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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
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23
Mar
2007
Derivaciones jurídicas de lo religioso
9 comentarios

Hay en la prensa de hoy dos noticias que me han llamado la atención. Tienen que ver con lo que llamo derivaciones jurídicas de lo religioso. En una sentencia dictada en España el 16 de enero de 2006, el juez invita a un matrimonio separado a que “en beneficio propio y de sus hijos intenten la reconciliación, mediante el perdón mutuo, objetivo sólo alcanzable si ponen en medio la fuerza de Jesucristo Resucitado”. En otra sentencia dictada en Alemania una juez justifica que un hombre maltratara y amenazara de muerte a su esposa “porque ambos proceden del ámbito cultural marroquí, donde no es inhabitual que los hombres hagan uso del derecho a aplicar correctivos a la mujer”, citando el versículo 34 de la cuarta sura del Corán que insta a los hombres a golpear a sus mujeres desobedientes.

Se trata de dos ejemplos de una mala apelación a la religión. Estando de acuerdo en que la fuerza de Jesucristo es la que de verdad puede ayudar a toda reconciliación; y estando en desacuerdo con toda justificación religiosa de la violencia, tanto si apela al Corán como a la Escritura judeo-cristiana, no me parece adecuado aducir argumentos de tipo religioso para apoyar leyes o aplicaciones de la ley que, en principio, deben ser válidas para todos los ciudadanos. Es bueno que sepamos distinguir los campos: sólo hay pecado delante de Dios; para quien no se sabe en su presencia hay errores, equivocaciones o delitos. Los argumentos religiosos hay que reservarlos para los propios creyentes. En los otros ámbitos tenemos que argumentar desde la razón común. Los creyentes no podemos pretender imponer a todos los ciudadanos las consecuencias que para nosotros se derivan de nuestras convicciones religiosas o hacerlas valer políticamente. Y si argumentamos, por ejemplo, a favor de la vida, de la paz, del perdón, tenemos que hacerlo con argumentos que el otro pueda comprender y aceptar. Los fanatismos religiosos son enemigos de la auténtica religiosidad.

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19
Mar
2007
Verdadero hombre
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Esta pasada semana ha vuelto a cobrar actualidad una vieja herejía, el monofisismo, que afirma la existencia de una sola naturaleza en Cristo. El monofisismo primitivo afirmaba una sola naturaleza divina en Cristo. En alguna obra teológica contemporánea se ha querido detectar un monofisismo que valora únicamente la naturaleza humana de Cristo. No cabe duda de que la catequesis y la teología deben afirmar y explicar la doble naturaleza de Cristo. Yo suelo decir: Cristo es una persona divina que vive una vida total y auténticamente humana. Y también: Cristo es la traducción humana del ser, del pensar y del actuar de Dios.

Con todo, mi impresión es que el viejo monofisismo (el que afirma sólo la divinidad y considera la humanidad una apariencia) está latente e incluso patente en muchos cristianos actuales. Es lamentable que algunos no encuentren dificultad en afirmar la divinidad de Jesucristo y se sientan incómodos cuando se afirma la obviedad de su humanidad, de un hombre semejante en todo a nosotros, tentado como nosotros, que ignoraba cosas, crecía en edad y sabiduría, maduraba cada día su experiencia de Dios, se sentía incomprendido, abandonado y traicionado, y tantas cosas más, tan humanas y, sin embargo, tan divinamente vividas.

No valorar adecuadamente la humanidad de Cristo es un tipo de monofisismo que no parece preocupar y sin embargo es tan grave como la minusvaloración de la divinidad. Pues la humanidad de Cristo es un elemento fundamental sin el que no resulta posible el seguimiento ni la esperanza cristiana. En efecto, ¿cómo seguir a Cristo si él no camina en las condiciones de nuestra humanidad? Y si Cristo resucita porque es divino, entonces a nosotros que no lo somos, su resurrección no nos afecta. Ahora bien, si un pedazo de nuestra humanidad, si uno como nosotros ha resucitado (por el poder de Dios, sin duda), entonces se han abierto para todos las puertas de la esperanza. Tal es la importancia de la humanidad de Cristo.

