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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor


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4
May
2007
Memoria eclesial y otras memorias
14 comentarios

La última asamblea de la Conferencia Episcopal Española terminó con un Mensaje anunciando la beatificación de 498 mártires que perdieron su vida en lo que Unamuno llamó guerra incivil y los obispos califican de persecución religiosa. Sin duda en esta contienda hubo mucho de incivil, hubo persecución y hubo muchas otras cosas. Eso ahora se lo dejo a los historiadores (consciente de que toda interpretación está condicionada por la situación vital en que uno se encuentra). Me preocupa la polémica que, inevitablemente, se producirá.

La memoria puede emplearse de muchos modos. Los historiadores tratan de preservar el acontecimiento pasado que, sin duda tiene repercusiones en el presente, pero el historiador en cuanto tal no debe dejar que esas repercusiones tergiversen su lectura del pasado. Hay otro modo de usar la memoria. Yo lo califico de ejemplar, pues permite aprovechar las lecciones del pasado de cara al presente, recordar las injusticias sufridas para combatir las que se producen hoy día, abandonar el campo de lo propio para ir al del otro, tratando de comprenderlo e incluso de disculparlo.

El problema que se nos plantea hoy a los cristianos no es tanto el recuerdo del pasado, sino las lecciones que de este pasado podemos extraer para el presente. Y buscar un modo de vivir hoy que evite toda separación y confrontación, que busque la concordia, la reconciliación, la paz, el entendimiento entre las personas y los pueblos. Si otros quieren unirse a ese carro, bienvenidos sean, vengan de donde vengan. Si no quieren unirse, eso no me exime de mis responsabilidades evangélicas en la marcha del carro. Sin olvidar que cuando se trata de proclamar la fe no hay que considerar solamente nuestra buena voluntad, o lo que queremos decir. También importa ser consciente de lo que otros ven o entienden. Y la solución no es que los otros cambien el modo de mirar, sino que nosotros busquemos situarnos de tal forma que los otros vean lo que deben ver.

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29
Abr
2007
Como persona privada
11 comentarios

La Lumen Gentium (nº 25) dice, sin dar importancia al asunto, como si fuera lo más normal, que el Papa en ocasiones habla como persona privada. En este caso lo que dice deberá ser aceptado o rechazado según el valor de los argumentos utilizados. La Constitución recuerda las circunstancias muy precisas y extraordinarias del Magisterio infalible. Pero lo normal es que el Magisterio sea ejercido de forma ordinaria. En este caso no todo lo que dice tiene el mismo valor; hay unas claves para calificar teológicamente sus intervenciones. Se resumen en esas tres: ¿quién lo dice? (Obispo, Conferencia Episcopal, Congregación romana, Concilio); ¿cómo lo dice? (homilía, exhortación apostólica, encíclica, enseñanza reiterada); y ¿de qué habla? (asuntos filosóficos, disciplinares, morales, dogmáticos, que explican la fe, que la apoyan).

Viene bien recordar que el Papa puede hablar como persona privada, ahora que está a punto de salir la edición española de una obra sobre el Jesús histórico y el Cristo de la fe escrita por Benedicto XVI, empezada antes de ser Papa y acabada recientemente. Las ediciones italiana y alemana llevan vendidos un millón de ejemplares. La española se espera para dentro de unos días. Es de suponer que será un éxito de ventas. A mi me gustaría que sirviera para algo más que para hacer regalos o llenar estantes. Deseo que quien la compre sea con intención de leerla. Pero leerla como la obra de un maestro en teología, no como doctrina del Magisterio, ni extraordinario ni ordinario. Porque no lo es. El Papa se cuida de aclarar el valor doctrinal del libro. Se trata de un escrito que puede ser discutible. Prueba de interés y de buena lectura será leerlo con espíritu crítico, en diálogo con el autor. Esa es la característica de todo buen libro: suscitar nuevas ideas, provocar. Y es característica de todo buen lector hacer una lectura activa, atenta, profundizando en los motivos por los que se está de acuerdo y razonando los motivos del posible desacuerdo.

