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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

14
Abr
2016

Valoración teológica de la "Amoris Laetitia"

5 comentarios

A propósito de la exhortación apostólica Amoris Laetitia ha surgido la pregunta de cuál es el criterio adecuado para interpretarla bien. La pregunta puede ser pertinente, pero puede reflejar una cierta sospecha sobre el texto. A esta pregunta hay quien responde diciendo que debe leerse a la luz del Magisterio anterior. Y si hay alguna duda sobre qué quiere decir el Papa en su escrito, recurrir a lo dicho por los Papas anteriores, como si lo dicho por los Papas anteriores no necesitase también una buena interpretación.

Cierto: el Magisterio del presente hay que situarlo en continuidad con el Magisterio del pasado. Ahora bien, las necesidades y preocupaciones pastorales del presente son distintas de las del pasado. De ahí que el Magisterio se vea obligado a tratar problemas nuevos o a afrontarlos de otra manera. Benedicto XVI, en un famoso discurso sobre como interpretar el Vaticano II, habló de hermenéutica de la reforma (que se opone a la ruptura y a la continuidad repetitiva) y dijo que “la naturaleza de la verdadera reforma consiste en un conjunto de continuidad y discontinuidad en diferentes niveles”. Si el pasado ayuda a entender el presente, también el presente ayuda a interpretar el pasado. Si no fuera así, no haría falta el Magisterio. Peor aún, el Espíritu Santo creador no tendría ningún papel en la Iglesia. Eso dejando aparte la pregunta de cuál es el buen pasado que debe servir de criterio del presente.

No es un determinado pasado, sino la totalidad de la tradición lo que hay que tener en cuenta. Es la totalidad la que interpreta las partes, las del pasado y las del presente. El presente forma parte de la totalidad interpretativa. Sin olvidar que en esta totalidad hay tensiones, que no se pueden eliminar. Eliminar las tensiones es eliminar la totalidad. La primera tensión ineliminable es la confesión cristológica: Dios y hombre verdadero, la afirmación total y simultánea de dos polos aparentemente incompatibles: lo finito y lo infinito; lo divino, totalmente puro y espiritual, y la carne de pecado, frágil e inconsistente. La doctrina sobre el matrimonio también debe reflejar la tensión entre el ideal al que constantemente debemos tender y algunas realidades para las que no hay recetas prefabricadas ni soluciones rápidas.

La Amoris Laetitia es un documento solemne del magisterio ordinario, escrito con un lenguaje pastoral, suficientemente claro, que debe ser recibido con todo respeto y en su totalidad. Fijarse solo en aquellos pocos párrafos que se refieren a situaciones particulares, que exigen un discernimiento caso por caso (como siempre se ha hecho en la Iglesia) es no hacer justicia al documento y olvidar sus muchas riquezas. El escrito del Papa habla fundamentalmente de los aspectos más positivos, alentadores y luminosos del amor conyugal; y cuando es oportuno proyecta la luz de la misericordia sobre las situaciones más dolorosas, que requieren un tratamiento personal y diferenciado.

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JMValderas
14 de abril de 2016 a las 10:49

Sería fray Martín un documento magisterial si guarara coherencia interna con lo enseñado por la Iglesia. Clon todo respeto, a mi me parece qie existe una clara discontinuidad. En román paladino, una contradicción. Dejemos de lado aspectos materiales (prolijidad, repeticiones), lógicos (incoherencias y deducciones que no se infieren, o al menos no se prueba su inferencia). Vayamos al meollo. ¿Es el matrimonio un sacramento o un a utopía? ¿Es el matrimonio llamado irregular –menuda pifia lo del “llamado irregular”—matrimonio? El documento afirma las dos cosas: que el matrimonio es de institución divina y que existe un matrimonio civil que, con el acompañamiento, etcétera, habrá que terminar por aceptar. En ese capítulo octavo, núcleo del documento y al que los jesuitas, en un movimiento corporativista digno de mejor causa, han dedicado el mayor empeño hermenéutico glorificador, el comportamiento del divorciado en el seno de la Iglesia y de la Iglesia para con el divorciado reciben una explicación sorprendente. El acompañamiento de la Iglesia –la vía poenitentiae-- debe ser de sacrificio por la injusticia cometida contra el más débil (la que no se divorció, tradicionalmente la mujer, desprovista ya a menudo de sus defensas como la belleza). Pero el final nunca es el reconocimiento de un segundo matrimonio, como da a entender el documento con la admisión al sacramento. La repetición del Papa de que la Iglesia no condena para siempre, repetida ad nauseam como un descubrimiento, es incompleta: no condena `para siempre porque espera la conversión, lo que Cristo decía en el evangelio de hace unos días: desatar.
En breve,, fray Martín, el magisterio es de principios. La casuística jesuítica es de los manuales de confesores.

jose luis y mary nieves
14 de abril de 2016 a las 11:42

Estupendo, Martín, coincido totalmente con tu valoración. Clara y precisa. Lo importante, ahora, es la implementación, para que no quede en el cajón del olvido.

Nunca antes pasó esto
14 de abril de 2016 a las 19:43

Con otros papas pasa que si uno los lee puede encontrar cosas con las que se sienta más identificado o menos, te podrán gustar más o gustar menos, pero en general había una coherencia clara, y muy fácil situarlos en su contexto histórico y dentro de la Tradición, la Escritura, los santos Padres, las corrientes teológicas del momento. Lo que nunca habíamos tenido es un papa tan ambiguo y que al leerlo uno pueda encontrar lo que le venga en gana. Y pasa en lo largo y ancho del mundo. Con todo lo que vamos leyendo y viendo por comentarios en Internet en varias lenguas se encuentran posturas de todo tipo, aclaraciones, cómo entenderlo, cómo leerlo, marco conceptual, premisas de lectura, enfoque teológico, matices,... La verdad, sinceramente, si este fuera el trabajo de tesis de un estudiante de teología se le devolvería con correcciones y se le pediría que se centrara un poco y pusiera las ideas en claro. Me llenó de tristeza un artículo hace dos meses en el diario español "El País" en el que se hablaba de los populismos en el mundo, y allí, en el texto y en las fotos teníamos como ejemplos a Pablo Iglesias y "Podemos", Beppe Grillo, Tsipras, Le Pen, Donald Trump, y el papa Francisco.

Maite
14 de abril de 2016 a las 21:34

A mi lo que dice el Papa me parece de una claridad meridiana. ¿Tan dificil es entender que hay que discernir caso por caso, como dice el post? Yo estoy con el Papa, me gusta lo que dice. Me siento más seguro de mi fe estando con el Papa que con los que solo saben condenar. Acabo de leer que la Conferencia Episcopal Española ha tomado postura a favor del Papa: "magisterio luminoso sobre la familia al que nos adherimos sin reservas", ha dicho el portavoz.

¿Claridad?
15 de abril de 2016 a las 01:01

¿Qué está claro y que es luminosa? ¿Caso por caso? El arzobispo y presidente de la Conferencia Episcopal de Filipinas acaba de decir que no hay que esperar directrices ni analizar casos por casos, sino que la exhortación apostólica "Amoris laetitia" dice que se dé la comunión a los pecadores, es más, que comulgar está para los pecadores, en especial. Pues eso no es lo que se ha dicho hasta ahora. Ni lo que dice San Pablo. Así que de luminoso, lo digan en España, nada de nada. Ambiguo, ambiguo, ambiguo.

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