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13
Mar
2007
Derivaciones eclesiales de la política
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A veces me asalta la duda de si debería en este blog comentar sucesos de actualidad política con derivaciones eclesiales. Por ejemplo: la manifestación del pasado sábado en Madrid es un acto político, muy legítimo, sin duda, y con el que muchos lectores estarán de acuerdo. Pero se convierte en eclesial, en la medida en que eclesiásticos cualificados hacen consideraciones pastorales sobre el mismo.

Me tienta calificar de “rabiosa” esta actualidad. Rabiosa en el sentido de una redundancia superlativa del sustantivo actualidad. Y rabiosa también en el sentido de apasionada. O así me parece a mi una carta del Sr. Obispo de Huesca en la que califica a la gente que muy legítimamente se manifestó de “héroes hasta la virtud más generosa”, contraponiéndolos a “traidores hasta el egoísmo más desleal”.

Comprendo, por otra parte, que sea tentador aprovechar la justificación de “defender la vida” que ha hecho el Gobierno de la nación para conceder prisión atenuada a un terrorista. Pero no sé si nos cargamos de razón cuando contra argumentamos que este estar a favor de la vida debe manifestarse también no poniendo “más obstáculos para saber la verdad de la maraña confusa y confundida de otra matanza, el 11-M, cuya sospecha les mira”, por poner un solo ejemplo.

Me parece muy legítimo todo lo que sea utilizar los medios que la ley permite para defender lo que se considera bueno, correcto y santo. Pero creo que, desde el punto de vista eclesial, no podemos olvidar las distintas sensibilidades políticas que hay entre los católicos, supongo que en principio respetables, si no todas, muchas de ellas. Por la política no vale la pena perder ni el buen humor. Siempre me ha costado entender que sea más fácil perder las amistades por tener opiniones políticas distintas que por negar la existencia de Dios.

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7
Mar
2007
Ayuno cuaresmal y otros ayunos
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Leo justificaciones del ayuno cuaresmal que apelan a comportamientos que no tienen nada que ver con los alimentos: ayuno de fumar, de murmurar, de quejarse, de deprimirse, de ver la televisión, etc. Sospecho que esto no es entrar a fondo en el ayuno del que habla la Iglesia, a saber, la abstención de tomar alimentos. Hoy, este ayuno, no evoca precisamente comportamientos religiosos, sino dos situaciones deplorables (digo deplorables y no perversas para no tener que referirme a la reciente huelga política de hambre). Voy con las situaciones deplorables: una es la anorexia y/o la bulimia, nueva enfermedad de nuestros países ricos. Otra es el hambre, que abruma a casi mil millones de personas en el mundo.

Una palabra iluminadora del ayuno de alimentos la tenemos en la respuesta de Jesús al tentador: “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”. El ayuno de pan no vale por sí mismo, vale en la medida en que nos dirige al verdadero alimento, el de la Palabra de Dios. Palabra que ilumina las dos situaciones a las que antes me referí. Por una parte, a la luz del evangelio estamos invitados a cuidar de nuestro cuerpo, destinado a la salvación, templo del Espíritu e imagen de Dios. Cuidar del cuerpo no es sólo alimentarlo bien, sino controlar sus desajustes y tendencias perversas; a este control puede ayudar la sobriedad en la comida y en la bebida. Por otra parte, a la luz del evangelio estamos llamados a solidarizarnos con tantos que no tiene para comer, con tantos que se juegan la vida para llegar a nuestro continente porque en el suyo ya no tienen nada que perder. Llamados a un uso responsable de nuestras riquezas, que en realidad no son nuestras, sino de todos. Recuerdo que Tomás de Aquino se pregunta: ¿es lícito robar en caso de necesidad? La respuesta: en caso de urgente necesidad no hay robo cuando uno toma lo que a otro pertenece, pues en este caso se han franqueado los límites del derecho de propiedad.