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25
Abr
2007
Discurso de Mons. Ricardo Blázquez
8 comentarios

Resultan de gran interés algunos fragmentos del discurso de Monseñor Blázquez inaugurando la Plenaria de la Conferencia Episcopal que se celebra esta semana. Comienza con unas consideraciones sobre la exhortación del Papa sobre la Eucaristía y allí encontramos esta perla: En la Eucaristía Jesús nos hace testigos de la compasión de Dios por cada hermano y hermana, nos impulsa a hacernos “pan partido” para los demás, y, por tanto, a trabajar por un mundo más justo y fraterno. Una aplicación de lo dicho se refiere a que nuestras comunidades cristianas deben estar abiertas “como un hogar” para los católicos inmigrantes.

La segunda parte del discurso se centra en un tema del que, a veces, se habla con una pasión que provoca enfrentamientos: la laicidad y el laicismo. Blázquez recuerda que Dios no es antagonista del hombre, que la ley moral, cuya voz se oye en la conciencia, tiende no a oprimir sino a liberar, no a amargarnos la vida sino a hacernos más felices. Entrando en el terreno de las relaciones de la Iglesia con el Estado añade: “A la Iglesia no corresponde indicar qué ordenamiento político y social es preferible; es el pueblo el que libremente determina las formas más adecuadas de organizar la vida política; toda intervención directa de la Iglesia en este campo constituiría una injerencia indebida”. Y recordando la aconfesionalidad del Estado, dice: “la Iglesia se siente institucionalmente bien en estas coordenadas”.

Tras abordar la cuestión de la enseñanza religiosa confesional, el discurso acaba con una felicitación a la FERE (Federación de Religiosos y religiosas de enseñanza) que este año cumple cincuenta de su constitución, por la labor impagable que en pro de la educación y de la cultura de la fe han hecho al servicio de la sociedad y de la Iglesia.

Ni una palabra sobre otros temas propicios para la polémica (como leyes sobre parejas o asignaturas no deseadas). Abogo porque estas partes destacadas del discurso se oigan más. Porque suenan bien y hacen bien.

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23
Abr
2007
Apuestas para perder kilos
4 comentarios

Esta joya literaria que reproduzco, cambiando los nombres, fue escrita por una niña de 13 años en un colegio confesional: “He hecho una apuesta con mis hermanas. Si yo llego a los 55 kilos mi hermana Mónica me tiene que regalar 1 bikini y Mercedes durante julio me dejará usar su móvil. Ellas pesan 57 k., y también han hecho apuesta. Ellas tienen que llegar a los 47-48. Si llegan yo le regalo un bikini a mi hermana Mónica y a Mercedes, soy su esclava durante julio”.

Esta nota refleja la sociedad en la que vivimos, sus valores, las preocupaciones de los, y sobre todo de las jóvenes y adolescentes. El fenómeno de la delgadez es complejo. Intervienen diversos factores: medio social, familiar, sentimientos de inseguridad, baja autoestima, no aceptación del propio cuerpo y de la propia imagen… Y también nuestra manera de calificar o de elogiar a los niños: ¿qué les decimos que valoramos en ellos? ¿Tenemos tiempo para hablar con ellos, ofrecer orientaciones, preguntar con cariño e interés por sus preocupaciones, inquietudes, proyectos, sueños?

Me hablan de páginas web que fomentan la anorexia y dan pautas para esa carrera autodestructiva. A veces, los mensajes en clase continúan con mensajes en el messenger y conexiones con estas web. Es necesario estar alerta. Me comentan que quien marca las pautas de la delgadez son modistos que no valoran a la mujer, la buscan para que realce sus creaciones; y también que en el mayor hospital de Valencia no hay plazas suficientes para los ingresos por trastornos alimentarios; y la edad ya va bajando hasta los 9 años.

Esta sociedad vive de imágenes y apariencia. ¿Las apariencias engañan? Peor aún, a veces son manifestación de esa triple concupiscencia de la que habla la primera carta de Juan (2,16): la sensualidad, la seducción de las apariencias y el orgullo que resulta de la posesión de los bienes terrenos. Esos son los móviles que mueven al mundo en el que estamos, pero del que, según dijo Jesús, “no somos”.

