha pasión.

Ir al artículo

24
Ene
2009
Levantada excomunión a obispos lefebvrianos
2 comentarios

Pensaba hoy introducir un post que continuase la reflexión del anterior. Pero hay una noticia que no conviene pasar por alto, producida hoy y esperada desde hace varios días: se ha levantado la excomunión a los cuatro obispos consagrados ilícitamente por Mons. Marcel Lefebvre, hace 20 años en Ecône (Suiza). Supongo que los lectores han oído hablar de Mons. Lefebvre y su fraternidad S. Pío X. Se trata de un obispo que no asumió el Concilio Vaticano II ni la reforma litúrgica y que hizo de la celebración de la Misa en latín según el rito preconciliar la bandera más visible de su actitud. Pero el fondo del problema no era la liturgia, sino la aceptación del Concilio. Para perpetuar su obra, poco antes de morir, consagró a cuatro obispos, que fueron inmediatamente excomulgados. Ahora se ha levantado la excomunión. ¿Con qué finalidad? No nos engañemos. No se trata de bendecir lo que entonces resultó inaceptable. Se trata de facilitar que se llegue lo antes posible a la completa reconciliación y a la plena comunión, según palabras de la Oficina de Prensa de la Santa Sede. O sea, se reconoce que todavía no hay reconciliación completa ni comunión plena. La Santa Sede ha dado un paso para facilitarla confiando en el compromiso expresado por estos obispos de llegar a una solución satisfactoria, dice el decreto que levanta la excomunión.

Todo lo que sea tender puentes es cosa buena. Puentes en todas direcciones. Sería una pena que para entrar en diálogo con voces discordantes o críticas haya que pasar previamente por la ruptura. O que se premie la ruptura en detrimento de la permanencia dolorosa. Lo fraterno es también tender puentes con los críticos que están dentro y quieren permanecer dentro. Lo fraterno es aceptar la legítima diversidad de posiciones teológicas, espirituales y personales, siempre dentro de la comunión en la fe, sean del signo que sean. A veces, algunos tienen la impresión de que se toleran más fácilmente las discrepancias que buscan un retorno a formas pasadas que las discrepancias inteligentes que buscan nuevas formas de vivir hoy el Evangelio.

Ir al artículo

22
Ene
2009
En Dios vivimos I
1 comentarios

Solemos pensar nuestra relación con Dios con imágenes espaciales: Dios tiene su propio lugar, está en el cielo y, cuando crea seres distintos a él, los coloca en la tierra. Un día, esos seres irán al cielo, y también allí cada uno ocupará su sitio: Dios será una especie de presidente de una gran asamblea que le contemplará con admiración. Pero la imagen espacial no es la mejor para pensar a Dios. Una frase, atribuida a San Pablo, a primera vista resulta sorprendente: “En Dios vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17,28). ¿Qué significa este “en”? Dios ocupa todo el espacio del ser, lo invade todo, lo penetra todo, lo abarca todo (Ef 4,6). Si Dios crea seres distintos no queda más remedio que pensar que, al hacerlo, tiene que dejarles sitio, de algún modo se retira para que ellos sean. Pero esta retirada no resulta en menoscabo de una presencia que todo lo alcanza. Dios se retira y sin embargo “en él vivimos”. Es necesario encontrar un correctivo a la imagen espacial para que sea posible eso de que Dios es distinto del ser humano, que el humano goza de su propia autonomía y, sin embargo, los seres humanos y todo lo que existe vivimos “en” Dios. Una buena imagen sería la de la madre en cuyo seno vive una criatura distinta. La madre hace sitio al hijo en su propio seno, el hijo vive en la madre y, sin embargo, el hijo es distinto de la madre. Dios es como una madre que nos alimenta, nos sostiene y al mismo tiempo nos deja libres, nos hace independientes. Se entiende así mejor la trascendencia y la inmanencia de Dios. Dios es totalmente diferente y al mismo tiempo está más dentro de mí que lo más íntimo mío.

Una aclaración: a este modelo la teología lo llama “panenteísmo”, palabra que significa “todo en Dios”. Distinto, pues, de “panteísmo”, que significa “todo es Dios”. Evidentemente no es lo mismo. Y una aplicación: A partir de ahí cobra toda su grandeza el seno materno en este mundo. Las madres son una imagen de la maternidad divina. Su misión es hacer posible la vida, respetar la vida que llevan dentro.

Ir al artículo

Posteriores Anteriores


Logo dominicos dominicos