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2
Mar
2007
Unos tenemos un tótem y otros un microondas
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En el patio de un Colegio de dominicos unos niños preguntan al P. Director por la vivienda de los religiosos. Entonces uno de los niños dice conocerla y añade: “tienen un tótem”. Ante su sorpresa, el Director inquiere de qué puede tratarse. Y descubre que el niño ha confundido una imagen estilizada de madera de Sto. Domingo que se encuentra en la capilla donde los frailes celebran el Oficio divino con un tótem de los indios síus. Me cuentan que un niño de otro Colegio religioso, no voy a decir la Institución, le dice a su madre que en el Colegio hay un microondas donde guardan al niño Jesús.

Uno no sabe uno si reír o llorar. ¿Qué clase de educación estamos dando? ¿De qué hablamos en clase de religión o en catequesis, pero también en clase de arte, de historia, de literatura o incluso de química? ¿Con qué apoyos familiares cuenta la educación religiosa? ¿Cómo contrarrestar la catequesis del mundo, la de la televisión y demás medios audiovisuales? ¿Cómo despertar el interés religioso de las muchachas y muchachos?

No es fácil, nunca lo ha sido, transmitir la fe. A las dificultades de siempre se añade hoy una nueva, a saber, la falta de apoyo social: para hablar de tema religioso casi parece que hay que pedir perdón. Es menester que en nuestros Colegios se ofrezcan conocimientos técnicos, pero más importante es que se ofrezcan valores y sabiduría. Hay que transmitir datos, pero es mejor ofrecer objetivos y más aún enseñar a estar en la vida. Es importante ser buenos profesores, pero es más importante dejar claras nuestras prioridades. Una vez pregunté a un grupo de monjas que se dedican a la enseñanza: ¿cuál es su oficio? Ante su silencio respondí, enseñando un breviario: “El Oficio divino”. Además de sorprenderse hubo quien me manifestó su enfado porque supuestamente yo habría minusvalorado su trabajo colegial.

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25
Feb
2007
¿Catequista, profesor o educador?
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Se ha conocido estos días la sentencia del Tribunal Constitucional que reconoce la constitucionalidad de que sean las autoridades eclesiásticas las que determinen quienes son las personas cualificadas para impartir la asignatura de religión. La sentencia ha agradado a unos y disgustado a otros. La prensa y algún foro de internet se han hecho eco de las distintas reacciones. Se ha suscitado una pregunta hábilmente orientada: ¿el profesor de religión es catequista o profesor?

En España esta asignatura es confesional. No se trata de impartir historia de las religiones o fenomenología de la religión, sino religión católica. Por eso se trata de una materia opcional, libre, como libres son aquellas cuestiones que tienen que ver con los grandes valores y las grandes orientaciones de la vida. El casarme o no casarme es libre, aunque decisivo para mi vida. Pues bien, si se trata de una materia confesional es lógico que sean las Iglesias las que, de algún modo, regulen su enseñanza. Respetando, eso sí, todos los derechos laborales y civiles que haya que respetar.

Para impartir materias que tienen que ver con los valores importa mucho la competencia, pero también importa la actitud del profesor. Eso no significa que el profesor de religión sea un catequista. El  profesor de religión enseña cultura de la fe; el catequista facilita el surgimiento y mantenimiento de la fe. Los profesores de religión no son catequistas que adoctrinan. Son enseñantes, pero sobre todo son educadores. Yo no me imagino a un profesor de ética o de la proyectada “educación para la ciudadanía” impartiendo esas asignaturas siendo miembro de un grupo violento, y menos aún haciendo alarde de ello, por muy competente que sea. El problema de algún que otro profesor de religión que ha tenido dificultades está no tanto en el hecho de ser un pecador (todos lo somos) sino en la repercusión pública de alguna de sus actitudes no muy acorde con lo que él mismo debería enseñar.