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19
Abr
2007
Transanimal, pero en negativo
11 comentarios

El ser humano es un animal, un mamífero placental. Esto es una evidencia. Pero es un animal que al mismo tiempo posee características transanimales, como su capacidad de fabricar herramientas, su capacidad de abstracción y de arte, y el hecho de que entierra a sus muertos. Cuando los vivos vivían en chozas de barro, este animal humano fabricaba casas de piedra para guardar a sus muertos.

Me pregunto si otra característica transanimal del ser humano, no positiva como las anteriores, sino muy negativa, es su capacidad para hacer el mal por el mal. Digo esto porque acabo de leer que en Mallorca un juez ha decretado el ingreso en prisión de un padre de 25 años acusado de violar analmente a su hija de 3 años. Conozco casos de abusos sexuales sobre menores por parte de parientes muy cercanos. Me hablan de mafias de padres que filman a sus hijos e hijas mientras los vejan y luego venden los videos. Pero el caso al que ahora me refiero impresiona por la edad de la pequeña. ¿Qué placer, aunque sea malsano, puede producir un abuso sobre una niña de tres años? Sencillamente, no lo entiendo. ¿Acaso este muchachito de 25 años piensa que las hijas son propiedad del padre, algo así como “la maté porque era mía”? ¿Es que el instinto sexual puede anular al instinto paternal, al natural cariño que despierta una niña que es casi un bebé? Esto no parece un rasgo animal, pues si lo fuera le evitaría ser responsable de sus actos. Parece transanimal, pero en negativo. Es una perversión que muestra que ser padre es algo más que fecundar a una mujer.

¡Queda mucho por ahondar en Cristo! ¡Hay sombras muy oscuras! Se diría que hay un pecado original que nos acompaña. Sólo apoyándonos en una fuerza contraria al mismo es posible superarlo. De las consecuencias de este pecado encontramos huellas en gestos como este. De la misma forma que los geólogos encuentran radiaciones de fondo que son huellas de una primitiva explosión que originó el universo.

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16
Abr
2007
Al menos que sean cautos
6 comentarios

Me escribe indignada una amiga informándome de una noticia de la que se han hecho eco no todos, pero sí todo tipo de medios (TV3 y Canal 4 entre otros en nuestro país). El famoso futbolista David Beckham le ha hecho a su no menos famosa esposa Victoria el regalo de un consolador de platino y diamantes por el que ha pagado 2 millones de dólares.

Victoria Beckham es famosa por excentricidades, anorexias, pero sobre todo por ser el espejo en que se miran las jovencitas de hoy día. ¿Cómo llamar a su consentimiento en ser consolada públicamente de esa manera? ¿Cómo se lo explicará a sus tres hijos? ¿Cómo encajarán sus hijos las crueles bromas al respecto de sus compañeros de colegio? ¿O a lo peor sus hijos y sus compañeros ya no se extrañan de esas cosas, pues según leo este tipo de regalos son habituales entre las estrellas (¡vaya estrellas!) de Hollywood que además alardean sobre ello? ¿Qué pensar de una sociedad que tiene como uno de sus iconos a una persona que se gasta dos millones de dólares en un regalo de este tipo? Dejo de lado los últimos tatuajes del personaje, uno de ellos sacado del Cantar de los Cantares: “yo soy para mi amada, mi amada es para mi”. Pero el tema me parece grave, porque de noticias de este tipo se nutre medio mundo. El otro medio se muere de hambre, sin consuelo, sin ser consolado por un simple trozo de pan y agua potable en condiciones. Seguro que recuerdan que el pasado mes de diciembre se organizó un partido de fútbol contra la pobreza entre los amigos de Ronaldo y los amigos de Zidane. Beckham jugó con los amigos de Zidane. ¡Ya podría haber entregado esos millones de dólares a los pobres en vez de hacerse publicidad a costa de la beneficencia!

