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Jun2008Unidad sin fisuras, ¿en torno a qué?
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Jun
A veces, en algunos discursos eclesiales, aparecen apremiantes llamadas a la “unidad sin fisuras”, a la “fidelidad eclesial”, y a la “resistencia” ante determinadas leyes o programas políticos. Estas llamadas generan grandes entusiasmos y grandes incomodidades. Los entusiasmos, más que a fidelidades eclesiales, suelen deberse a posiciones políticas, porque en cuanto el eclesiástico dice algo con lo que no comulgan los entusiasmados, entonces le ignoran o descalifican. Las incomodidades provienen de aquellos que sospechan que detrás de la apelación a la unidad está el uniformismo, detrás de la fidelidad está la sumisión, y detrás de la resistencia se encuentran asuntos discutibles. Esto me lleva a pensar que también hay resistencias a las mociones del Espíritu que actúa más allá de las fronteras eclesiales; hay una unidad en la comunión, que no suprime, sino que respeta y valora las diferencias; y hay una fidelidad fundamental a Cristo nuestro Señor.
No me refiero a casos concretos, porque cada caso es único y requiere su propio análisis. Además, los casos concretos despiertan mucha pasión y, desgraciadamente, bastantes personas los juzgan visceralmente, incapaces como son de reconocer que la realidad no es ni blanca ni negra, se parece más a la amplia gama de matices del gris. Siguiendo con consideraciones generales, a veces da la impresión de que algunas llamadas a la unidad se refieren a cuestiones accidentales. En ese caso basta una unidad en las formas, importando poco la unidad en el amor. Y, sin embargo, allí donde hay amor, hay unidad en lo esencial y apertura mental para acoger puntos de vista distintos y, por eso mismo, enriquecedores. Apertura mental para comprender eso que decía el Vaticano II: una misma concepción cristiana de la vida puede conducir a soluciones divergentes, a juzgar del mismo asunto de distinta manera (Gaudium et Spes, 43). La comunión no la rompe el que se atreve a soñar o hace gestos de desaprobación, sino el que hace de ella bastión fortificado en el que no cabe ninguna discrepancia.