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22
Feb
2007
Tentaciones de Jesús
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Relatos como el de las tentaciones de Jesús dan credibilidad a sus autores. Estos textos, que leemos al comienzo de cuaresma, son una construcción literaria. Razón de más para decir que manifiestan la credibilidad de los evangelistas. Pues, puestos a crear relatos que buscan retratar la globalidad de lo que fue el personaje Jesús de Nazaret, lo lógico es que sus autores, siendo como eran amigos y admiradores del retratado, y escribían para sus amigos y admiradores, hubieran buscado otros temas que mostrasen rasgos enaltecedores en vez de mostrar la debilidad de su héroe. Las tentaciones que los tres evangelistas sinópticos colocan al comienzo del ministerio de Jesús se repiten en la cruz: “que baje ahora de la cruz y creeremos en él, que se salve a sí mismo si es el Hijo de Dios”. En el fondo de todas estas tentaciones subyace una pregunta: ¿cómo debe Jesús realizar su misión, cómo implantar el Reino de Dios? Según el tentador, por medio del poder, que siempre parece muy eficaz. Según Jesús por el amor y la comunión, corriendo incluso el riesgo de no verlo nacer.

A muchos cristianos les cuesta aceptar la realidad de la tentación en Jesús. Piensan que ese tipo de relatos tienen una función pedagógica: son un estímulo para que los creyentes no nos dejemos llevar por la tentación, pero en realidad no dicen nada sobre Jesús, porque a él la tentación no le afectó. Craso error. Porque entonces Jesús deja de ser uno de tantos, uno más entre los humanos. Y si deja de ser como nosotros, deja de comprender desde dentro nuestra situación. Y si no comprende, no puede salvar. Jesús fue tentando porque podía ser tentado. Vino “en una carne semejante de la del pecado” (Rm 8,3). Venció la tentación porque no es algo inevitable y puede ser vencida si uno se apoya en Dios. No cometió pecado. La cuaresma comienza por presentarnos a un Jesús solidario con nuestras tentaciones, con nuestros puntos débiles. Eso nos ayuda a comprender que nuestra debilidad puede ser camino para encontrarnos con Dios. También en la tentación es posible ver a Dios.

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16
Feb
2007
Mirar al que traspasaron
4 comentarios

Acabo de leer el mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma 2007. Se titula: “Mirarán al que traspasaron” (Jn 19,37). El Papa vuelve sobre una de las cosas que más sorprendieron en su encíclica, la presencia en Dios de dos formas fundamentales del amor: el agapé y el eros. Comprendo que este vocabulario sorprendiera a los que no están muy al tanto de la historia de la teología. Pero más allá de la sorpresa la cuestión de fondo detrás de este lenguaje es: ¿acaso el amor de Dios, y en consecuencia el cristiano, es un amor frío, en el que los sentimientos, la sensibilidad, la pasión o el deseo están ausentes?

Mirando a Cristo, a ese “que traspasaron”, se descubre “el eros de Dios por nosotros”, un amor que impulsa a Dios a salir de sí mismo para ir al encuentro del ser humano, un amor apasionado comparable al de un amante por su amada. Un amor que se diría que no puede estar sin el amado y por eso lo busca, lo necesita. “En la Cruz, dice el Papa, Dios mismo mendiga el amor de su criatura: Él tiene sed de cada uno de nosotros”. En la cruz se descubre también el agapé de Dios, un amor oblativo y gratuito que sólo busca el bien del ser humano, el amor del que no necesita de nada ni de nadie, porque lo tiene todo, pero cuya bondad le mueve a compartir lo que es y tiene con quien no se lo merece. El de Dios es un amor “en el que se unen el don gratuito de uno mismo y el deseo apasionado de reciprocidad”.

El Papa invita a vivir la cuaresma difundiendo el amor que el Dios revelado en Jesús nos ofrece. De este modo, dice, contemplar “al que traspasaron nos llevará a abrir el corazón a los demás reconociendo las heridas infligidas a la dignidad del ser humano; nos llevará particularmente, a luchar contra toda forma de desprecio de la vida y de explotación de la persona y a aliviar los dramas de la soledad y del abandono de muchas personas”. Con un amor que es eros y agapé, afectivo y efectivo, sensible y desinteresado, apasionado y gratuito, corporal y espiritual.