A pesar de tanta cultura vomitiva, tengamos unos felices días de Pascua, porque su luz cada vez es más necesaria. Y que el Espíritu Consolador, Gracia gratuita, nos ilumine a todos. Ah, y si no pueden ser castos, al menos que sean cautos.

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13
Abr
2007
Los ojos o el modo de mirar
3 comentarios

Hace unos días me llamó la atención la noticia de que el mejor violinista del mundo (pido perdón a Sixto y a Antonio, de música no entiendo y no puedo dar el nombre), tocando un stradivarius en el metro de Washington no fue reconocido por ninguna de las 1070 personas que pasaron por delante, y sólo consiguió 30 dólares en calderilla. Bueno, por ninguna, no. Sólo una mujer reconoció al mejor violinista tocando el mejor violín. Se trataba de un experimento un tanto provocativo patrocinado por un periódico de la capital del Imperio.

Me parece una metáfora que llevada al mundo religioso da que pensar. Lo mejor, en un marco o circunstancias como el metro, no es reconocible. ¿Reconoceríamos a Jesucristo en un metro?, ¿o en los márgenes de nuestras grandes ciudades (mejor no dar ejemplos, porque el que me viene a la memoria puede que esté manipulado)? ¿O tendría que ser en una catedral gótica? Estamos en un tiempo en el que la excesiva importancia de la imagen nos hace olvidar que “lo esencial es invisible a los ojos”, como decía el Principito. Claro, también es posible preguntar con qué ojos miramos. Ya Jesús lamentaba que había quien “viendo no veía”.

Recuerdo el Evangelio de la Misa del pasado martes, día en que escuché la noticia del violinista: María, llorando junto al sepulcro, “ve a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús”. También ella necesitó cambiar la mirada, esa mirada que ve pero no sabe lo que ve. ¿No será que ella pretendía, como pretendemos a veces nosotros, ver al Resucitado, que ya no está ahí sino en el mundo de Dios, con los ojos de la tierra? Tomás de Aquino, nada sospechoso de veleidades modernistas, dijo bien claro que los apóstoles vieron a Jesús Resucitado “por la fe que tiene ojos” (dicho a lo latino que es más fino: oculata fidei).

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10
Abr
2007
Invierno o primavera según el color del cristal
3 comentarios

Desde que Juan XXIII se refirió a los signos de los tiempos han sido frecuentes en la literatura teológica las metáforas que tienen que ver con las estaciones climáticas para referirse a la situación de la Iglesia. Se ha hablado de otoño, invierno y primavera eclesial. Noto a faltar la metáfora del verano eclesial. Quizás –permítaseme una pequeña broma- porque la imagen del verano, con sus calores, sus playas, sus bañadores y su dulce no hacer nada, parece poco apropiada para aplicarla a la Iglesia. Y, a lo mejor, no vendría mal un verano eclesial, que a todos nos relajase un poco, nos ayudara a tomarnos las cosas con mejor humor y a acercarnos a los demás con menos ropajes, con un lenguaje más familiar y con formas menos oficiales.

La caída de las hojas en otoño, con su imagen de fin de etapa, los fríos del invierno, con su sugerencia de tiempos duros, o las flores de primavera parecen más indicadas como imágenes de una Iglesia, bien en decadencia, bien con dificultades, bien llena de novedad y juventud. Estas imágenes me recuerdan el refrán que dice que las cosas son según el color del cristal con que uno las mira. Mi impresión es que no hacen sino reflejar el estado de ánimo de quién las utiliza. Solemos ver con colores brillantes aquello que realizamos o de lo que somos responsables; con colores grises lo que hacen los demás; y con colores oscuros lo que repercute negativamente sobre nosotros o nuestros amigos. ¡Qué difícil es ser autocrítico con uno mismo y generoso con los demás! No resulta fácil valorar positivamente lo que otros hacen.

Eso, sin olvidar que en el episcopado español, por hablar de lo que nos toca de cerca, se oyen voces con diferentes acentos y modulaciones. El episcopado no es monolítico. De ahí que, en función de la onda con la que uno sintoniza, pueda decir que seguimos en un largo invierno o que se detectan indicios de una primavera que despunta.

