May
¿Voto católico? ¿Y eso qué es?
5 comentariosEn algunos países, cuando se aproximan elecciones, suele aparecer la pregunta de si hay un voto católico, y de cuál será la influencia de ese voto en el resultado electoral. Tengo la impresión de que estamos ante una expresión que quiere decir mucho, pero bien analizada no dice nada. Veamos: ¿voto católico significa el voto de los ciudadanos católicos? Dejemos aparte que hay distintos grados de adhesión a la fe católica. Pero según cuál sea el fragmento de “población católica” que analicemos, enseguida quedará patente que este grupo de personas votan (votamos) a distintos partidos. Más aún, que este voto no depende sólo de nuestra mayor o menor religiosidad, sino de muchos otros factores. El voto de los ciudadanos que asisten regularmente a las Eucaristías dominicales, es muy disperso. A lo más que puede llegar la convicción religiosa es a delimitar a quién no conviene votar, pero, en positivo, no está claro a quién conviene votar.
Y no está claro porque no hay ningún programa político que, confrontado con el evangelio, no necesite purificarse, rectificarse y mejorarse. Dado que no hay programa político que pueda identificarse o, al menos, aproximarse al evangelio, lo lógico sería no votar. Pero no votar, en la mayoría de los casos, es la peor de las opciones. En este terreno hay que guiarse o bien por el principio del mal menor o por el del bien posible. El mal menor es un mal, pero evita males peores y, en la medida en que evita lo peor, es un bien. El bien posible no es el bien ideal, es el bien que en una circunstancia concreta es posible alcanzar. Por tanto, es un bien parcial, en el que no se excluye que haya algún aspecto menos bueno. La política es el arte de lo posible, porque al moverse en el terreno de lo concreto, las divergencias son grandes. De ahí que, en política, lo ideal es la repetición periódica de elecciones y la división de poderes. La conciencia de que la política es un arte parcial y limitado, hace que ella misma adopte medidas para que lo parcial y limitado no empeore.
Cada ciudadano debe votar de acuerdo con su conciencia. En la conciencia juegan un papel determinante las convicciones religiosas. Pero suele darse el caso de que, desde distintas convicciones, se puedan lograr acuerdos en el terreno de lo concreto. La inversa también es verdad: desde la misma convicción pueden seguirse aplicaciones concretas divergentes. El Vaticano II, en un texto que sigue conservando su validez, se expresaba así: “la propia concepción cristiana de la vida inclinará a algunos cristianos, en ciertos casos, a elegir una determinada solución. Pero podrá suceder, como sucede frecuentemente y con todo derecho, que otros fieles, guiados por una no menor sinceridad, juzguen del mismo asunto de distinta manera. En estos casos de soluciones divergentes aun al margen de la intención de ambas partes, muchos tienden fácilmente a vincular su solución con el mensaje evangélico. Entiendan todos que, en tales casos, a nadie le está permitido reivindicar en exclusiva a favor de su parecer la autoridad de la Iglesia. Procuren siempre hacerse luz mutuamente con un diálogo sincero, guardando la mutua caridad y la solicitud primordial por el bien común”.