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11
Feb
2007
La paz de Dios y otras paces
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La anécdota es cierta y reciente. En la ciudad de Barcelona una madre asiste a la Eucaristía con su hijo de ocho años. Llega el momento del rito de la paz, la madre se vuelve hacia su hijo y le da la mano como se acostumbra a hacer en la parroquia. La madre dice al hijo: “La paz”. Ante su sorpresa el niño responde: “¿la paz? ¿qué paz?”. La madre repite: “la paz”. Y el niño: “La paz no, la paz de Dios, porque los hombres después de hacer las paces no hacen más que pelearse”.

Los niños retratan a los mayores, que nos llenamos la boca con palabras a las que no damos contenido verdadero y no digamos contenido evangélico. Porque, en eso de la búsqueda de la paz, al menos en este país nuestro, cada vez está más claro que ni siquiera en el dolor y la pena somos capaces de ponernos de acuerdo. El espectáculo que ofrecen los políticos resulta descorazonador. Se diría que en vez de buscar la paz, la paz al menos entre ellos, lo que buscan es conservar o conseguir el poder. Si el enemistarse sirve para este objetivo, pues adelante con la enemistad. Y ¿qué decir de las relaciones personales tantas veces marcadas por el egoísmo? Eso de amarás a tú prójimo como a ti mismo es una piadosa exhortación que muy pocos se creen. Nótese bien: no dice amarás a tú prójimo como él te ama a ti, sino como tú te amas a ti mismo.

Ahora que lo tenemos aparcado a mi me gusta citar al Vaticano II: “La paz jamás es una cosa del todo hecha, sino un perpetuo quehacer… Es fruto del amor, el cual sobrepasa todo lo que la justicia puede realizar. La paz sobre la tierra, nacida del amor al prójimo, es imagen y efecto de la paz de Cristo”. Fruto del amor: el que odia no puede tener paz; sobrepasa la justicia: brota de la gratuidad; es un perpetuo quehacer: requiere mucha paciencia. No, no es fácil la paz. Pero es posible. Leo hoy en un reportaje de prensa que la viuda de un militar asesinado por la banda terrorista ha cuidado durante el último año y medio de la madre de uno de esos terroristas, logrando así que el odio no fuera la continuación de las pistolas.

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4
Feb
2007
Idea sin base científica
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Leo en unas declaraciones del Profesor Santiago Grisolía: “Desgraciadamente yo creo que la idea esta que se ha vendido muy bien por muchas religiones no tiene base científica”. “La idea esta” es “si después de la muerte hay algo”.

Una primera observación interesante en esta respuesta: “desgraciadamente”. Bueno, por lo menos se reconoce que la idea es deseable. ¡Qué pena, viene a decir el profesor, que no sea verdad tanta belleza! Pero la cuestión de fondo es que tanta belleza no puede ser verdad porque no tiene base científica. En estos casos se suele entender por ciencia un conocimiento basado en datos verificables. Vistas así las cosas no queda más remedio que afirmar que algunas preguntas no tienen respuesta científica. El problema del bien o del mal; el problema de si vale o no vale la pena vivir… Son preguntas importantísimas. Por ejemplo: si uno está pensando en suicidarse, el hecho de que no tenga respuesta científica el que merezca o no la pena vivir no invalida la importancia de la pregunta.

Entrando en el fondo del problema planteado, a saber, el de la muerte, y buscando quedarme sólo en la reflexión racional (todos sabemos lo que dice la fe, pero eso ahora metodológicamente lo dejo de lado) no hay duda de que desde la razón empírica hay que afirmar: la vida como tal no tiene sentido, acaba definitivamente con la muerte. Sin embargo, una razón más crítica y cauta pudiera ofrecer respuestas más matizadas: la muerte no es lo que parece, es un no saber, es lo desconocido. Con la muerte no sabemos a donde vamos. La muerte es el “sin respuesta”, dice por ejemplo un filósofo como E. Levinas. Si es así, entonces parece legítimo buscar una respuesta en las religiones. Cierto: luego habrá que analizar críticamente estas respuestas. Pero de entrada no pueden quedar invalidadas porque no tienen base científica.

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