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4
Abr
2007
El Dios de las relaciones mutuas
4 comentarios

Algunos se sorprenden cuando oyen que el amor al enemigo no es el máximo grado del amor cristiano. El amor cristiano encuentra su plenitud en el amor mutuo, recíproco, el amor fraterno que construye la Iglesia: “amaos los unos a los otros”. Ese es el mandamiento de Jesús.

Esta comprensión del amor mutuo como plenitud del amor se corresponde con la comprensión de la cruz, o mejor, del Crucificado. En ocasiones se presenta la cruz como llamada a vivir el altruismo y la abnegación. Estos llamamientos indiscriminados y sin matices hasta podrían contribuir a perpetuar la opresión. Sin duda en la cruz resplandece el amor al enemigo, pero resplandece más aún el amor a los amigos, el amor recíproco: “nadie tiene mayor amor que el que da la vida por los amigos”. Lo que brilla en la Cruz es la gloria del Hijo que revela al Padre por la fuerza del Espíritu: “Cristo que por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin tacha a Dios” (Heb 9,14). O sea, lo que resplandece en la cruz es el Dios de las relaciones mutuas, el Dios que es Comunión. Por cierto, aprovecho para decir que Comunión me parece una mejor traducción del misterio Trinitario que otros intentos bienintencionados de presentar a Dios más que como comunión de amor, como un amor multiplicado, un amor al cubo, por ejemplo cuando se traduce Trinidad por “Dios de la triple ternura”. Suena bien, pero el Dios cristiano es algo más, la esencia de su ser es Comunión de Amor, y por tanto, mutua relación.

A la luz de este misterio el ideal cristiano del amor es altruista, pero es más que altruista. Tiene que ver con el don de uno mismo, pero también con el amarse a sí mismo y con el ser amado. No conozco invitación a la felicidad más exigente. En la teología trinitaria cristiana, el altruismo se encuadra en el contexto de una visión de relaciones mutuas y equitativas.

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29
Mar
2007
La sábana de Turín
7 comentarios

Todos los años, por estas fechas, aparecen reportajes sobre la sábana guardada en la catedral de Turín, dando por hecho que se trata del sudario en que Jesús fue sepultado. Posiblemente se trata de un lienzo del siglo primero en el que fue envuelto un crucificado con características parecidas a las que los evangelios cuentan de Jesús de Nazaret. Pero de ahí no se deduce nada sobre Jesús, como tampoco se deduce que estuviera casado y tuviera hijos a partir de unas tumbas del siglo I, descubiertas en el barrio de Talpiot (en Jerusalén), en las que están grabados nombres como los de Jesús, María, José, Mateo, y de las que la prensa se hizo eco hace unas semanas. En ningún caso puede fundamentarse en el lienzo de Turín la fe en Jesucristo muerto y resucitado. Con una prueba científica y objetiva de la verdad del mensaje cristiano, la fe quedaría excluida. Sin embargo, después de escuchar alguna voz que me parece seria, tiendo a la cautela en lo referente a la autenticidad histórica de la sábana. La discusión sobre su antigüedad y características hay que dejársela a los científicos. El teólogo tiene que respetar a los especialistas de otros campos.

¿Aporta algo el sudario de Turín a la fe en Jesucristo? Es un recordatorio dramático del sufrimiento y de la muerte de Jesús. El sudario nos pinta una víctima de la brutalidad humana. Nos retrata a alguien llevado violentamente a la muerte que, supiéralo o no, sufrió de forma parecida al hombre que vino de Nazaret “para dar su vida en rescate por muchos” (Mc 10,45). Si en los que contemplan el sudario de Turín se reactiva el misterio de la pasión, entonces no queda más remedio que reconocer que, de hecho, la gente llega a creer de forma a veces distinta a cómo pensamos otros que deberían llegar a la fe. Si la visita a la catedral de Turín o el estudio del lienzo ha llevado a algunos a la fe, bienvenida sea la visita y el estudio, aunque el teólogo se sienta obligado a dejar muy clara la diferencia entre la fe en el Señor Jesús y los posibles desencadenantes de la fe.

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